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Cuando entregas por amor siempre ganas

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 05/07/17
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Si sigo a Jesús encontraré siempre agua para calmar mi sed

Mi vida no puede ser igual estando con Jesús que estando sin Él. Es eso lo que dice: “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que sale de su casa, de sus cosas, de su corazón estrecho. Aquel que renuncia a sus modos de vivir pequeños, a sus formas arraigadas en el alma, a sus deseos más hondos, por amor a Dios, encontrará la vida de verdad. Una vida en libertad.

Las paradojas de la vida cristiana siempre me tocan. Perder la vida para ganarla. Tomar la cruz para ser libre. Morir para tener vida eterna. Dar para recibir a manos llenas. Atarme para vivir en libertad, sin cadenas.

Pienso que es verdad, nunca he tenido tanto como cuando tenía poco que perder. Y nunca he sido tan feliz como cuando me he dado a los demás por encima de mis límites. Nunca fui tan libre como cuando me até a Jesús para siempre. Seguirlo a Él es optar por algo más grande que mi vida. Quiero elegir de nuevo. Quiero vivir de una forma diferente.

A menudo me encuentro con personas que me dicen que no encuentran su lugar. Tal vez se buscan a ellos mismos diciendo que buscan a Dios. No lo sé. Jesús me promete, se lo promete a sus amigos, que perder la vida por amor a Él es encontrar el verdadero sentido de la vida. Y ese es el tesoro escondido en el campo por el que merece la pena darlo todo.

¿Qué significa para mí perder la vida, hoy, en lo concreto? ¿No es verdad que a veces siento que mi vida no tiene sentido, que me falta algo, que otros son más plenos que yo en su camino? Los miro y deseo sus vidas. O me comparo y no me veo tan feliz. Quiero perder mi vida para ganarla.

Jesús sabe lo que hay en mi alma. Y lo que me dice es que siga su camino, que no me complique la vida dándole vueltas a las cosas. Me dice que si lo sigo a Él encontraré siempre agua para calmar mi sed. Me dice que merece la pena perder el corazón por amor a otros. Que sólo cuando doy recibo y sólo cuando pierdo gano. ¡Qué paradoja! Tal vez todo tiene que ver con la misma paradoja del amor.

Leía el otro día: “Perder el equilibrio por el amor a veces es parte de una vida equilibrada”. El que ama es capaz de perder tantas cosas por amor. Renuncia a la paz que antes tenía. Y es capaz de hacer locuras de amor por la persona amada.

Dice una canción de J. Legend: “Dame tu todo a mí. Te daré mi todo. Eres mi principio y mi final, incluso cuando pierdo estoy ganando. Porque yo te doy todo de mí y tú me das todo de ti”.

Un amor equilibrado no existe. Lo doy todo. Me lo dan todo. El amor me rompe por dentro. Me saca de la tranquilidad protegida que tengo cuando no amo. Hoy Jesús me pide que pierda la vida por Él. Me parece que tiene que ver con mi amor.

Muchas veces no soy capaz de perder nada por Él. Y quizás no lo amo tanto como yo mismo quisiera. Me da pena no ser más generoso. Me aburgueso en mi forma de vivir la vida. No amo a Dios hasta el extremo. Y por eso no estoy dispuesto a perderlo todo por Él.

El que pierde gana. El que retiene pierde. Yo busco retener, conservar, guardar. Y al final acabo perdiéndolo todo. Me siento pobre. Me quedo vacío. ¿Qué estoy dispuesto a perder para ganar la vida verdadera? Mi fama, mi nombre, mis seguros, mis vínculos, mis raíces. Esa invitación tiene fuerza en mi alma. Tal vez estoy muy aferrado a mis deseos.

Jesús me quiere por encima de todo eso. Me quiere a mí con un corazón libre. Y sé que cuando pierdo y lo entrego todo, en realidad estoy ganando.

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