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¿Por qué algunas personas renuncian a su trabajo, su equipo o sus proyectos?

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David Bonhomme - publicado el 26/01/17
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Cuando sentimos el impulso de dejarlo todo porque no podemos más, ¿cómo hacer?

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Aquella mañana estaba agotado, a las 6 de la mañana, en el aeropuerto minúsculo de Karlsruhe, sentado solo en la barra de una cafetería deprimente, bebiendo un café soluble. Tenía ganas de anularlo todo y decir: “Cambio de profesión, me voy a hacer ermitaño en el bosque…”. Entonces, de repente, vibró mi teléfono con un mensaje de mi socio: “David, gracias por tus sacrificios por la agencia, estoy contigo de todo corazón…”.

A menudo se piensa que una persona abandona un proyecto, un equipo, una empresa, una asociación (incluso una parroquia…) por alguna molestia con el jefe, por una mala remuneración, porque no ve ninguna evolución posible. Son razones válidas, pero he descubierto hace poco que hay una razón subyacente a los diferentes motivos mencionados.

Tengo ganas de dejar de tener ganas de dejarlo

Hace algún tiempo decidimos pasar un día al mes con el equipo para invertir en las relaciones personales. Hablamos de emoción, de bloqueos, nos preguntamos sobre qué ha funcionado y qué no, nos formamos, hacemos deporte juntos, etc. Todo parte de un hecho simple: la riqueza de nuestra empresa está ante todo en las personas.

En la primera reunión, estábamos todos en torno a una mesa y yo, con el corazón fatigado, saqué fuerzas de flaqueza para explicar lo que sentía por aquel entonces. “Muchachos… (sí, somos un equipo formado solamente por chicos), estoy al límite, tengo la impresión de que me sacrifico por nada, que me entrego a fondo si sentirme comprendido ni valorado… cuando voy a vosotros para anunciaros que acabo de conseguir la firma de un nuevo contrato, directamente me echáis en cara todo lo que he olvidado decir y lo que debería haber hecho… ¡tengo ganas de dejarlo!”. No me sentía valorado ni comprendido y comenzaba sinceramente a considerar en qué otros ámbitos podría desarrollarme de verdad.

Sin embargo, mi actitud estaba fuera de lugar. La preocupación no era mi equipo, sino yo y mi incapacidad para explicar mis expectativas. ¡Lo que yo quería de verdad era sentirme apreciado, útil, comprendido, reconocido! En aquel momento descubrí un libro que nos ayudó mucho a mi equipo y a mí mismo: Los 5 lenguajes del aprecio en el trabajo, de Gary Chapman. Es la versión business de su éxito de ventas Los 5 lenguajes del amor.

Con expresarlo, ya mejora la cosa

El concepto es simple: todos tenemos una manera especial de sentirnos valorados y reconocidos, y a menudo empleamos esa misma manera para mostrar aprecio a los de nuestro entorno. Una de las razones principales que nos empujan a cambiar de equipo, empresa, profesión, es este sentimiento de no sentirse valorado.

El libro propone también un test en línea para descubrir el lenguaje principal y el secundario de cada uno. Para algunos serán las palabras de aprecio, para otros los regalos, los momentos de calidad o los favores. Cada lenguaje tiene sus variantes, por ejemplo: palabras gratificantes en público o cara a cara.

He descubierto que soy una persona que tiene necesidad de sentirse apoyada cara a cara. El mensaje de mi socio aquella mañana me llenó de energía, me sentí otra vez capaz de afrontar la nueva semana de citas. Y me dije: “Me comprende, vale la pena que dé lo máximo de mí, me cubren las espaldas”.

Aprender a comprendernos

Como líderes, necesitamos comprender qué dinámica funciona para nosotros mismos, pero también para nuestro equipo. La primera tarea es atreverse a ser sincero… yo me sentí sumamente vulnerable al compartir con mi equipo lo que sentía… tenía la impresión de ser un niño pequeño pidiendo un beso a su papá… pero me armé de valor. Así que fue un pequeño momento incómodo, pero ahora todos los del equipo entienden mejor los desafíos internos ¡y ha animado a todos a ser también sinceros!

A menudo tenemos la impresión de que si explicamos nuestras expectativas a los demás, ya no volverán a ser sinceros con nosotros. Pero ten en cuenta que lo más probable es que tus colegas no usen el mismo lenguaje que tú. Así que, si no explicas tus expectativas, ¡ellos mostrarán su aprecio a su manera! Por ejemplo: en mi caso, un regalo no va a tener mucho efecto, pero quizás sí lo tenga en el caso de otro compañero. Lo esencial es que si no me explico ni pregunto a los demás, ni yo lo sabré ni ellos lo sabrán nunca.

Estoy seguro de que mi equipo se entrega a fondo por mí, que trabaja duro, pero como mi lenguaje principal es el de las “palabras gratificantes”, no había sentido de forma directa su aprecio.

De la misma manera, yo he de conocer el lenguaje de mi equipo. He descubierto que para ellos, los favores son LA CLAVE. Si comparten conmigo algún desafío, mi primera reacción será responder: ¡tienes mi apoyo al 100%, estoy seguro que saldrás adelante, como de costumbre! Pero lo que ellos quieren escuchar en realidad es: “¿Crees que es demasiado para ti? ¿Cómo puedo ayudarte o aliviar tu carga?”.

Estoy convencido de que esta es una de las razones que empujan a muchas personas a abandonar su organización, ¡es hora de poner remedio!

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