Consecuencias de la ola de solidaridad del pueblo mexicanoUn lema, una invectiva, una proclama, ha salido de este terremoto del 19 de septiembre de 2017: “¡Fuerza, México!” No se conocía antes: fue un grito popular ante los escombros. El coraje contenido por años de corrupción política. Son los jóvenes los que levantan el puño. Y todos corean con ellos el mismo estribillo. Y cuando trabajan sobre las casas destruidas, los edificios hechos añicos, los bloques de cemento y varilla que esconden vidas preciosas, cantan, ni más ni menos, “Cielito lindo”.
El periodista estadounidense Patrick J. McDonnell ha cubierto este terremoto y publicó un reportaje intenso en el periódico Hoy en Los Ángeles. En él dice que, junto con el sentimiento de aprehensión que se vive en la Ciudad de México (por volver a la casa, al trabajo), “el terremoto de la semana pasada ha provocado un extraordinario despliegue de orgullo y pasión nacionalista, en algunos casos literalmente agitando la bandera. La gente parece obligada a proclamar su mexicanidad”.
En un país donde décadas de gobiernos corruptos y de impunidad oficial han alimentado un profundo sentido de escepticismo, una desconfianza hacia la esfera pública y una dependencia de la familia más que de la comunidad, los jóvenes han desplegado un trabajo intenso, casi titánico, escribe McDonnell. Quizá alimentados por los recuerdos de sus padres (ellos no vivieron el temblor de 1985, también un 19 de septiembre, que dejó más de 10,000 muertos) o quizá hartos de la sinrazón política que se vive en el país, lo cierto es que los mueve un deseo intenso de “hacer algo es palpable”.
“El torrente de donaciones y el diluvio de ayuda se han transformado en un sentimiento de patriotismo, tanto en las calles como en las redes sociales”, señala en su reportaje McDonnell. Más adelante agrega algo fundamental: que el si bien el sentimiento ani-Trump “ha unido a los mexicanos en cierto grado”, no lo ha hecho, ni de lejos, “en la medida en que lo ha hecho este terremoto”.
El mexicano –continúa diciendo McDonnell—ha roto sus propios estereotipos oscuros, como, por ejemplo, el ser “insensibles e indiferentes al engaño”. Los prejuicios han volado hechos pedazos, las ideas preconcebidas “han caído rápidamente en el camino”. Para muchos mexicanos, como el actor Eugenio Derbez, lo que ha nacido es “otro México”; un país con orgullo de su propia solidaridad; “un país en el que quiero vivir”, dijo Derbez en un reciente video puesto en su perfil de Facebook.
Intelectuales, como el director de la célebre revista Letras Libres, Enrique Krauze, han lanzado iniciativas (como la de que las grandes empresas adopten un pueblo o una comunidad de Oaxaca o Chiapas) y los comerciantes han robado protagonismo a los políticos que se pelean, unos y otros, por “salir en la foto”. Más aún, los jóvenes les han robado –sin pretenderlo—cámara a todos.
Este es el momento de México. El propio Krauze lo ha puesto en blanco y negro en un reciente artículo publicado por The New York Times en Español. Ahí, quien trabajó durante muchos años, hombro con hombro, con Octavio Paz, especula que quizá ahora, tras conocer las imágenes de solidaridad mexicana que han recorrido al mundo, “algunos simpatizantes de Donald Trump hayan comenzado a reconsiderar el concepto vejatorio y absurdo que su presidente les trasmitió sobre México como el país de bad hombres, de asesinos y violadores’”.
En un párrafo esencial, sobre todo frente al racismo que, por desgracia, impera en buena parte de Estados Unidos, Krauze señala que, tal vez, “al contemplar la marea humana que, sin distinción de origen, color, religión o clase, acude en auxilio de los damnificados, busca sobrevivientes entre los escombros de los edificios caídos, organiza centros de acopio, recorre con víveres y medicinas Ciudad de México y los pueblos afectados, ese votante de corazón duro y hondos prejuicios raciales tenga otros ojos para mirar a los mexicanos que lo rodean”.
Otro gesto que se ha vuelto viral es el del puño levantado en señal de silencio. En las excavaciones para encontrar sobrevivientes entre los escombros, cuando parecía escucharse un grito pidiendo ayuda, “el clamor de la excavación rápidamente da paso a un silencio como de iglesia”, escribe McDonnell. Y de ese silencio, el puño levantado ha pasado a ser “como un símbolo generalizado de solidaridad y, a veces, un rechazo a la clase política del país”.
“Al gobierno corrupto de México”, escribió Sofía Niño de Rivera en un mensaje de Twitter. “Puños para ti. Cállate, deja y déjanos mostrarte cómo se hace”. El gobierno ha tomado nota, especialmente con las elecciones nacionales programadas para julio de 2018. Una nueva sociedad nace de entre los restos de casas, edificios, iglesias. Una sociedad consciente de su fuerza.
“¿A qué conducirá la marea actual? Imposible saberlo. Confío en que México se reconstruya como una sociedad más participativa y alerta, que corrija los males atávicos como la pobreza y la desigualdad, y combata la corrupción, la delincuencia y la impunidad a través de las instituciones democráticas que estos jóvenes, buenas mujeres y buenos hombres, tomen a su cargo”, termina diciendo Krauze..