separateurCreated with Sketch.

Yo y todos los demás

whatsappfacebooktwitter-xemailnative
Hilario J. Rodríguez - publicado el 09/12/16
whatsappfacebooktwitter-xemailnative

Kirk Douglas cumple cien años

Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.


Deseo donar en 3 clics

Los iconos ayudan a fijar imágenes nítidas en el cerebro y, por lo tanto, contribuyen a dar forma a nuestra memoria de una manera muy concreta. Eso explica que en el álbum de nuestras vidas se confundan instantáneas domésticas con fotogramas extraídos de películas, en una versión casera de las Histoire(s) du cinéma (1988-98, Jean-Luc Godard); también que a veces hablemos de algunos actores o directores como si nos estuviésemos refiriendo a nuestros familiares o amigos, ya sean Jimmy Stewart o Nick Ray.

Se ganan el rango porque saben mostrar cierta ambivalencia, son temperamentales y decididos pero al mismo tiempo fieles y cariñosos. Es preciso que tengan una parte de grandeza para que lo admiremos y una parte de ternura para que lo queramos.

Kirk Douglas nunca fue capaz de mostrarse así, por su exceso de ego y energía. Eso explica que casi todas sus películas sean películas “Douglas”, da igual si las dirigieron Otto Preminger, Billy Wilder o Stanley Kubrick; da igual si en ellas intervino junto a Barbara Stanwyck, Burt Lancaster o John Wayne…

Su especialidad en la pantalla fue la de ser alguien más allá del bien y el mal, en conflicto con la vida y con los demás, demasiado ciego para ver y demasiado ambicioso para tener miedo, por eso muere tan a menudo, casi siempre solo.

Todos sus tics, sin él darse cuenta, lo delatan en los encuadres porque suele acapararlos: su torpe manera de caminar, su extraña manera de agitar su cuerpo cuando quiere resultar expresivo, sus labios prietos y dientes rechinantes antes de cada uno de sus estallidos de violencia, y su cara de perro apaleado mientras agoniza después de haberle hecho sufrir al espectador alguno de sus muchos vía crucis interpretativos, en Brigada 21 (1951, William Wyler), La pradera sin ley (1955, King Vidor), El loco del pelo rojo (1956, Vincente Minnelli), Los vikingos (1958, Richard Fleischer) o El último atardecer (1961, Robert Aldrich).

La Academia le nominó tres veces, no le premió ninguna y le dio un Oscar de consolación en 1996, porque al fin y al cabo fue un actor importante, me ponga yo como me ponga, y porque es uno de los pocos supervivientes del Hollywood clásico al que poder agradecer aquella época dorada del cine.

También le premió hace poco el Gremio de Guionistas aunque fuese por haber normalizado la carrera del gran guionista Dalton Trumbo después de una década trabajando desde el anonimato por sus relaciones con el Partido Comunista durante la Caza de Brujas maccarthysta, algo no del todo exacto aunque quizás lo mejor es que lo deje en el aire, para no seguir añadiendo leña al fuego.

Douglas no fue un actor clásico, como Cary Grant o Clark Gable; tampoco fue un actor del “método”, como Marlon Brando o Montgomery Clift. No tenía la elocuencia invisible de los primeros, ni la capacidad introspectiva de los segundos.

Era demasiado gestual, individualista y ambicioso para creer en el cine mientras fue una cuestión industrial o cuando comenzó a volverse más independiente, porque él siempre necesitaba tanto protagonismo que lo grande lo reducía a sí mismo y lo pequeño lo sacaba de proporción.

No es extraño que crease muy pronto su propia productora, Bryna, intentando controlar siempre todos los detalles de sus películas, manipulando a actores, guionistas y directores, con quienes tuvo más de un encontronazo por sus tendencias bigger than life.

A la historia del cine no le cuesta querer a Kirk Douglas porque se ajusta a las grandes teorías y al show business; pero a quienes -como a Carlo Ginzburg- nos gustan los detalles y tenemos más vocación de aprendices de Sherlock Holmes que de críticos de cine, de entre su “colosal” filmografía nos quedamos con películas de serie B o miniaturas como Retorno al pasado (1947, Jacques Tourneur), Camino de la horca (1951, Raoul Walh), Pacto de honor (1955, André de Toth) y Los valientes andan solos (1962, David Miller), curiosamente la película favorita del propio Douglas[i].

[i] Un interesante artículo en el que Kirk Douglas analiza las películas favoritas de su larga filmografía, de casi 100 títulos: http://www.huffingtonpost.com/kirk-douglas/ive-made-about-90-feature-films-but-these-are-the-ones-im-proudest-of_b_6290742.html

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Tags:
Aleteia vive gracias a sus donaciones

Permítenos continuar nuestra misión de compartir información cristiana y bellas historias apoyándonos.