Su presencia es muy importante para la vida familiar, especialmente para los nietos que pasan tiempo con ellos
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Existe un famoso refrán que dice “en la casa de la abuela, todos los días son domingo”. Pueden darle todos los gustos sin tener que sufrir las consecuencias. ¿Es un derecho inalienable de los abuelos malcriar a sus nietos?
En cierta medida, sí. Han cumplido con sus obligaciones y ahora se han ganado el cómodo trabajo de “malcriar”. Lo importante es tener pautas sensibles y claras que todos se comprometan a respetar.
¿Por qué los abuelos deberían tener cierta libertad para malcriar?
Si los abuelos no ven mucho a sus nietos, estos definitivamente deberían tener más libertad de “malcriar”. Hay casos en los que los abuelos viven lejos o por diferentes causas no pueden verse regularmente con sus nietos, limitándose los encuentros a dos o tres veces por año, en las fiestas o en ocasiones especiales.
No pueden malcriar, pero los padres deberían darles todas las oportunidades para que lo intenten. Si se pierde una siesta o se pasa la hora de irse a la cama cuando los abuelos están de visita uno o dos días, o si lo tratan como si fuera de la realeza – más de lo a los padres les gustaría- habría que dejar que los niños disfruten del tratamiento especial de los abuelos. Los niños volverán pronto a su rutina normal después de la visita.
Con respecto a los abuelos que viven cerca, la situación podrá ser más difícil, pero aun así los niños aprenden rápidamente que las reglas cambian según el territorio: pueden esparcir toda la comida sobre la mesa en la casa de la abuela, pero no en la suya.
Por eso, los abuelos siempre tienen cierta libertad de acción en algunas áreas. Los abuelos pueden mimar (sí, malcriar) a sus nietos con un poco más de todo: amor, tiempo, objetos materiales. Pero no al punto de que esta dedicación viole regularmente las reglas de los padres.
Ciertas reglas que los abuelos deben respetar
Como los padres son quienes conviven con sus hijos todo el día, son ellos quienes deben decidir las reglas en las cuestiones más importantes. Y los abuelos, ya sea que estén lejos o cerca, deben cumplir esas reglas aunque no necesariamente estén de acuerdo.
La hora de acostarse, el consumo de azúcar, la comida chatarra en la dieta, cuánto tiempo de televisión se les permite ver. Si los padres quieren mantenerse firmes con cada una de sus reglas, deberían permitir que los abuelos negocien algunas concesiones de vez en cuando.
Pero si los abuelos sobrepasan los límites de lo que es justo que hagan, si ignoran o violan abiertamente todas las reglas que los padres establecen concienzudamente, es hora de hablar claro. Con amor y discreción los padres pueden explicarles cuánto desean que ellos pasen tiempo con sus hijos, pero cómo al violar las reglas acordadas los pueden confundir, alternar sus horarios y el equilibrio familiar.