Es normal paseando por Roma, ver siempre gatos en los lugares históricos, es más, es parte del conjunto cultural romano, tanto como para dedicarles una calle en una de las arterias principales del centro histórico, y en un principio una plaza que con el tiempo cambió el nombre.
Plaza, calle y hasta una imagen de la Virgen es dedicada a una felina en particular, en agradecimiento por su gesto heroico.
Un niño salvado
Dice la tradición romana que un día como tantos una gata merodeaba por la cornisa de un edificio cuando encontró a su paso a un pequeño niño. Dándose cuenta del gran peligro por el que pasaba el pequeño, comenzó a maullar y maullar hasta que alertó a su madre que acudió enseguida antes de que el intrépido niño se precipitara al vacío.
Para recordar este hecho, hicieron colocar una estatua de mármol representando una gata, que provenía de uno de los templos paganos de la zona, dedicado al culto egipcio a Isis y a su esposo Serapis. Quizás esta gata representaba a Bastet, quien era la diosa gata protectora del hogar y de la maternidad.
Otra leyenda dice que en realidad la gata fue colocada en la cornisa porque muestra con su mirada el lugar donde se halla un tesoro. Hasta ahora nadie ha encontrado el, tesoro. O tal vez sí, ya que si se sigue con atención su mirada indica la Biblioteca Rispoli, y los libros claro está, son verdaderos tesoros.
Hoy la calle donde se encuentra el edificio con la gata lleva el nombre de “Via della Gatta”, así también se llamaba la plaza circundante que con los años cambió de nombre a Plaza Grazioli.
Y siempre en un ángulo de Via della Gatta, a casi 50 metros de la estatua se encuentra la imagen de una Virgencita de la Inmaculada Concepción que acaricia dulcemente una gata, imagen bastante particular.