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El médico que aprendió a curar el sufrimiento con la sonrisa

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Valerio Evangelista - publicado el 14/12/17
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“¡La vida es un milagro tal y es tan bello estar vivo que me pregunto por qué alguien desperdiciaría un solo minuto!”Es difícil no haber oído hablar de Hunter Doherty “Patch” Adams, médico estadounidense que en los primeros años setenta contribuyó a la introducción de la risoterapia en el entorno sanitario.

Yo tenía menos de 10 años cuando Universal produjo Patch Adams, en donde Robin Williams volvió célebre sus revolucionarias ideas terapéuticas.

La obra, a pesar de la nominación al Oscar y el gran éxito entre la audiencia, fue fuertemente demolida por la crítica. El mismo “verdadero” Patch Adams reservó comentarios mordaces a la película dirigida por Tom Shadyac, quien pensó que se había simplificado enormemente su trabajo.

Al margen de estas críticas, al menos hay que reconocer el mérito de haber hecho conocer a todo el mundo la extraordinaria figura del “médico payaso”.

“Para nosotros sanar no es sólo prescribir medicinas y terapias sino trabajar juntos compartiendo todo en un espíritu de alegría y cooperación. La salud se basa en la felicidad – de abrazarse y hacer el payaso al encontrar la alegría en la familia y en los amigos, la satisfacción en el trabajo y el éxtasis en la naturaleza de las artes” – Patch Adams.

La infancia dolorosa y la revolución del amor

Hijo menor de un veterano de guerra y una profesora, Hunter creció con un papá ausente, tanto durante las misiones militares como en épocas de paz.
En los últimos años estaba tan devastado por los traumas de la guerra que no lograba comunicar con los hijos.
Fue su madre quien le dio el afecto que necesitaba, educándolo en base a sus inclinaciones y enseñándole el valor de la creatividad y el servicio a los demás.

Un bagaje personal que, en la Virginia de la segregación, lo llevó a defender a quien padecía continuamente ataques racistas. Incluso arriesgando la salud: de adolescente terminó tres veces en el hospital por defender a quien era agredido.

En aquellos años la vida del rebelde e inconformista Hunter estaba llena de experiencias dolorosas. La úlcera sanada mal, el abandono de su amada, el suicidio de su tío. Eventos que empujaron al chico, ya atormentado, a los oscuros meandros de la depresión. Al punto que consideró la idea de suicidarse también él. Pero luego tuvo una “iluminación” que lo hizo desistir.

Así lo cuenta él mismo: “Decidí que, en lugar de quitarme la vida, realizaría una revolución de amor. A los 18 años descubrí mi deseo de servir a la humanidad a través de la medicina. Y me comprometí conmigo mismo: no tendría nunca más un día negativo. Decidí ser feliz. Salí del hospital con entusiasmo. Comencé a cultivar intereses personales mientras trabajaba duro para licenciarme en Medicina”.

Hacer reír y curar

Una fresca alegría, auténtica, que él quería compartir con quien estuviera a su lado. Comenzó así a aprovechar cada pequeña oportunidad cotidiana para sacarle una sonrisa a su prójimo. “Empecé a hacer el payaso, y desde entonces lo he hecho cada día”, recuerda el médico.

Pero más allá de la propensión a la alegría, Hunter Adams tenía una gran sed de conocimiento. Estudiaba todo lo que podía. Quería ser “un instrumento de paz, justicia y cuidado del prójimo”, y para hacerlo leyó miles de libros. En esos años maduró la convicción de que las dos pasiones no sólo podrían coexistir, sino que además podrían integrarse y conectar entre sí.

Soñaba con un modelo hospitalario que no apuntara sólo a “aplazar la muerte del paciente”, sino que hiciera de todo por “mejorar cada aspecto de la vida”. En marzo de 1971, puso su sueño en papel, a pesar del rígido ambiente académico de la época (y quizá impulsado por esto), sentó las bases de lo que luego se volvió el célebre Istituto Gesundheit.

El comienzo del “Gesundheit”

El mismo año sus ideales se enriquecieron con la contribución de una colega de estudios: Linda Edquist, su futura esposa y pilar fundamental de todo el proyecto.

“En los primeros años fue fundamental para el funcionamiento del hospital, no habría podido en absoluto imaginarlo sin ella”.

Una estructura que dio sus primeros pasos entre mil dificultades, haciendo un gran trabajo durante 12 años gracias a un equipo motivado para respetar las siguientes reglas: asistencia gratuita; ningún reembolso del seguro de salud; rechazo del llamado seguro de “mala praxis”; entrevistas iniciales de 3 o 4 horas con cada paciente; el hogar es el hospital, el hospital es la propia casa; integración de la medicina con las artes escénicas, la naturaleza, la agricultura y la educación; preocuparse por la buena salud (en yiddish “Gesundheit”) del personal médico como la de los pacientes.

“El humor es el antídoto para todos los males. Creo que la diversión es tan importante como el amor. Al final, cuando se le pregunta a la gente qué le gusta de la vida, lo que dice es la diversión, sean las carreras de coches, bailar, la jardinería, el golf, escribir libros.”

“¡La vida es un milagro tal y es tan bello estar vivo que me pregunto por qué alguien desperdiciaría un solo minuto! La risa es la mejor medicina”

 

La gran popularidad

Patch Adams explica que durante 12 años “tratamos a miles de pacientes. Una experiencia magnífica. Pero éramos muy radicales, por lo que no lográbamos encontrar fondos. Nos autofinanciábamos. En 1984 nos dimos cuenta que las cosas no habrían podido continuar de esa manera. Necesitábamos una estructura. Decidimos dirigirnos a la sociedad y me volví rápidamente un orador muy activo”.

La primera revista que habló del “método Patch” fue Prevention, en 1983. Desde entonces cada vez más medios de comunicación prestaron atención al médico-payaso. No menos importante es la película antes mencionada con la brillante interpretación de Robin Williams.

En los últimos 28 años Patch llevó su mensaje revolucionario con pasión y energía.

Viajó a más de 70 países, visitando hospitales, orfanatos, asilos, haciendo espectáculos por la calle, yendo a los teatros de guerra, a los campos de prófugos, a los lugares sacudidos por desastres naturales.

Estos viajes permitieron el crecimiento exponencial del Gesundheit. Eran parte integrante del trabajo llevado a cabo por el instituto dirigido por él, que construyó clínicas y escuelas en varios de los lugares visitados.

A lo largo de los años, muchas personas de todo el mundo han seguido el ejemplo del médico rebelde “loco”. Y todavía resiste el hospital rural de Hillsboro con sus 40 camas para hacer realidad el sueño de tratar al prójimo de forma gratuita y movido por la compasión, la creatividad y el buen humor.

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