Historias sobre el momento más emocionante en la vida de cualquier persona enamorada en las que sucedieron cosas completamente fuera de lo normal
- Una vez, durante el verano, mi novio y yo estábamos en medio de una tormenta y entramos en una tienda cercana en busca de refugio, y era justamente una tienda de vestidos de novia. La lluvia estaba muy fuerte y tardó mucho en parar. Para evitar el aburrimiento, decidí probarme un vestido de novia. Mi novio me vio con él, lloró de emoción y me pidió matrimonio. Estábamos juntos desde hacía apenas un mes.
- Hoy, después de cuatro años de noviazgo, finalmente pedí que mi novia se casara conmigo. Ella dijo: “Ey, ey, chico, ¿por qué tanta prisa?”.
- El otro día sucedió algo que me agarró completamente desprevenida. Estaba con mi pareja en un pequeño restaurante chino, tan pequeño que no tenía ni baño. Sin embargo, durante la comida, me quedé con ganas de ir al baño. Por eso, dejé de comer y me quedé quieta en la silla. Al mencionar el dolor de estómago y la necesidad de acostarme, convencí a mi novio de volver a casa. Casi había completado la misión, cuando en la puerta de la casa, me di cuenta que no iba a aguantar y, por alguna razón, grité en voz alta: “¡Es hora!”. Desesperadamente, corrí hasta los arbustos cercanos y sufrí una catástrofe. Esta historia terminó al día siguiente, cuando mi novio me pidió matrimonio, diciendo que ya sabía lo suficiente sobre mí para saber que quería estar conmigo el resto de la vida. Él ya tenía intimidad suficiente conmigo para estar seguro de la decisión.
- Aunque trabajo como subdirector en una gran empresa, soy, en el fondo, un excéntrico nato. Por mi profesión, necesito viajar mucho en avión. Cuando el avión está ascendiendo, me entretengo y, al mismo tiempo, entretengo a los pasajeros a mi alrededor, pronunciando en voz alta los números misteriosos de la serie de televisión Lost: 4, 8, 15, 16, 23, 42. Hace un año, durante un despegue en un vuelo entre Moscú y Múnich, dije nuevamente los números, y pude oír a una mujer al lado murmurando: “¡Llegó la hora de la aventura!”. Entonces, le pedí que se casara conmigo.
- En una ocasión, mi novio me dijo: “No marques nada en agosto. Tenemos un evento!”. No marqué nada, pero tampoco entendí nada.
- En la última fiesta de Año Nuevo, escribí un deseo en un pedazo de papel: que mi novio me pidiera matrimonio. En el momento de la décima segunda campanada, prendí fuego al papel, lo puse dentro de una copa de champaña y bebí rápidamente. Mi novio, sabiendo como soy, al menos al principio, era un poco extraña, no le dio importancia al hecho de estar masticando las cenizas. Sacó un anillo del bolsillo, se puso de rodillas… Y yo sólo pude gritar: “¿Ya? ¡Qué rápido!”.
- Le pregunté a mi novio: “¿Si nos casáramos, qué familia piensas que formaríamos?”. Él respondió: “Aún es muy temprano para hablar de eso, estamos juntos desde hace sólo tres meses”. Yo estaba de acuerdo con él, pero internamente, de alguna forma, estaba triste. Al día siguiente, cuando salí para el trabajo, una gitana me abordó de repente, queriendo leer mi futuro. Era una mujer un poco extraña, exageradamente maquillada. Intenté zafarme de ella, pero la mujer continuó persiguiéndome. Entonces le dije: “¿Por qué no me deja en paz?” Y ella respondió con calma, una sonrisa y una voz familiar: “Ok, ok, pero por lo menos llévese su anillo”. Y me entregó una caja con un anillo y una tarjeta: “Seremos una familia feliz…nunca te aburrirás”.
- Decidí pedirle a mi novia matrimonio. Estábamos juntos desde hacía siete años. Llegamos a un restaurante caro. A petición mía, el mesero puso el anillo de compromiso en un pastel. No se pueden imaginar mi sorpresa cuando, al ver el anillo, ella pensó que era del cocinero que lo había dejado caer en la masa durante la preparación. Y fue hasta la cocina a devolverlo.
- Yo estaba tan cansada de esperar que mi novio me pidiera matrimonio, que decidí yo misma hacerlo. Y él respondió: “Lo voy a pensar”. Al día siguiente, de camino a casa, vi una decena de caras duras en moto. De repente, se pararon junto a mí. Uno de ellos, con un ramo de rosas, se arrodilló y me pidió matrimonio. Yo dije. “Quítate el casco por lo menos”. Mientras mi futuro marido se quitaba el casco, el anillo se le cayó de las manos y se perdió. Si alguien pasaba por ahí podía ver a una decena de moteros mal encarados abandonando sus motos, arrastrándose por el suelo y buscando por el asfalto cuidadosamente el anillo. ¡Dios mío, cómo amo a este idiota!
- Mi marido me pidió matrimonio de una forma poco común. Con una certeza injustificada en la voz, él me dijo: Piensa en un número del 1 al 1000. Si lo adivinaba, nos casábamos inmediatamente”. Y este fue el mayor milagro de mi vida, pues adivinó el número a la primera. Me puse muy feliz…
- Yo caminaba con un amigo por el metro, riendo porque, ese día, no se había hecho la barba. Entonces, bromeé diciendo que, con esa barba, diría sí a cualquier cosa que él me preguntara. Él siguió la broma haciendo una serie de preguntas, y yo siempre respondía “sí”. De repente, él se puso serio y dijo… “¿Te quieres casar conmigo?”.
- Mi padre se puso de acuerdo con el recepcionista del hotel para que el funcionario llamara a mi madre y le dijera que necesitaba dejar la habitación. Y mientras mi madre, llorando, intentaba resolver el problema, mi padre llegó en un taxi y un ramo de flores, las llaves de un nuevo departamento y una pedida de mano. Mi madre hasta hoy no sabe que todo aquello fue un plan.
- Mi novio quería pedirme matrimonio de una forma poco común. Él preparó temakis y, en uno de ellos, puso el anillo. Sólo que terminó confundiendo los temakis y se comió el que tenía el anillo.