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Un buen libro es un regalo precioso que hace el autor a la humanidad, dejó escrito Joseph Addison, un escritor y político inglés cosmopolita. Gozaba de buena posición económica y la cultura fue para él una de las más hermosas actividades a desarrollar. Escribió libros de viajes, vidas de poetas ingleses, tradujo las “”Geórgicas” de Virgilio… Si algo hay que agradecerle es que no dejó que la erudición le arruinara el cerebro, al contrario, la puso al servicio de los demás como representante democrático.
Muchos autores han ofrecido regalos a la humanidad en forma de libro. Y al mismo tiempo hay autores que han sido grandes lectores. Por eso sorprenden las opiniones que lanzan a veces ellos mismos sobre los libros. Veamos:
1. “Un caballero debe tener tres ejemplares de cada libro; uno para enseñarlo, otro para usarlo y el tercero para prestarlo” (Richard Heber).
Ay, qué tema tan espinoso el de los préstamos. Nunca hay que romper amistades por el hecho de que la gente no suela devolver los libros, pero si uno no quiere tener disgustos, el consejo de Heber va de fábula.
Richard Heber fue algo así como un coleccionista de libros compulsivo. A los 19 años ya hizo de editor de clásicos latinos. En 1812 fue uno de los 18 miembros fundadores del Roxburghe Club, que agrupaba a los bibliófilos. O sea, un letraherido de primera.
2. “Un buen libro es aquel que cuando terminas de leerlo te entran ganas de pagarle una copa a su autor” (Martin Amis).
Martin Amis es un autor británico contemporáneo. Hijo del escritor famoso (y reconocido amigo del alcohol) Kingsley Amis. Es un provocador en el mundo de los escritores y las historias que cuenta son fuertes, pero no son nada comparado con sus experiencias, así que qué mejor que acercarte a un pub hasta que suene la campana.
El periodista Enric González, en “Historias de Londres” anota que «como aperitivo, (Amis padre) ingería dos copazos de Wild Turkey, el bourbon de más elevada graduación alcohólica». Y Martin afirma que con el alcohol se conoce un 10% mejor a las personas. El arte está en saber controlar, sin duda.
3. Para llevarnos a tierras lejanas no hay mejor fragata que un libro (Emily Dickinson).
Ni LSD ni un chip transhumanista. La escritora norteamericana proponía en torno a 1900 un “viaje” mucho más sugerente gracias a la literatura. ¿Quién no ha recorrido territorios con sus lecturas antes de llegar allí en avión? (Ya que hablamos de esta autora, es de justicia recordar que sus poemas son magistrales, háganse con ellos y quizás ya no necesitan viajar tanto).
4. Los que compran los libros para enseñarlos y no para leerlos son unos imbéciles. Pero si diez mil imbéciles compran un libro, hacen que su precio baje y, así, los demás pueden leerlo más barato (Umberto Eco).
Parece que eso es precisamente lo que le ocurrió a Eco con el segundo best seller. El primero, “El nombre de la rosa”, fue un bombazo y bastante leído. El segundo, “El péndulo de Foucault”, también batió récord de ventas. Sin embargo, muy poca gente llegó a abrirlo.