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¿Está cerrado el caso del cardenal Posadas?

Juan Jesús Posadas Ocampo

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Jaime Septién - publicado el 24/05/17
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Fue acribillado hace 25 años en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara

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Hoy 24 de mayo se cumplen 25 años del asesinato que conmovió los cimientos de la Iglesia católica de este país: el que se llevara a cabo en contra del cardenal arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo.

El lunes 24 de mayo de 1993 a las 15:45 de la tarde, tiempo del centro de México, el cardenal Posadas, quien iba a recoger al entonces delegado del Papa Juan Pablo II en México, Girolamo Prigione, fue acribillado en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara.

Aunque han pasado 25 años desde entonces, la polémica sobre este crimen, en el que también muriera el chófer del cardenal y otras personas en el fuego cruzado, el tema de quién y por qué lo mataron sigue vigente.

En verdad, el caso no ha sido cerrado de manera formal. Por un lado la Procuraduría General de la República sostiene la versión de que el cardenal fue ejecutado por sicarios del cártel de narcotráfico Arellano Félix, quienes lo confundieron con Joaquín “el Chapo” Guzmán, líder del cártel de Sinaloa y, por el otro, algunos miembros de la Iglesia sostienen que se trató de un “crimen de Estado”.

Aunque la Iglesia católica mexicana ha seguido de cerca el curso de las investigaciones, a lo largo de los años ha expresado su desacuerdo con las conclusiones de las autoridades, y asegura que el jerarca religioso fue víctima de un complot.

El Procurador General de la República en ese entonces, bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, Jorge Carpizo, dijo que pistoleros de Arellano habían confundido al cardenal con “El Chapo” Guzmán, porque sus coches eran iguales: el mismo modelo, mismo color.

Guzmán, quien no estaba muy lejos de allí con sus pistoleros, respondió el ataque y escapó bajo una lluvia de balas. Minutos más tarde, algunos hombres armados y uno de los hermanos Arellano toaron un vuelo regular a Tijuana.

La Procuraduría no pudo –o no quiso– explicar por qué nadie trató de detener a los rivales de “El Chapo” quienes, incluso, fueron esperados por el avión comercial que partía a Tijuana esa tarde.

Hay demasiadas incógnitas y demasiados cabos sueltos para considerar que la tesis de la confusión (es difícil confundir a un cardenal revestido de tal con un narcotraficante mucho más bajo de estatura y con un rostro absolutamente diferente al de Posadas Ocampo) es la única sustentable.

Muchos piensan que pudo tratarse de un asesinato de Estado. El cardenal recibía a Prigione y tendría algunos informes secretos del nexo con el narcotráfico de algunos funcionarios de alto rango en el gobierno de Salinas de Gortari.

Pero esto nunca ha podido probarse. La mayor parte de los detenidos o están muertos ya o algunos, como “El Chapo” Guzmán han sido extraditados a los Estados Unidos, donde el interés de las autoridades es otro en lo que respecta a sus “confesiones”.

Lo cierto es que este episodio negro en esos años aciagos de México, que coincidieron con el asesinato de un candidato presidencial (Luis Donaldo Colosio) y con el que fuera presidente del Partido en el poder (José Francisco Ruíz Massieu), así como con el levantamiento armado del Ejército Zapatista, ni ha sido aclarado, ni se ha hecho justicia con las víctimas, y, probablemente, así seguirá hasta el olvido.

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