En esta materia podemos aprender mucho de… los babuinos.Estos mamíferos cuyo nombre científico es Papio, (pertenecen al género de primates catarrinos de la familia Cercopithecidae y son conocidos vulgarmente como papiones o babuinos), emplean la mayor parte de su vida en acciones aparentemente triviales, como es el aseo. Gracias a estas acciones, no sólo limpian el pelaje de los parásitos, sino sobre todo, mantienen los lazos y las relaciones sociales del grupo, como si supieran que sin la proximidad física del otro se puede vivir, pero no es igual.
Al parecer, sabía algo de esto Juan Mann, creador de la acción de los “Free hugs” [“Abrazos gratis”]. El mundo se enteró de la acción de los abrazos desinteresados en el año 2006 gracias a un clip filmado en Sydney, que en YouTube ha tenido más de 77 millones de visitas. Los participantes aparecían en lugares públicos y abrazaban a todo el mundo – ¡y había muchos interesados! Iniciativas similares se han organizado no sólo en Australia, sino también en América, Asia, Europa, incluyendo en Polonia.
Las intuiciones de los babuinos y de Juan Mann han sido confirmadas por la psicología. La investigación muestra que los abrazos disminuyen la presión arterial, reducen el riesgo de depresión, alivian los estados de la neurosis, e incluso fortalecen el sistema inmunológico y ayudan a conciliar el sueño.
La proximidad de otro ser resulta ser terapéutica. Recuerdas momentos en los que te sentías como el Burro de “Shrek”, diciendo con tristeza: “Qué me abrace alguien”. Porque hay momentos en los que ni un buen consejo de los mejores amigos, ni una gran comedia no ayudará. Sólo ayudará el abrazo.
Esto también lo confirma Sylwia Krajewska, psicoterapeuta de “Psychocentrum” de Varsovia. “Sin la proximidad de otro ser se puede vivir, pero las consecuencias son trágicas. Tocar, acariciar, besar es muy importante ya desde el comienzo de nuestra existencia. Influyen principalmente en la sensación de seguridad, y cuando nos sentimos seguros, estamos más abiertos al mundo que nos rodea.
El tacto comunica también que somos amados y aceptados” – explica. Los babuinos criados en condiciones de laboratorio, aislados de sus madres, carecen de experiencia en el aseo y no son capaces de establecer relaciones más estrechas, incluso aunque un día se les introduzca en su entorno natural.
¿Y qué pasa con el ser humano? Sylwia Krajewska dice: El abandono emocional influye en una gran medida en la construcción de futuras relaciones. Tales personas están luchando con el miedo a la intimidad, estableciendo contactos superficiales. El otro extremo es el síndrome de “amar demasiado”, olvidándose de sus necesidades en el nombre de un amor, cuyo concepto es mal entendido y uniéndose con alguien a cualquier precio. La proximidad física, el abrazo o el beso son los comportamientos más naturales e intuitivos.
Estos simples gestos tienen incluso fechas dedicadas a ellos en el calendario. El 31 de enero y el 24 de junio se establecieron como días del abrazo, aunque ¡dos abrazos al año son una gota en el océano de nuestras necesidades!
La psicóloga estadounidense Virginia Satir decía que para sobrevivir necesitamos cuatro abrazos al día, para estar saludables – ocho, y para desarrollarnos – doce. Aunque se sabe que un abrazo no es una panacea para todos los males ¿puede que a través de este gesto tan habitual podamos de vez en cuando ponerle un dique al mal? – No seáis rígidos. Abrazaros.
Hay que amarse, abrazarse y estar cerca – decía el padre Jan Kaczkowki. ¿Por qué lo promovía un cura católico? Porque Jesús enseñaba las bondades del amor carnal, libre de temor, cercano. ¿Quizá de esta manera, expresando ternura, podemos cambiar el mundo para que sea más cristiano?