La sabiduría de este sacerdote del siglo XVI está de especial relevancia hoy día.A veces miro mi calendario y me echo a temblar. Está lleno de citas que se solapan y de dobles compromisos. Mi pulso se acelera con solo ojearlo, pero la vida sigue y el calendario sigue lleno me guste o no. Es muy fácil afirmar que a medida que nos acercamos a la temporada festiva necesitamos bajar el ritmo, dedicar tiempo al silencio y a la oración y a encontrar ratos para el ocio.
A todos nos encantaría poder hacerlo y, sin duda, probablemente mejoraríamos si tomáramos diferentes elecciones sobre cómo usamos nuestro tiempo. Pero no podemos dejar nuestros trabajos, dejar de llevar a nuestros niños a su entrenamiento de fútbol, dejar de hacer la colada y la compra y luego retirarnos a un monasterio (o a las Bermudas) a un retiro permanente.
Soy sacerdote, así que quizás te sorprenda descubrir que a menudo terminamos llenando demasiado nuestro calendario y quedando tan ocupados que ni siquiera tenemos tiempo de calidad para orar. San Carlos Borromeo, un obispo de la Italia del siglo XVI, describe las quejas que escuchaba al respecto: “Otro sacerdote se queja de que en cuanto llega a la iglesia (…) la mente se le inunda con miles de pensamientos que lo distraen de Dios”.
Si ni siquiera los sacerdotes pueden escapar al agujero negro del de un horario ajustadísimo, ¿qué esperanza queda a los demás? ¿Cómo podemos bajar el ritmo y valorar cada momento antes de que se vaya volando?
Carlos ofrece consejos buenos y realistas que yo personalmente agradezco porque no consisten simplemente en recortar la actividad del calendario. La idea de base es bastante simple: cuando te prepares para cada día, piensa en lo que estés haciendo, en por qué lo haces y considera todas las partes de tu día como una actividad espiritual. La meditación, dice Carlos, es “ver” con nuestros corazones, y cuanta más atención pongamos a vivir cada momento, más beneficios recibimos.
Aquí tienes algunos de sus consejos prácticos para hacer de la meditación una parte de la vida diaria.
Pasa una parte del día en silencio
Quizás te pueda parecer algo imposible porque ya hemos admitido que no tenemos tiempo de sobra en nuestro horario habitual. Carlos es consciente de ello, y aun así dice que, aunque pasar tiempo en una silenciosa iglesia es lo ideal, también hay muchas otras opciones.
Cualquiera “puede hacer su meditación en casa o en el campo; quizás incluso la haga en la carretera o en el trabajo…”. Todos tenemos tiempo por la mañana mientras nos preparamos para el día o en el coche durante la ida y vuelta del trabajo a casa; quizás ese sea un buen momento para apagar la televisión o la radio y disponer de cierta calma para reflexionar sobre el día.
Carlos dice que cualquier momento que dediquemos a la meditación es mejor que ninguno, así que no creas que el tiempo que tengas disponible, por poco que sea, no es suficiente para empezar.
Planifica
Si nuestros horarios regulan nuestras vidas, quizás podríamos convertir eso en nuestro beneficio. Haz un esfuerzo deliberado para incluir tiempo de meditación en el calendario. Carlos recomienda la mañana, si es posible, porque ayuda a lo largo de todo el día.
Si el rato que usas normalmente para ir de casa al trabajo y viceversa de repente lo asignas intencionadamente como “tiempo de silencio”, quizás sea precisamente esa pizca de motivación que necesitas. El otro beneficio de planificar la meditación es que nos obliga a hacerlo cuando no tenemos ganas porque estamos estresados o distraídos… precisamente el momento en que es más necesaria.
No dejes fuera ninguna parte de tu vida
La meditación puede incluir la lectura de un libro espiritual, el rezo de un Rosario o similares, pero no tiene por qué ser expresamente algo religioso. Carlos nos anima a considerar toda actividad que tengamos planeada para el día, ya sea trabajo, una afición, estar con familiares o amigos, como una oportunidad para meditar. Tómate tiempo para pensar en lo que haces y en por qué lo haces.
Carlos lista unos cuantos beneficios que se derivan: “Las ventajas de la meditación consisten no solo, ni tampoco tanto, en reflexionar gravemente sobre verdades divinas, sino en provocar los afectos, en orar y en resolver: estos son los tres frutos de la meditación”.
Lo que quería decir con esto es que la meditación puede ayudarte con tu vida de oración, pero también puede ayudarte emocionalmente y a la hora de tomar decisiones sabias. También menciona que puede ayudar a formar una “buena resolución”.
Para mí, esto ha sido especialmente cierto cuando sé que voy a estar en presencia de alguien con quien me cuesta llevarme bien. Medito sobre ello por la mañana y me preparo con antelación para ser amable y paciente. De otro modo, el momento me pilla por sorpresa y caigo en malos hábitos.
Al poner en práctica sus consejos, dice san Carlos Borromeo, todos los aspectos de nuestra vida se convierten en una “obra de amor”. Esto es cierto independientemente de lo ocupado que esté nuestro calendario. No necesitas renunciar a ciertas partes de tu vida. En vez de bajar el ritmo, practica la plena consciencia y ve lo hermoso que puede ser cada momento de la vida.