La educación que reciben de sus padres es el factor más importante en el desarrollo de su personalidadHoy las parejas con tres hijos representan tan solo el 4% de la población y las que tienen uno, el 30%. Las españolas por ejemplo han retrasado la edad de maternidad a los 31 años. Son, junto con italianas y holandesas, las mujeres de la UE que más tarde tienen descendencia.
Desde los años 50, cuando empieza a planear en el horizonte la idea de una sociedad de hijos únicos, abundan los estudios empíricos, sobre todo con adolescentes, para valorar en el tiempo lo que significa ser unigénito.
Los padres que eligen tener un solo hijo lo hacen por problemas económicos, por las dificultades de conciliación de la vida laboral-personal, por la separación de los progenitores, porque son un matrimonio tardío o por dificultades de fertilidad.
Su decisión no afecta al desarrollo emocional de los hijos. Este no viene determinado por el número de hermanos sino por la educación, los valores recibidos y el tipo de vínculos que se establecen.
Algunos padres temen ser tachados de egoístas y pueden sentirse culpables por no tener más hijos. Ser unigénito no es negativo si se establecen pautas saludables. Otros padres vuelcan sus ansiedades y temores en su hijo y lo sobreprotegen, creando un mundo burbuja que les hace inseguros, o realizan tareas que deberían hacer por sí mismos.
Hay adultos que prestan mayor atención (y presión) a su hijo porque albergan expectativas, sin escuchar las necesidades y personalidad de su retoño, favoreciendo que el niño se vea obligado a cumplir sus deseos. O bien le tratan como un objeto precioso sin límites: son los niños mimados, tan centrales que entorpecen la relación de sus padres como pareja.
Como psicólogo, para evitar estas consecuencias me gustaría ofrecer a los padres de hijos únicos que los quieran recibir algunos consejos básicos con respecto a este asunto:
- Ofrezcan al niño lo antes posible un entorno infantil de amigos y actividades donde aprenda a tolerar la frustración y a desarrollar la generosidad.
- Eviten involucrarlo en asuntos de los padres o convertirlo en confidente.
- No traten de resolver sus carencias -como pudo ser el no tener hermanos- a través del hijo.
- No le hagan sentir incompletos por ser hijo único. Explíquenle que hay familias diferentes y que todas pueden ser positivas si las personas se tratan con cariño y respeto.
Durante muchos años se pensó que los hijos únicos inevitablemente serían niños egoístas, difíciles y que tendrían menos práctica manejando conflictos con sus pares. Al crecer solos con dos adultos siempre pendientes de ellos tendrían una alta posibilidad de volverse egoístas y autocentrados. También se pensaba que serían niños que no sabrían compartir ni socializar con los demás.
Hoy en día los estudios muestran un panorama más alentador para el hijo único. El hijo único en realidad no es más autocentrado que ningún otro, ni menos competente en el manejo de los conflictos. Resulta que esa rivalidad entre hermanos no es necesaria para ayudarlos a resolver problemas. El tener compañeros de clase y –en general– amigos cumple la misma función.
Los hijos únicos han demostrado tener una inteligencia más alta, al igual que una mejor ejecución escolar. También, parece ser, tienen una muy buena autoestima. Todo esto sería causa de que los padres, al tener un solo hijo, lo estimulan más intelectualmente, pasan más tiempo con él y, por lo común, el hijo único vive en un ambiente muy enriquecido por los adultos.
Ciertamente también hay estudios que revelan que para los hijos únicos es más difícil compartir sus cosas, llámense juguetes o ropa, porque tienen el control total sobre los objetos y, al ir a otras casas donde les toca compartir, suelen sufrir más que los niños que tienen hermanos.
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En resumen, la psicología no está para decirle cuántos hijos ha de tener pero sí para asegurarle que ser hijo único no es un defecto congénito y para ayudarle a aliviar la culpa. Los hermanos de sangre no son los únicos que podemos tener a nuestro lado. Están nuestros hermanos de amor, aquellos que elegimos en la vida y que sólo tienen la particularidad de haber nacido en otra casa.
Los psicólogos hemos visto en la práctica que los niños con hermanos manejan mejor las situaciones de la vida. Pasar por un divorcio o una pérdida importante en la familia se hace más fácil y llevadero con la compañía de un hermano que siente lo mismo que uno.
La educación que reciben de sus padres es el factor más importante en el desarrollo de su personalidad. Aunque este aspecto es igual para aquellos niños que si tienen hermanos, los padres no se comportan igual en ambos casos.