“Una pena con esperanza, una pena con horizonte”El video del papa Francisco dirigido a los presos de la cárcel de Ezeiza, en la Argentina, participantes de un taller de música, es sólo una de las iniciativas que distintas universidades y entidades llevan adelante en distintas prisiones mirando, como expresó el papa Francisco, a la reinserción social.
Además de este taller de música al que hacía referencia y sobre el que ya hemos informado en Aleteia, en ese penal de Ezeiza la Universidad de Buenos Aires acompaña presos con carreras de posgrados y otros talleres.
Desde 1986, la Universidad de Buenos Aires (UBA) ejecuta un centro universitario en la cárcel de Devoto, que luego extendió subsedes a otras dos cárceles, entre ellas la de Ezeiza, con la que se comunicó el papa Francisco. En ellas se dictan carreras universitarias como Derecho, Sociología, Letras, entre otras, además de talleres y actividades educativas complementarias.
Uno de los talleres más concurridos es el de escritura, y de hecho en torno a sus actividades se organizará en octubre el IV Encuentro Nacional de Escritura en las cárceles. En los casos de las carreras universitarias, el programa les permite incluso terminar la carrera en libertad si es que ésta les llega antes de que la concluyan en prisión.
Según datos del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena, el 47% de los presos en cárceles argentinas entre 2008 y 2013 accedió a algún tipo de instancia educativa dentro de la prisión. Cerca de un 40% de los que accedieron a un programa formativo en ese período lo hicieron para completar su educación primaria, y una cifra apenas menor para completar la educación secundaria. Un 6% accedió a programas universitarios o terciarios, mientras que un 14% a programas de educación no formal.
De acuerdo a un estudio de la UBA y la Procuración Penitenciaria de La Nación publicado en 2015, la tasa de reincidencia de los presos que estudian una carrera en prisión es casi tres veces más baja que la de los presos que no estudian. Las estadísticas indican que el 15% de los que estudian regresan a prisión tras volver a delinquir, mientras que entre aquellos que no estudian la cifra es del 40%.
Recientemente, se formalizó un acuerdo de estudios en las cárceles de la provincia de Santa Fe con la Universidad Nacional de Rosario, y algunos jóvenes que acceden a esos programas dieron testimonio de su transformación con el estudio.
“A mí me pasó que siendo adolescente llevé una vida… desordenada. Robé, delinquí. Y me di cuenta encerrado que eso estaba mal. Entonces elegí estudiar trabajo social para ayudar a un adolescente que esté perdido como estuve yo, para evitar que se dé cuenta recién después de tres o cuatro años encerrado que estaba mal lo que hacía”, testimonió un joven preso al diario La Capital, de Rosario.
Otras universidades también tienen una presencia importante en sus zonas de influencia. Tal es el caso de la Universidad Nacional de San Martín, en el Gran Buenos Aires, que incluso cuenta para sus programas en prisión a un premio Nobel en su claustro. En tres ocasiones, el sudafricano John Coetzee visitó a los presos participantes de un taller de la cátedra “Literaturas del Sur” en el Penal de José León Suárez.
En ocasiones, los talleres se orientan a actividades solidarias, que además los capacitan en oficios para el momento de recuperar la libertad. Tal es el caso de dos penales de la provincia de Buenos Aires en los que presidiarios realizan ejemplares de libros y material educativo en braille para ser donado a niños de colegios sin recursos. Es en los penales de Dolores y Campana.
Aunque los talleres y programas formativos no tengan como objetivo específico la disminución de la reincidencia, sus contribuciones hacen mucho más que prepararlos para una reinserción social definitiva. Los ayuda a cumplir, en palabras del Papa, una “pena con esperanza, una pena con horizonte”.