Dios está siempre con nosotros, tanto si estamos despiertos como si dormimos
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¿Se puede orar a Dios mientras dormimos? ¿Qué puede hacer Dios durante nuestro sueño? El descanso y el sueño, si se ofrecen a Dios, se convierten en oración. Lo dice la Biblia y está corroborado por muchos santos.
Por eso son tan importantes las oraciones de la noche y el examen de conciencia, porque nos meten de lleno en Dios, en el perdón y en la misericordia de Dios, y nos adentra en el sueño de la noche, aunque nuestra voluntad no actúe durante el tiempo del sueño.
En realidad, Dios no descansa ni de día ni de noche. Y el Espíritu Santo trabaja en el alma siempre despierta –el que se duerme es el cuerpo—hasta el punto que puede incrementarnos la gracia mientras dormimos. Lo aprendemos de las Sagradas Escrituras, en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Leemos que Dios llama al niño Samuel mientras dormía, aunque no se daba cuenta al principio, y lo tuvo que llamar tres veces, hasta que el sacerdote Elí reconoció que era el Señor quien le llamaba, y se lo dijo a Samuel, quien a la tercera vez respondió: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha” (1 S 3, 9).
Muy significativo es el caso del Patriarca san José, al que Dios no le habla más que a través de los sueños y por medio de los ángeles sus mensajeros.
Así, cuando José duda en aceptar o repudiar en secreto a su prometida María, al saber que estaba encinta, fue cuando “en sueños” un ángel se apareció a José y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús” (Mt, 1, 20-21).
Fue en sueños también cuando Dios, a través de un ángel, le conminó que se fuera a Egipto, “porque Herodes busca al niño para acabar con él”. Y a pesar de que fuera en sueños, no dudó José de la inspiración divina, y así cogió la madre y el niño y se fue a Egipto (Mt, 2, 13-14) y tuvo lugar la matanza de los niños inocentes en Belén.
Y nuevamente en sueños, José supo que había muerto Herodes y que podía regresar a Israel, donde finalmente se estableció con su familia en Nazaret.
El Espíritu Santo sigue trabajando en el alma, la cual incrementa su gracia también durante la noche, durante el sueño o el descanso.
Numerosos salmos son los que hablan de ello, como el Salmo 16, 7, “: “Bendeciré al Yavé, que es quien me aconseja; aun de noche me reprenden mis riñones”. Y el siguiente Salmo (17, 3) dice: “Me visitaste de noche”.
En la Biblia Dios habla muchas veces en sueños a los profetas, como se puede ver en el libro del Génesis. O cuando habla a Aarón y a María (Núm, 12, 6): “Oíd mis palabras: si uno de vosotros profetizara, yo me revelaría en él en visión y le hablaría en sueños”.
Esto no quiere decir que los sueños están inspirados por Dios, ni muchísimo menos.
Hay que tener una certeza absoluta que el sueño viene de Dios, pues hay que tener el alma bien despierta y bien atenta a los designios de Dios.
Porque Dios también rechaza a los “adivinos” y “encantadores”, a la “magia”, “las hechicerías y encantamientos” (Dt. 18, 9,10). También a Salomón le habló Dios en los sueños, en la colina de Gabaón, cuando le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé” (I Re, 3, 5).
Sería largo hacer una exégesis bíblica de los sueños. Lo cierto es que Dios está siempre con nosotros, tanto si estamos despiertos como si dormimos.
Por eso es importante el cuidado de la oración de la noche y de pedir la misericordia divina después del examen de conciencia. Así se sigue orando durante la noche, aunque no nos demos cuenta.
Para aumentar la gracia, muchos también utilizan el agua bendita antes de acostarse. El agua bendita no es una superstición (ver http://es.aleteia.org/2016/02/04/el-agua-bendita-es-una-supersticion/) sino un sacramental.