El verdadero sentido del amor en la vida cotidiana: curso online gratuito sobre “Amoris Laetitia”Un grupo de instituciones encabezado por el Boston College a través de su Escuela de Teología y Ministerio, ha lanzado el curso en línea sobre la Exhortación Postsinodal “Amoris Laetitia” del Papa Francisco.
El curso, que será gratuito y en español, constará de cinco sesiones y se impartirá de los días 20 de abril al 28 de mayo. Tiene por objetivo “profundizar en el proceso de reforma de las estructuras y cambio de las mentalidades que se inició con el Concilio Vaticano II y hoy es impulsado por el Papa Francisco”.
Tras esta invitación a valorar “la centralidad del amor en la vida diaria”, los expositores harán énfasis en la parte toral del pontificado de Francisco, que se expresa en “Amoris Laetitia”: una Iglesia “en salida”, que tiende puentes y “sana las heridas de quienes viven en las periferias existenciales”.
Sobre este curso en particular, Aleteia entrevistó a uno de sus animadores, el teólogo seglar Rafael Luciani, quien además del pertenecer al claustro de investigadores del Boston College, es miembro del Equipo Teológico Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
¿Cuál es el valor real de la Exhortación Postsinodal “Amoris Laetitia” y qué debemos aprender de ella?
La Exhortación recupera la centralidad del amor en la vida cotidiana, así como sus distintas formas de realización en nuestra época. Ya no podemos vivir resignados pensando que el amor es un idea abstracta y lejana de alcanzar, que sólo está destinada para unos pocos que decidan optar por el matrimonio. Por ello, la Exhortación desarrolla hermosamente el discernimiento del amor en las relaciones cotidianas e insiste que aún en la condición de pecado, se vive la gracia, porque siempre se hace presente la misericordia de Dios que nos acoge, acompaña y devuelve la vida al aceptarnos como somos y reintegrarnos en la vida comunitaria.
Es lo que Jesús hacía al sanar, ¿no es así?
Jesús no sólo curaba, sino que, al curar, estaba reintegrando a las personas a la vida cotidiana ya que muchos creían que las enfermedades eran fruto del pecado. Jesús ayuda a comprender que Dios no piensa así, pues siendo un Padre Bueno y Misericordioso nunca nos aparta de Él.
¿La Exhortación sigue este impulso evangélico?
Así es: en ella se nos invita a poner la mirada pastoral en lo que viven los más frágiles y vulnerables. Esas realidades que, muchas veces, los miembros de la Iglesia critican antes de acoger e integrar. Por ello, la fragilidad humana se nos presenta como una oportunidad para descubrir el amor en la vida diaria, e iniciar un camino, un método, un proceso por medio del cual nos podemos desarrollar plenamente como seres humanos.
¿Considera usted que ésta Exhortación nos revela una forma adecuada de expresar y vivir la fe en los tiempos actuales?
Al inicio de la Exhortación, el Papa Francisco explica que vivimos un cambio de época, que hoy las cosas no pueden ser vistas como antes porque estamos atravesando una mutación sociocultural y antropológica, y la Iglesia no puede quedarse atrás, encerrada en una burbuja autorreferencial. De ahí que nos recuerde algo que en la teología moral existe, pero que muchas veces olvidamos. Se trata de la ley de gradualidad que no significa la gradualidad de la ley, sino emprender procesos en el tiempo con cada persona, tomando en cuenta lo concreto de su caso y las circunstancias que vive, porque de otro modo caeríamos en un moralismo asfixiante, como decía Benedicto XVI, o en la moralina de los curas, como la llama Francisco.
La Exhortación, según usted ha dicho en otras ocasiones, “invita a considerar la complejidad de esta época para discernir las situaciones particulares que vive cada persona”. ¿Es este el punto central de “Amoris Laetitia”?
Lo central es acercarnos a la persona que sufre a causa de su condición, y no aplicar leyes abstractas que sólo alejan y separan, y no integran ni sanan. Tal vez lo que exige un mayor cambio y genera mayor resistencia en nuestra mentalidad es el llamado que hace la Exhortación a tomar en cuenta los condicionamientos y las circunstancias atenuantes de cada caso, de cada persona. Si esto se comprende, entonces se puede asumir la vía pastoral como la puesta en práctica de un proceso que se realiza en el acompañamiento amoroso y el crecimiento afectivo de quien sufre. Como recuerda Francisco, nadie está condenado para siempre, y no podemos dar a nada ni a nadie por perdido.
En términos reales, ¿esto qué implica?
Esto, implica algo muy duro, como es la superación del clericalismo que se cree dueño de las conciencias de las personas, irrespetando el fuero interno y negando que la gracia Dios está presente aún en esa persona que vive en pecado. Por ello, “Amoris Laetitia” recupera la centralidad del amor en la vida cristiana, reconociendo su carácter complejo y procesual. Sólo así evitaremos que nuestros corazones se enfrían y nuestras actitudes se endurezcan, y que no matemos nunca la compasión y el perdón que nos permiten levantarnos y seguir caminando.
Perdone usted la pregunta pero, ¿por qué tanta reticencia –sobre todo con respecto al capítulo 8– de algunos obispos y pensadores?
El capítulo octavo tal vez sea el más controversial dado este enfoque que hemos explicado anteriormente, pues llama a ver las realidades heridas y a emprender un camino de discernimiento que lleve a la admisión de los sacramentos. Cuando comenzaron las críticas de algunos neoconservadores, el Papa aludió al documento de los obispos de la región de Buenos Aires, donde se reconoce que es posible un camino de discernimiento que ayude a reconocer, según cada caso, que ha habido limitaciones que afectaron la responsabilidad y la culpabilidad en dicha situación. No se puede hablar de forma abstracta que exista una conciencia clara de lo hecho, como tampoco de un pleno conocimiento o un consentimiento deliberado, aún cuando haya materia grave.
Entonces, se abre la posibilidad de emprender un discernimiento honesto, con cada persona, que la lleve al acceso a los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía…
…en el fondo se requiere de un cambio de mentalidad que reconozca el valor del fuero interno, del valor personal de la conciencia, porque no todas las discusiones morales deben ser resueltas con una intervención del magisterio. Si no, estaríamos cerrando la acción del Espíritu y convirtiendo a la Iglesia en la dueña de la voluntad de Dios. En fin, como dice la Exhortación “ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada *irregular* viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante”.
¿Es esto, por así decirlo, “doctrina nueva”?
El mismo Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 1735, lo dice en los siguientes términos: “la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales”. A todo esto, es bueno recordar a San Pablo cuando dijo que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Una realidad que hoy el Papa Francisco nos ayuda a recordar.
Para informes sobre el curso en línea gratuito sobre “Amoris Laetitia”:
fcstm-ggroup@bc.edu
www.bc.edu/amorislaetitia