En esta etapa cosechamos lo que sembramos en la niñez de nuestros hijos
Para tener una relación “sana” con nuestros hijos adolescentes lo ideal es comenzar a hacerlo desde que son pequeños. Sin embargo, si no lo hiciste desde antes y ahora ya son adolescentes aún hay esperanza de que esa relación mejore y que cada día sea mejor.
Los padres no somos expertos en serlo porque no existe un instructivo como tal. Afortunadamente hoy en día sí existen escuelas para padres y muchas ayudas externas para poder con esta educación. Es importante estar al día e invertir tiempo, dinero y mucho esfuerzo en buscar fuentes idóneas y apoyos para educarnos en cómo ser los mejores papás para nuestros hijos.
Te comparto algunos puntos para que puedas mejor la convivencia con tus hijos adolescentes:
1. Cuidar las sanas costumbres y las formas desde el hogar porque a la corta -y a la larga- serán hábitos que convengan.
Llegas – Saluda
Te vas – Despídete
Recibes un favor – Agradece
Prometes – Cumple
Ofendes – Pide perdón
No entiendes – Pregunta
Tienes – Comparte
No tienes – No envidies
Ensucias – Limpia
Tiras – Recoge
No le toleras – Respeta
Amas – Muéstralo
No vas a ayudar – No estorbes
Pides prestado – Devuélvelo
Te hablan – Contesta
Enciendes – Apaga
Abres – Cierra
Compras – Paga
2. Seamos ejemplares y modelos a seguir. Hay 3 principios para educar: el ejemplo, el ejemplo y el ejemplo. Este es básico porque por medio de él enseñamos lo que realmente somos. Si nosotros pedimos algo a nuestros hijos debemos cerciorarnos de que lo mismo que les estemos pidiendo lo estemos dando.
Pedimos que no griten, no gritemos
Pedimos respeto, respetemos
Pedimos consideración, consideremos
Pedimos que nos escuchen, escuchemos
Pedimos que sean ordenados, vivamos el orden
Pedimos que compartan, seamos generosos
Pedimos que sean valientes, vivamos sin miedos
Es importantísimo que comprendamos que los hijos aprenden lo que viven y que eso mismo será lo que más adelante sean sus valores y estilo de vida. Modelemos las virtudes que queremos que nuestros hijos sigan.
Si nuestros hijos viven con crítica aprenderán a condenar.
Si nuestros hijos viven con seguridad aprenderán a tener fe y confianza en ellos mismos y por ende en el mundo.
Si nuestros hijos viven con hostilidad aprenderán a pelear y a resolver los conflictos a la “mala”.
Si nuestros hijos viven con aceptación aprenderán a amar y a crecer con una autoestima sana.
Si nuestros hijos viven con miedo aprenderán a ser inseguros y aprensivos.
Si nuestros hijos viven con límites aprenderán a ser seguros.
Si nuestros hijos viven con reconocimiento aprenderán a tener una meta y a llegar a ella.
Si nuestros hijos viven con vergüenza aprenderán a sentir pena por sí mismos.
Si nuestros hijos viven con la aprobación aprenderán a quererse a sí mismos.
Si nuestros hijos viven con celos aprenderán a sentirse culpables.
Si nuestros hijos viven con protección aprenderán que el mundo es un lugar hermoso y seguro donde vale la pena vivir.
Papás, debemos ser ejemplo porque todo lo que hagamos y digamos será imitado por nuestros hijos. Muchas veces imitarán aquello lo que no deben imitar. ¿Y qué hacemos? Nos enojamos con ellos en vez de enojarnos con nosotros por lo que vemos nuestro en ellos. Es decir, nos molesta en ellos lo que en realidad debería molestar ver en nosotros. Los ejemplos de integridad, justicia, autodominio y demás se aprenden de los padres.
Los padres modelamos el cómo vivir. Es por eso que en todo nuestro actuar, hablar y proceder hay que dejar precedente y que nuestros hijos piensen -aunque no lo expresen-: “quiero ser como tú”.
Como papás necesitamos trabajar con integridad y que detrás de cada acto busquemos únicamente primero el reconocimiento de Dios y luego de nuestros hijos, nunca el del mundo. Nuestros adolescentes están una continua búsqueda de modelos a seguir. Entonces, por qué tienen que buscar afuera modelos cuando en casa pueden tener los modelos perfectos.
La educación de los hijos es tarea -obligación- de ambos padres y no solo de uno. Eso de que la mamá se quedó en casa y el padre sale a trabajar y, por eso, no está involucrado en la educación es muy peligroso y riesgoso para el desarrollo integral de los hijos.
Ningún padre tiene derecho de evitar su posición de influencia en el hijo apartándose de él y dejando toda la responsabilidad al otro. El ejemplo tanto de papá como de mamá es el fundamento de la influencia de nuestros hijos.
Si estamos ausentes, si solo trabajamos y no estamos, si llegamos sólo a regañar, si desquitamos cosas sin escuchar sus versiones estamos dejando de educar.
El apoyo del papá hacia la mamá es importantísimo porque eso hace que el amor sea visible del padre hace la madre y la mujer que se siente amada funciona mejor.
3. Formas de demostrar el amor. Debemos cuidar las formas de demostrarles cuánto los amamos, siempre con una actitud cariñosa llena de ternura. Siempre hay que dirigirnos a ellos de una forma afectuosa, amable y cortés. Se vale que les digamos frases como: “Por favor, mírame a los ojos y escúchame porque deseo ser una mejor mamá para ti”.
Está comprobado que el adolescente crece más sano en un hogar con una madre cariñosa. Mamás, hay que mostrar una actitud cariñosa para todo, hasta para corregir. Educando en el amor y el ejemplo podremos generar adolescentes manejables.
Estas son las frases que nunca deben de faltar en la familia:
Gracias a Dios por ser mi hijo
Te amo
Te admiro
Gracias
Te extraño
Perdóname, me equivoqué
Ayúdame, te necesito
Te escucho. Háblame de ti
Eres especial
4. En casa todos cooperamos. Hay que tener sentido común para pedir la colaboración de todos en el hogar de acuerdo a sus capacidades y horarios. Todos tenemos responsabilidades aunadas a libertades. ¿Quieres tener tu ropita sin arruguitas? Entonces ven, te enseño a planchar.
5. Ejercer sabiamente nuestra autoridad. Hay que hablar de límites claro y de sus consecuencias cuando no se cumplan. Los límites se ponen por amor para que los hijos sientan seguridad. Como padres nosotros también los cumplimos. Los hijos que crecen sin límites se desarrollan con muchos miedos e inseguridades.
Nuestros hijos adolescentes son un fiel reflejo de nosotros. Son uno de los mejores maestros que tendremos en la vida. En ellos se reflejan nuestros verdaderos valores y áreas de oportunidad. Recordemos que no estamos solos en esto y que Aquel que nos confió a nuestros hijos siempre está a nuestro lado para ayudarnos a ejercer esta maravillosa encomienda de una forma recta y, mejor aún, santa.