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La nota pegada en un corcho de tres migrantes salvadoreñas

CROSSING BORDER

Weathered backpack left behind by a migrant in the Sonoran Desert between the USA and Mexico

Jaime Septién - publicado el 09/05/17

Historias y vida de quienes cruzan a diario la fontera del sur de TexasCada día, en el territorio de Texas, se vive un drama humanitario que muy pocos alcanzan a ver. Manny Fernández, encargado de la oficina de The New York Times en Houston, acaba de publicar un amplio reportaje sobre lo que viven algunos de los migrantes que cruzan desde México hacia la frontera sur de Texas, y de aquellos que mueren en el camino y no han sido identificados.

Pero también de las historias como la de tres jóvenes migrantes salvadoreñas que, en junio de 2013, tras cruzar de manera ilegal la frontera entre México y Estados Unidos, se movían a través de la maleza, desesperadas, cuando se toparon con una cabaña en la localidad texana de Encino.

No había nadie adentro y decidieron forzar la puerta. Traían 2,400 kilómetros de camino desde El Salvador. Querían llegar a Houston, pero habían abandonado toda esperanza. Llevaban cuatro días caminando. Una de ellas estaba embarazada. Ya no querían evadir a la Patrulla Fronteriza; ahora querían ser encontradas porque la salvadoreña embarazada necesitaba ayuda.

“Lo primero que hicieron cuando irrumpieron en la cabaña fue llamar a las autoridades estadounidenses. El número estaba escrito en un papel pegado a un corcho junto a la puerta. Las jóvenes se bañaron y limpiaron su ropa en lo que llegaban los agentes”, cuenta Fernández en su historia.

Antes de irse, sigue diciendo el reportaje de The New York Times, “una de las chicas agarró la hoja de papel con la lista de teléfonos. Volteó la hoja y le escribió una carta al dueño de la cabaña”. Una carta de agradecimiento. Un gesto del corazón de estas tres muchachas exhaustas, pero agradecidas de estar todavía con vida:

Disculpen por entrar a su rancho, pero fue por necesidad porque teníamos cuatro días de estar perdidas”. Perdón por destruir su puerta y por haber utilizado sus pertenencias: gracias y mil veces perdón.

Ryan Weatherston, es el encargado de la cabaña de Encino. Nunca supo los nombres de las tres adolescentes salvadoreñas. Dijo que tenían entre 16 y 18 años. Llegó a la cabaña y vio que había ropa tendida; las chicas salieron corriendo hacia su camioneta porque pensaron que era de la Patrulla Fronteriza.

“Iban camino a Houston”, dijo Weatherston. “Una estaba embarazada y ya no podía más. Ya habían llamado a las autoridades, no iban a poder seguir. Solo querían que esa chica recibiera atención médica”. La Patrulla Fronteriza llegó por ellas.

Weatherston ahora deja abierta la puerta de la cabaña.

Con información de The New York Times en español

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