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9 razones por las que reencarnación y resurrección son incompatibles

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Luis Santamaría - publicado el 19/12/17
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Un obispo español aclara las cosas

El obispo de Menorca Francisco Conesa Ferrer dedicó la edición de Diálogos en la Catedral al tema siempre actual de la reencarnación, con un título muy sugerente y significativo: “¿Reencarnación o resurrección?”.

Y es que la cuarta parte de la población europea, según algunos cálculos, cree en la doctrina de la trasmigración de las almas. El reciente estudio publicado por la Fundación Santa María revela que el 26,9 % de los jóvenes españoles dicen creer en esta doctrina oriental.

Monseñor Conesa explicó en su charla en qué consiste esta creencia: para sus defensores, “cuando morimos nuestras almas abandonan el cuerpo y se encarnan en otro, que puede ser humano o no humano, hasta que estén plenamente purificadas”.

De manera que, según el obispo, “en esta concepción el cuerpo es como un vestido que se tira cuando está sucio o inservible para vestirse de otro nuevo”.

Con la solidez de su formación filosófica, el prelado explica el origen de esta creencia, que hay que situar en la India en torno al siglo VIII a.C. y que se extendió después en la Grecia clásica.

Hubo un rebrote en Occidente en la época moderna, sobre todo con la Ilustración y el romanticismo alemán.

En su repaso histórico, subraya finalmente cómo “la creencia en la reencarnación se va difundiendo en Occidente desde finales del siglo XIX por la proliferación y propagación de las sectas de origen e impronta hindú, budista, etc., sobre todo gracias a la teosofía, al espiritismo, al gnosticismo moderno y a la Nueva Era”.

¿Cuáles son las causas de su difusión actual? Para el obispo de Menorca son principalmente dos: “la fascinación por lo oriental y exótico que se da en occidente”, por un lado, y “el silenciamiento de la enseñanza cristiana sobre el más allá”, por otro, algo que se constata en la predicación de la Iglesia.

De modo que “muchos cristianos piensan de un modo muy vago en el más allá”.

En su intervención, monseñor Conesa planteó una cuestión fundamental: “¿por qué una persona que ha nacido y ha crecido en una civilización con raíces cristianas escoge esa creencia de origen oriental?”. Y aludió a tres justificaciones concretas.

La primera se refiere al problema del mal, para el que el ser humano siempre ha buscado una explicación.

Para la cosmovisión oriental, en la que se enmarca esta creencia, “todo depende del desarrollo mecánico e inercial del karma y de las reencarnaciones”, de forma que “cada uno es responsable del mal que padece en cuanto la malicia de sus acciones en existencias pasadas gravita sobre él en su vida actual”.

La segunda justificación es la necesidad de que haya justicia, pues “la creencia en la reencarnación permite al alma realizar su purificación progresiva por sus solas fuerzas y esfuerzos con tal que se ajuste con minuciosidad a su nueva condición en un cuerpo distinto al de la vida anterior y a sus obligaciones específicas de su nueva existencia humana, animal o vegetal”.

En tercer lugar, la sucesión de reencarnaciones permite que el alma no se juegue “su destino eterno en una sola baza o existencia”, proponiendo futuras oportunidades de felicidad, “sin purgatorio ni infierno”.

A continuación, el obispo de Menorca expone una clave fundamental de la fe cristiana: la creencia en la resurrección de los muertos, que “no nace de la reflexión humana ni de la constatación empírica, sino del acontecimiento único de la glorificación de Jesucristo tras su pasión y muerte”.

Del anuncio cristiano de la resurrección de Cristo nace la convicción de la resurrección de sus seguidores. Y este hecho portentoso “no puede afectar sólo al alma. No se trata de la inmortalidad del alma, de la que hablaba ya el mundo griego. No es eso lo que pasó con Jesús. La resurrección es de la persona entera y esto significa que es también de su cuerpo, porque lo corporal es parte fundamental de la persona”.

Es difícil entender cómo puede ser esto, ya que el cuerpo físico se descompone tras la muerte. El modelo es el cuerpo glorioso de Cristo resucitado.

Lo que resucitará al final junto con el alma “no se trata de un cuerpo físico”, explicó el prelado, “sino de lo corporal del hombre. Para el ser humano la corporalidad supone sobre todo estar en el mundo, mantener comunicaciones con los otros y vivir en la historia”.

Por si hubieran quedado dudas, y ante las propuestas que hacen algunos, monseñor Conesa afirma que “reencarnación y resurrección son dos visiones alternativas del fin de la persona humana, pero también de cómo se concibe al ser humano, su historia y al mismo Dios”.

Por ello, subraya, “estamos ante creencias incompatibles”.

Y detalla algunas diferencias fundamentales. Las resumimos aquí, confrontando lo que trae consigo la resurrección frente a la creencia en la reencarnación. 9 diferencias:

- Una sola muerte, frente a las muchas muertes del ser humano.

- El encuentro con Alguien que ama personalmente al que muere, frente a la disolución del alma en “una realidad impersonal y neutra”.

- “Cada persona es absolutamente única y original” y su cuerpo es parte indispensable de su ser, frente al cuerpo entendido como prisión del alma y como algo secundario.

- La resurrección trae consigo una concepción lineal de la historia, frente a una visión circular del tiempo.

- La vida se experimenta ante la voluntad de Dios, frente a una existencia sujeta a una ley cósmica.

- Existe el pecado como desobediencia a la voluntad de Dios, frente a una concepción de insuficiencia o desequilibrio en el hombre.

- Cada acto del hombre tiene valor y es irrepetible, frente a la idea de que nada es irrevocable y todo es revisable.

- Es posible la esperanza y la lucha por un mundo mejor, frente a un fatalismo que promueve conformarse con lo negativo, que sería consecuencia de culpas de vidas anteriores.

- Existe un Dios personal que quiere salvar al hombre del pecado porque lo ama, frente a una visión del ser humano que lo deja solo, sin lugar para Dios, y responsable único de su salvación individual.

El obispo de Menorca termina reiterando la incompatibilidad entre reencarnación y resurrección, que “son dos maneras de responder a ese gran misterio que envuelve la vida del hombre” y, como expone con todo detalle, “se trata de dos creencias divergentes e incompatibles”.

Y por si quedara alguna duda, la despeja con una afirmación muy gráfica: “es absurdo que un cristiano afirme creer en la reencarnación, como lo sería que un buen hindú pensara que iba a resucitar”.

- Miguel Pastorino, “¿Un cristiano puede creer en la reencarnación?”, Aleteia, 19/11/12.

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