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Cómo usar el arte sacro para comunicarse con Dios

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Gaudium Press - publicado el 11/06/17
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La lectura de la Sagrada escritura se reemplaza en este caso por la observación de la obra, que requiere prestar atención a los pequeños detalles y estar atentos a la propia impresión que la composición causa

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La Iglesia Católica ha promovido a lo largo de la historia el desarrollo del arte sacro como un importante canal de evangelización y como ayuda a la vida espiritual de los creyentes, en particular cuando se vincula a la celebración de los sacramentos en los templos que contribuyen a elevar el espíritu hacia Dios.

Pero el arte sacro puede también tener una presencia cotidiana en la espiritualidad del creyentes, como lo propone el redactor estadounidense Chris Burne en un artículo publicado en el medio católico Catholic Stand.

Burne afirma que dentro de la Iglesia hay una gran riqueza espiritual y de oración. “Tenemos algo para cada persona en cada nivel de compromiso”, indicó, proponiendo “otra vía que algunos podrían encontrar útil y para disfrutarlo, esto es usar el arte para enriquecer la propia vida de oración”.

Tras recordar la enorme tradición de la Iglesia en disciplinas como la escultura, los vitrales y la arquitectura sacra y su aporte para comunicar las verdades de la fe, Burne recordó que los creyentes que se beneficiaron del arte sacro no fueron sólo los iletrados, sino que muy por el contrario los creyentes más cultos se convirtieron en sus promotores. El arte encontró en la fe su inspiración más elevada y en los miembros de la Iglesia el patronato que requería para ser posible.

Como método de oración con ayuda del arte sacro, Burne propuso una adaptación de la Lectio Divina. Los diferentes pasos de este método de oración pueden ser realizados con la ayuda de una obra de arte sacro: lectura, meditación, oración y contemplación de la obra artística como plataforma hacia las realidades eternas.

La lectura de la Sagrada escritura se reemplaza en este caso por la observación de la obra, que requiere prestar atención a los pequeños detalles y estar atentos a la propia impresión que la composición causa en el observador.

La meditación propone vincular las impresiones de la obra con los demás sentidos y sugiere que quien medita se imagine como presente en la escena, asumiendo uno de los personajes y viviendo lo que ello significa.

Esta reflexión da inicio a otra etapa: la de oración. En este diálogo amoroso con Dios la obra puede inspirar nuevos contenidos y líneas de conversación con el Creador.

Finalmente, el autor propone llegar a la contemplación, superando las circunstancias materiales de la obra y buscando sentir lo que la obra misma comunica a nivel espiritual (consuelo, admiración, etc), involucrando la obra en el diálogo con Dios.

Para encontrar arte digno de emplear en la oración, el autor sugirió visitar los templos (en particular las catedrales) y descubrir las obras de arte sacro que mueven a la oración de forma más poderosa – algunas de las cuales podrían estar en el Vía Crucis o las capillas laterales -, visitar los museos que conservan obras de gran historia y notable perfección técnica y cuyas colecciones pueden ser vistas también a través de internet o visitar las bibliotecas para conocer las obras a través de los libros de arte, los cuales son frecuentemente de gran formato y alta calidad de impresión.

Esta experiencia no sólo enriquece la vida espiritual, sino que ofrece una nueva perspectiva del enorme aporte de la Iglesia a la cultura y el esplendor de la vida.

“La próxima vez que sea confrontado con perspectivas negativas del catolicismo, piense simplemente en la magnificencia dada al mundo por nuestra fe y nuestra Iglesia”, concluyó. “Eso debería ser suficiente”.

Con información de Catholic Stand.
Artículo publicado originalmente por Gaudium Press

 

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