Investigación de un icono católico hispano: Se están derribando sus estatuas y Stanford quiere eliminar su nombre
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El gobernador de California Jerry Brown (demócrata), llamó a Junípero Serra, el primer santo hispano de los Estados Unidos, “uno de los innovadores y pioneros” de la historia de California. De similar forma, el obispo Robert McElroy, de la diócesis de San Diego, calificó a Serra de “figura fundacional” de California.
Sin embargo, no todo el mundo admira a Serra.
Durante los mismos preparativos para su canonización en septiembre de 2015, el senador del Estado de California Ricardo Lara propuso retirar la estatua de Serra de la Sala Nacional de las Estatuas en el Capitolio de los EE.UU.
Desde dicha canonización, las estatuas en recuerdo del franciscano del siglo XVIII que trajo el cristianismo católico a California han sido víctimas de vandalismo en cinco ocasiones: en Monterrey, dos veces en Carmel, en Mission Hills y, más recientemente, en la Antigua Misión de Santa Bárbara. Las puertas frontales de madera y una pared lateral de la Misión de Santa Cruz fueron pintadas con spray rojo con el mensaje “Serra santo del genocidio”. En la universidad de Stanford hay un movimiento que aboga por eliminar del campus toda referencia a Serra.
Casi inmediatamente después del anuncio del papa Francisco sobre la canonización en enero de 2015, muchos medios de comunicación, tanto católicos como generalistas, lo calificaron de polémico; o se está a favor de Serra o se está en contra. Sin embargo, la historia de Serra tiene matices claroscuros.
Cuando Serra llegó a California, era un anciano con una única intención: acercar a Cristo a todo aquel a quien encontrara. Hacia al final de su vida, ya había aprendido las lenguas nativas para evangelizar mejor. Escribió lo que sería recordado en la historia como la Carta de Derechos de los nativos. Sin embargo, también era un hombre de su tiempo, usaba la autoflagelación como forma de penitencia y defendía el castigo corporal, acciones insólitas para nosotros hoy en día. Una vez dijo al gobernador del territorio que si los nativos le mataran, deberían ser perdonados e indultados.
El sistema de misiones continuaría durante otros 50 años después de la muerte de Serra en 1784. El escritor Gregory Orfalea sostenía en un artículo reciente en The Tidings que fue después de Serra cuando empezaron a empeorar las cosas. Todo lo necesario para darse cuenta uno de que Serra no era ningún monstruo es leer sus propias palabras.
Una vez bajo gobierno secular, las misiones cayeron en el abandono y los Indios de Misiones fueron ignorados. En 1848, los estadounidenses empezaron a llegar en multitud y en 1850 llegaría la creación del Estado de California. Los nativos “se interponían” en el camino del denominado progreso y de ahí resultó lo que constituyó un genocidio.
La actual controversia en relación a Junípero Serra se arraiga en el primer “pecado original” de nuestra nación, el indiscutido genocidio de los pueblos nativos. El investigador Barry Pritzer calcula que a principios del siglo XIX había 200.000 nativos californianos. A finales del siglo quedaban 15.000. Es cierto que una mayoría de los nativos californianos que entraron en contacto con los misioneros y terminaron convirtiéndose murió a causa de la exposición a enfermedades para las que no tenían defensas, pero la práctica aniquilación de los nativos californianos llegó durante la Fiebre del oro a manos de los buscadores de oro, los forty-niners de 1849, y con el consentimiento del gobierno de California.
Algunos han acusado a Serra de cómplice de esclavitud. Según los investigadores James Sandos y George Harwood, las misiones fueron diseñadas para atraer, no para destruir. Tras aprender la esencia de lo que significaba ser un católico español, exigieron a los Indios de Misiones de California que trabajaran como los españoles. Para abandonar la misión había que pedir permiso. Si uno no regresaba en el día prescrito era considerado un “desertor”. Gregory Orfalea calcula que entre un 5 y 10 por ciento, de hecho, sí abandonó la misión.
Por último, unos pocos sostienen que Serra era excepcionalmente cruel. Es cierto que Serra permitió el castigo corporal para los “desertores”, pero solo bajo su atenta supervisión. Dan Krieger, profesor emérito de la Universidad Politécnica Estatal de California, explicó que se usaban gruesos látigos de cuerda que rara vez atravesaban la piel. En este caso, Serra era un hombre de su tiempo. A ojos de la sociedad española de entonces, el uso de la disciplina física era un acto moral.
Antes de la canonización de Serra, la Iglesia católica hizo sus deberes. Los procesos del tribunal eclesiástico para valorar la santidad de Serra empezaron el 12 de diciembre de 1948. Las pruebas presentadas contenían 2.420 documentos (7.500 páginas en total) de los escritos de Serra, 5.000 páginas de material escrito sobre él por aquellos que le conocieron y testimonios de personas inspiradas por su vida. El resumen de los resultados se recoge en una Positio (una exposición de la posición sobre las virtudes): la posición sobre la causa de Serra tenía 1.200 páginas. Las pruebas impulsaron al papa Francisco a compartir con seguridad en la homilía de la canonización de Serra, el 23 de septiembre de 2015 en Washington, D. C.: “Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado”.