La colonización cultural e ideológica no tolera las diferencias y lo iguala todo, acabando por perseguir también a los creyentes. Lo subraya Papa Francisco en la homilía del 21 de noviembre de 2017 en Casa Santa Marta, a propósito del martirio de Eleazar narrado en el libro de los Macabeos.
El Papa destaca que hay tres tipos principales de persecuciones: una persecución sólo religiosa, otra político-religiosa, por ejemplo – afirma Francisco – la “Guerra de los 30 años” o la “noche de san Bartolomé”, “estas guerras religiosas o políticas”, y una tercera persecución de tipo puramente “cultural”, cuando llega “una nueva cultura que quiere hacer todo nuevo y hace tabla rasa con las tradiciones, la historia y también la religión de un pueblo”. Este último tipo de persecución es el que afronta Eleazar, condenado a morir por fidelidad a Dios.
Ayer comenzó el relato de esta persecución cultural, observa el Papa: algunos del pueblo, viendo el poder y la magnífica belleza de Antíoco Epifanes, quisieron aliarse para ser modernos, y tomaron la iniciativa, fueron donde el rey, el cual "les dio la facultad de introducir las instituciones paganas de las naciones”.
No las ideas o los dioses, sino las instituciones, subraya Francisco. Así, este pueblo crecido en torno a la Ley del Señor, deja entrar una nueva cultura, "nuevas instituciones”, que hacen tabla rasa de todo: “cultura, religión, ley”.
“Todo nuevo”, la “modernidad” es una verdadera colonización ideológica - subraya el Papa - que quiere imponer al pueblo de Israel “esta costumbre única”, en base a la cual todo se hace así y no hay libertad para otras cosas. Algunos aceptaron porque les parecía algo bueno, para ser como los demás, y así se quitan las tradiciones y el pueblo empieza a vivir de manera distinta.
Pero por defender las “verdaderas tradiciones” del pueblo, surgen algunas resistencias, como la de Eleazar, hombre digno, muy respetado, y precisamente el Libro de los Macabeos cuenta la historia de estos mártires, de estos héroes. Una persecución nacida de una colonización ideológica siempre va así: destruye, “iguala todo, no es capaz de tolerar las diferencias”.
La palabra clave que el Papa subraya, a partir de la lectura, es “raíz perversa”, o sea, Antíoco Epifanes: una raíz que se dejó entrar para hacer crecer en el pueblo de Dios “con el poder” estas costumbres “nuevas, paganas, mundanas”.
“Y este es el camino de las colonizaciones culturales que acaban por perseguir también a los creyentes. Pero no tenemos que ir muy lejos para ver algunos ejemplos: pensemos en los genocidios del siglo pasado, que era una cosa cultural, nueva: ‘Todos iguales, y los que no tienen sangre pura fuera, y estos’… Todos iguales, no hay lugar para las diferencias, no hay lugar para los demás, no hay lugar para Dios. Es la raíz perversa. Ante estas colonizaciones culturales que nacen de la perversidad de una raíz ideológica, Eleazar, él mismo, se hace raíz”.
Eleazar, de hecho, muere pensando en los jóvenes, en dejarles un noble ejemplo, “da la vida, por amor a Dios y a la ley, se convierte en raíz para el futuro”. Por tanto, ante esa raíz perversa que produce esta colonización ideológica y cultural, “está esta otra raíz que da la vida para hacer crecer el futuro”.
Lo que había llegado del reino de Antíoco, era una novedad y las novedades no son todas malas, basta pensar en el Evangelio, en Jesús, que es una novedad, pero – advierte el Papa - hay que saber distinguir:
“Hay que discernir las novedades. ¿Esta novedad es del Señor, viene del Espíritu Santo, viene de la raíz de Dios, o esta novedad viene de una raíz perversa? Antes sí, era pecado, no se podía matar a los niños; pero hoy se puede, no hay problema, es una novedad perversa. Ayer, las diferencias estaban claras, como Dios las hizo, la creación se respetaba; pero hoy somos modernos… tu haces… tu entiendes … las cosas no son tan diferentes… y se hace una mezcla de todo”.
La novedad de Dios, en cambio, nunca "negocia", sino que hace crecer y mira al futuro.
“Las colonizaciones ideológicas y culturales sólo miran el presente, reniegan del pasado y no miran al futuro. Viven en el momento, no en el tiempo, y por esto no pueden prometernos nada. Y con esta actitud de hacer a todos iguales y de borrar las diferencias cometen el pecado malísimo de blasfemia contra el Dios creador. Cada vez que llega una colonización cultural e ideológica se peca contra Dios creador porque se quiere cambiar la Creación como Él la hizo. Y contra este hecho que a lo largo de la historia ha sucedido tantas veces, sólo hay una medicina: el testimonio, o sea, el martirio”.
Eleazar da testimonio de la vida pensando en la herencia que dará con su ejemplo: “Yo vivo así. Sí, dialogo con los que piensan distinto, pero mi testimonio es ese, según la ley de Dios”. Eleazar no piensa en dejar denaro u otras cosas, pero piensa en el futuro, “en la herencia de su propio testimonio”, en ese testimonio que sería “para los jóvenes una promesa de fecundidad”. Se hace, por tanto, raíz para dar vida a los demás. Y el Papa concluye augurando que su ejemplo “nos ayude en los momentos quizás de confusión ante las colonizaciones culturales y espirituales que se nos proponen”.