A veces el dolor que provoca una desilusión amorosa lo arrasa todo a su paso. Que se rompa la relación al final del verano tras quince años o después de años de vida compartida, puede provocar un tsunami emocional susceptible de volverse una verdadera y propia enfermedad. Cuando las emociones no se expresan, es el cuerpo que habla. Recuperarse de un “mal de amor” significa decidir cuidar de uno mismo, dejar de esperar el regreso, vivir las etapas del luto y atreverse a pedir ayuda. Denis Sonet, sacerdote católico fallecido en 2015 y gran especialista del corazón y sus tormentos, daba consejos muy concretos a quien sufría mal de amores:
Antes que nada, para dormir lo mejor posible es importante encontrar a una persona que nos escuche y a quien contarle nuestra tristeza, desilusión, malestar.
Después, toca darse cuenta de que se le ha dado un poder exorbitante a una persona, el poder de hacernos existir y destruirnos.
Y también es esencial dejar de esperar su regreso: uno no puede recuperarse de la “enfermedad del amor” hasta que uno adquiere la certeza de que el ser amado nunca volverá.
Los pequeños pueden también sufrir por un gran mal de amores
Los padres sonríen, a veces, frente al mal de amores de los hijos o los amigos les consuelan diciéndoles: “Pierdes uno y ganas cien”.
Sin embargo, el mal de amores siempre se considera algo serio. En un niño puede causar un trauma de abandono que, aunque parezca algo benigno, esta herida no curada puede volver a aparecer cuando alcanza la juventud o la edad adulta.
¿Cómo ayudar? Poner nombre a las emociones sirve de mucho, al igual que el apoyarse en otras relaciones más duraderas. padres, hermanos, amigos…
Para superar esta pérdida es necesario apostar por la confianza en el otro, en el amigo, y en uno mismo, saber que su entorno toma en serio lo que le está pasando.
El duelo del mal de amores
El mal de amores es una pérdida, la del amor de otro y de los proyectos comunes. Para superar esta pérdida será imprescindible proponerse afrontar el duelo. Se ha de atravesar las 8 etapas del camino de superación que comenta Jean Monbourquette en su libro Aimer, perdre et grandir [Amar, perder e crecer, N.d.T.] (Bayard).
1 – El shock
Es una forma de protección ante este sufrimiento que toma formas variadas y sorprendentes: una aparente insensibilidad, zumbidos en la cabeza, frío interior, risas histéricas e incluso alucinaciones.
2 – La negación
Negar la realidad de la pérdida. Su prolongación es nociva, y puede acrecentarse por consejos equivocados: “Cambiará de idea…”, “No todo está perdido…” y así sucesivamente. Por eso, Julia conserva la foto de Julio en la cartera, o las cartas que él le envió. Por su parte, Pablo reemplaza a la novia por otra tan solo dos meses después, como una estrategia inconsciente para eximirse de la elaboración del luto…
3 – La expresión de las emociones y los sentimientos
Aparente o dramática, la expresión de los sentimientos puede desestabilizar a quienes están junto al “paciente”, los cuales tienen un papel valioso. Bajito o fuerte pasan uno tras otro, o se mezclan la cólera, la tristeza, el amor, el alivio, el estupor, la depresión, el sentimiento de culpa y las lágrimas, muchas lágrimas. Son peligrosas cuando se contienen, pero liberadoras cuando se pueden desfogar y decir: las emociones expresadas desaparecerán para dar lugar a la paz.
4 – Darse cuenta de las tareas relacionadas con el luto
No creas que prestas un servicio a tus amigos quitándoles de su biblioteca los libros que dejó el compañero que se ha ido y poniendo nuevos. Estas tareas concretas son una forma de reforzar el desapego, que se hace poco a poco. Cada uno a su ritmo, cuando la fase de expresión de las emociones parece haber pasado, para quitar fotografías, regalar ropa, mudarse…
5 – El descubrimiento del sentido de la pérdida
Dar un sentido a las tragedias de nuestras vidas permite reencontrar el gusto por vivir, lo que no es posible si no se está en el camino del luto, y con la ayuda adecuada. Basta de frases torpes: frente al dolor de los demás, se requiere humildad. Es la intuición que nos ayudará a darnos cuenta cómo el mal de amor nos ayuda a conocernos mejor, a dar a nuestras vidas una nueva orientación y ser fuente de crecimiento espiritual.
6 – El intercambio del perdón
Un mal de amores implica sentimientos de culpa: “¿Hice todo para que el otro me amara?” “No debería haberle dado confianza, es mi culpa si se ha ido”. Naturalmente existe también enojo en relación a la parte que abandona: perdonarse permitirá una pacificación interior que podrá conducir a la gracia de perdonar al otro.
7 – La herencia
Para Jean Monbourquette, el luto sigue recuperando las cualidades de la persona que fue amada: así Florencia hizo suya la energía que adoraba en Rafael, y Teo se apropió de las travesuras de Tina.
8 – La celebración del final del luto y la vida nueva
Celebra el descubrimiento de la alegría de vivir con un ritual que será todo tuyo: una fiesta con tus mejores amigos, un viaje, organizar el departamento, una celebración simbólica de tu regreso, enriquecido de las pruebas, en la vida.
Los signos de la curación del mal de amores
Denis Sonet considera que “La curación se obtiene cuando el abandonado llega a pensar: esta persona ya no me ama, peor para ella, no sabe qué se pierde”.
Esto sucederá cuando te sorprendas canturreando, concediéndote un pequeño placer o escuchando a tu terapeuta, si tuviste la oportunidad de consultar con alguno. El pensamiento del ser amado no desencadenará más olas de emoción, sino de nostalgia, o de determinación: sabes nuevamente quién eres, has recuperado el gusto por la vida.
Y compruebas que sí, que el mal de amores tiene cura.
El papel de los amigos frente a las penas de amor
¿Cómo ayudar a un amigo que está mal? Con empatía, el gesto más bello de la amistad: no puedes ponerte en su lugar, pero puedes acercarte lo más posible para estar con él sin juicios o palabras inútiles, sólo reformulando los sentimientos que quiera compartirte, como regalo.
Puedes guardar en el corazón estas palabras de Jean Monbourquette:
“Quiero acompañarte en tu soledad, en tu tristeza, que a veces aflora la depresión interior. […] Como el organismo herido moviliza todas sus fuerzas para curarse, así también sucede a nivel psíquico aturdido por un luto. Posee en sí mismo todo para curarte y hacerte crecer. Deja trabajar en ti a tu senador interior, que hará de todo para ayudarte. Confía en su sabiduría: el dolor se irá, la vida parecerá más valiosa. Un bienestar profundo e insospechado disipará la tristeza. Te volverás más tú mismo y más humano hacia los demás. Para tu sanción, te invito a no negar tu mal, sino a reconocerlo sin vergüenzas inútiles. Así, facilitarás tu curación. Y así, descubrirás en ti una nueva madurez y una posibilidad más grande de amar.”