Las ramas del árbol de plátano dan un tejido flexible, ecológico y muy resistente al tiro. Y las ortigas te sorprenderían…
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La fibra de banano ofrece muchas posibilidades para la fabricación de tejidos ecológicos. Es una de las fibras más fuertes del mundo. Se obtiene del vástago del árbol de plátano y está compuesta por celulosa, hemicelulosas y lignina.
Algunos comparan la fibra de banano al bambú, aunque aquella está mejor dotada de flexibilidad y resistencia al tiro, por lo que en su tratamiento para el sector textil podría ofrecer salidas en diversos gruesos y pesos.
La fibra de banano se obtiene a partir de tallos de banano reciclados, que los agricultores desechan al recoger la fruta. Su cosecha, por lo tanto, resulta complementaria.
Las fibras del plátano se pueden utilizar para hacer telas, cuerdas y alfombras. Green Banana Paper, una empresa con sede en la isla de Kosrae en Micronesia (Oceanía), utiliza fibra de plátano para hacer carteras, cuentas y papel.
Sin embargo, la extracción de la fibra de plátano no es un proceso fácil, sino un trabajo intensivo que se da sobre todo en el Lejano Oriente. El hilo de banano se hace hirviendo tiras de la vaina en una solución alcalina que permite así ablandarlas y separarlas. Las fibras se unen para crear hilos largos que a continuación se hilan en húmedo, con el fin de evitar que se rompan. Posteriormente, los hilos se pueden teñir o tejer.
Por ahora, son pocas empresas las que trabajan el banano, pero las características de esta fibra como materia prima hacen que el sector deportivo también estudie el alcance de un tejido así.
La ortiga, sin las pegas legales del cáñamo
Por otro lado, para los amantes de la naturaleza, la ortiga (ortiga común, Urtica dioica) es una vieja conocida, de la que se pueden decir muchas cosas positivas sin olvidar una negativa, y es que pica mucho. ¿Quién no ha estado en el campo y sin querer ha rozado con la mano una ortiga o esta le ha tocado las piernas en medio de una excursión. El escozor que produce no se olvida porque hace pasar un mal rato.
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Sin embargo, la misma planta es portadora de muchos beneficios para nuestra salud. Es depurativa (elimina las toxinas del organismo), es diurética, es portadora de las vitaminas A, B, C y E. Lleva hierro, regula las pieles grasas, facilita la eliminación de cálculos renales…
La propiedad irritante, por la que es ampliamente conocida, hace que no caiga con simpatía a la gente, pero la realidad es que la planta deja de tener esa cualidad cuando se seca o se cuece.
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Pero, además, la ortiga -que es una planta salvaje- puede ser un gran aliado para la reconversión ecológica del sector textil. Las ortigas suelen cosecharse en la estación de verano y los tallos pueden secarse. Manualmente se procede a separar las partes leñosas y a cepillarlas para obtener fibras. Para trabajarlas se remojan y así se pueden trenzar o unir de diversas maneras. Lo singular es que al unir varias fibras de ortiga, que aparentemente son frágiles, se obtiene una de mayor resistencia.
La ortiga se presta a hilaturas que responden bien a las necesidades del mercado internacional. No necesita tanta agua como el algodón para su cultivo y es más resistente a las plagas, por lo que no acumula pesticidas. Se han logrado, además, especies híbridas que resultan más provechosas.
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Como ocurre con algunos tejidos naturales como el cáñamo, el tejido de ortiga mantiene el calor en invierno y produce sensación de frescor en verano. La planta de la ortiga puede llegar con facilidad a ser alta, por lo que se obtienen además fibras largas, fuertes y flexibles.
El cultivo de la ortiga es frecuente en Austria, Alemania, Finlandia y Reino Unido. Lo más positivo con respecto al cáñamo es que, así como este encuentra dificultades para su cultivo en muchos países porque de él se obtiene la marihuana, la ortiga está admitida en todo el mundo.