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¿Está discriminada la mujer en la mezquita?

MOSQUE
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María Angeles Corpas - publicado el 19/06/17
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A partir de la concreción de la sharía en prácticas rituales se impusieron diferencias en razón del sexo

Sí. Una entrada diferente al varón. Ocultas y cubiertas tras las celosías. La mujer nunca accede a la sala principal de oración, tiene una zona específica para entrar y orar. Y, en el peor de los casos, tampoco se le permite acudir al rezo. ¿Por qué?

Además de la consideración espiritual, hay que tener en cuenta el peso tan diferente que han tenido las prescripciones del Corán, la doctrina de la sharía y el desarrollo del derecho en los distintos espacios del mundo musulmán.

Desde el punto de vista espiritual la mujer en el islam es idéntica al varón, en tanto que criatura de Dios. Numerosos pasajes del Corán les atribuyen iguales derechos y obligaciones morales.

Sin embargo, a partir de la concreción de la sharía (ley islámica) en prácticas rituales, se impusieron diferencias en razón del sexo. En concreto, la de que las mujeres no tenían obligación de acudir a la oración de los viernes en la mezquita. Y si lo hacían, no debían mezclarse con los hombres. También estaban exentas durante la menstruación y el postparto.

Doctrinalmente, la Sura IV “Las Mujeres” (an-Nissa) del Corán establece la preeminencia del varón sobre la mujer.

En la sociedad de la Arabia del siglo VII, la interpretación de los alfaquíes derivó en una práctica continuadamente discriminatoria. Jurídicamente, la mujer es tratada como eterna menor de edad, tutelada desde su nacimiento. Algo que se reforzó en el derecho consuetudinario al considerarla como un bien familiar cuya función es la procreación.

Mientras que una mayoría de musulmanes consideran esta división por razón de sexo como respeto a la tradición, existen grupos que reclaman el derecho de la mujer a rezar allá donde lo hacen los hombres.

Esta es la situación de la mayoría de mezquitas, algo que, según este punto de vista, parece contradecir la consideración espiritual de la mujer como idéntica al varón.

Este cuestionamiento de la tradicional separación de las mujeres en los espacios de oración ha sido respaldado por gran parte de las actuales corrientes de feminismo islámico. Algunas de ellas proceden de ámbitos mayoritariamente islámicos, pero con una huella profunda de la colonización occidental; en otras ocasiones, de comunidades islámicas que se han desarrollado en las sociedades occidentales. En ambos casos, se ha producido una asimilación de sus sistemas legales, especialmente en lo que se refiere a igualdad de género y no discriminación de la mujer.

Figuras relevantes como Fátima Mernisi se han opuesto tajantemente a una visión “machista y totalitaria” que traiciona el espíritu igualitario del islam y las exhortaciones del profeta para que el varón musulmán compartiera todo con su esposa. 

En sintonía con esta interpretación, las corrientes del feminismo islámico sostienen que no existe en los Hadices (dichos y hechos del profeta Muhammad) nada que sostenga esta práctica de separación de sexos en las mezquitas, una costumbre que se fue imponiendo a la par que se instrumentalizaba el mensaje coránico para prefigurar sociedades jerarquizadas y patriarcales.

Finalmente, estas corrientes también coinciden en considerar la mezquita de Muhammad en Medina como un espacio unificado, en que hombres y mujeres rezaban unidos, en tanto que todos formaban parte de la misma comunidad de creyentes.

Asamblea y sala de justicia, este espacio servía como lugar de toma de decisiones colectivas. En este sentido, las mujeres tenían libre acceso, se reunían y discutían sus asuntos, recibían educación, trabajaban y comerciaban.

Para aquellos que priman lo espiritual a lo jurídico, resultaría definitivo que el dicho del profeta, transmitido por ibn Omar y Abu Hurayya “no prohibáis a las siervas de Allah el acudir a la mezquita” pondría en evidencia cualquier tipo de argumento que refuerce tal diferenciación.

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