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Los millennial también abrimos la puerta

MAN,DOOR
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J.P. Mauro - publicado el 19/11/17
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No siempre se agradece pero, en nombre de la humanidad, yo perseveroMe aporta un poco de orgullo sostener la puerta a otra persona para que pase antes que yo. También, si entras en alguna tienda detrás de mí, puedes confiar en que te sostendré la puerta, independientemente de tu género, raza o credo. En mi opinión, si eres un hombre o una mujer capaz al principio de una cola, eres el sujetapuertas designado.

Por desgracia, esta práctica parece estar cayendo en desuso, en especial con mi generación (milenial). Quizás sea porque somos perezosos y egoístas, como gustan decirnos algunos mayores, o quizás es porque la mayoría de los padres no educan como los míos, o quizás sea porque no soy el único que ha tenido algunas experiencias malas.

Hace unos meses, me dirigía a un supermercado cuando me di cuenta de que había varias personas detrás de mí. En vez de entrar primero, di un paso al lado y sostuve la puerta para que entraran. Las primeras dos personas pasaron, pero la última era una joven que se negó a entrar en la tienda mientras yo le abría la puerta.

Me quedé parado e incómodo un momento, sin tener muy claro qué hacer, y entonces me gritó en un lenguaje poco florido: “¡entra y ya está!”. El deseo de explicarle cómo funciona la cortesía era fuerte, pero contuve mi lengua y entré. Aun así, le di un empujoncito a la puerta detrás de mí para que no se le cerrara en las narices.

Sin embargo, ella esperó hasta que se cerró  por completo para luego abrirla ella misma. No estoy seguro de cuál fue su razonamiento, pero me pareció un auténtico derroche de esfuerzo y tensión social solamente para demostrar que, de hecho, podía abrir la puerta ella misma. Por supuesto, yo sabía que era capaz de hacerlo, pero nosotros sujetapuertas tenemos esa noción de que sostener la puerta para otra persona es un simple signo de respeto hacia la dignidad del prójimo, y no un comentario implícito sobre su capacidad.

He tenido unas cuantas experiencias similares y, aunque no han impedido que continúe sujetando puertas, sí he constatado que pueden hacer que uno se vuelva receloso llegado el momento. El hecho, llano y simple, es que cuando  alguien te sujeta la puerta, todo lo que tienes que hacer es decir “gracias”. Y por favor, da las gracias, porque muchas personas no lo hacen.

Agradecer que alguien te sujete la puerta es una cortesía social tan básica como el acto mismo de aguantar la puerta.  Es como una pequeña interacción pregunta-respuesta, lo cual podría explicar por qué hay gente que ya no sujeta la puerta. Si estuvieras jugando a Marco-Polo en una piscina y nadie respondiera “¡Polo!”, ¿cuánto tiempo seguirías dando vueltas con los ojos cerrados?

No hay mejor manera de hacer saber a un perfecto desconocido que reconoces su humanidad que sujetarle la puerta para que pase. Asimismo, no hay mejor forma de reconocer la humanidad de alguien que está siendo cortés que darle las gracias. Son los equivalentes sociales de decir “¡Qué bien que existes, oye!”, según recomendaba el papa Benedicto XVI en su Teoría de los principios teológicos. El gesto dice “Te veo” y nos recuerda que todos habitamos en este planeta y en nuestras comunidades, todos juntos.

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