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María en el Corán

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María Angeles Corpas - publicado el 10/12/16
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Mariam une a musulmanes y cristianos¿Quién es María para los musulmanes? Mientras que la figura de Jesús (Isa), en tanto que hijo encarnado de Dios, es un punto de clara divergencia entre musulmanes y cristianos, la figura de María (Mariam) puede considerarse, y de hecho así ocurre, un punto de consenso. Las fuentes escriturarias de ambas tradiciones religiosas presentan grandes similitudes al describirla.

Este se propone ser el primero de una serie de artículos que presenten de un modo sencillo y breve la figura de María para los musulmanes.

Para los musulmanes, Mariam (a la que desde ahora llamaremos exclusivamente María), es un puente espiritual que actualiza el monoteísmo, simbolizado por los profetas. Especialmente por la figura de Abraham (Ibrahim). María es una mujer privilegiada por el Creador, que goza de perfección eterna.

Según el texto coránico, María poseía dignidad profética. Siendo mujer, debemos pensar qué gran giro de pensamiento supuso su figura para la época. Los místicos musulmanes hablarán de María como una mujer de vocación excepcional, que había sido elegida.

De hecho, es la única figura femenina que aparece en el Corán con su propio nombre. Algo que puede hacernos reflexionar sobre su alto grado de intimidad con Dios (Qur. 3, 33-34). Y no sólo ella aparece con estas distinciones, sino que toda su ascendencia goza de este trato privilegiado.

Respecto a su nacimiento, se subraya cómo Ana (Hanna) su madre, anhelaba y suplicaba a Dios descendencia. Ana es representada como una mujer profundamente creyente. Su esterilidad era causa de profunda tristeza y rogaba el alumbramiento de un niño que consagraría a Dios en obediencia y servicio (Qur. 3, 35).

Ana deseaba que ese hijo fuese “liberado” de las esclavitudes del mundo, de las pasiones negativas y de las exigencias de la carnalidad (muharran).

La exégesis coránica, bien sea clásica (Tafsir al-Qurtubí, Tabarí o Ibn Kadir) o bien sea mística, coincide en esta aspiración de Ana, que podría expresarse diciendo que deseaba y rogaba por un hijo liberado de todo, menos de Dios. Los autores musulmanes han visto en esta petición una sublime expresión de fe y amor de Ana a Dios.

El nacimiento de una niña hizo que Ana se sintiera triste y pidiera perdón a Dios (Qur. 3, 36), ya que era privilegio exclusivo del varón cumplir las funciones religiosas y espirituales que ella había ofrecido: consagrar su hijo por completo a Él. Escogió para ella el nombre de María: “devota”, “sirviente de Dios”, y con fe inquebrantable la puso bajo su protección, confiando en la respuesta divina.

Según la tradición islámica, el deseo de Ana se vio colmado, y María creció en piedad, espiritualidad y devoción al Creador. Fue, según la costumbre del momento, tutelada por Zacarías (Zakariya), profeta reconocido y respetado de la época y responsable del Templo.

Según subrayan los relatos, María destacaba por ser receptora de misteriosos dones divinos. En este sentido, el Corán recoge la expresión “rizq” para referirse a dichos tesoros, que estaban siempre junto a ella y que maravillaban a Zacarías: “Siempre que Zakariya entraba en el Templo para verla, encontraba un tesoro junto a ella. Decía: `¡Mariam!, ¿de dónde viene eso?´ Decía ella: `De Dios. Dios provee sin medida a quien Él quiere” (Qur. 3, 37).

Ese “tesoro”, más allá de interpretaciones literalistas, ha sido interpretado por algunos expertos (Rashid Rida, Ibn Kacir) en un sentido místico, profundo. Es decir, que junto a María se encontraba la “fuente del saber y del conocimiento”, hecho que Ella recibía como dones divinos.

Zacarías resume de un modo hermoso el significado único de la figura de María para los musulmanes: para él, la luz y la sabiduría con que la joven María había sido dotada, su entrega y amor desinteresado, despertaban en el verdadero creyente el recuerdo de Dios.

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