Camuflada bajo una (pobre) metáfora política, la película de Simeon Halligan es un thriller con un final más interesante que sus 76 minutos anterioresLos intrusos recuerda demasiado a Los extraños, de Bryan Bertino. En ambas películas una joven pareja es asediada por una banda de siniestros enmascarados con oscuras intenciones. Sin embargo, en la película de Bertino, la amenaza por extraña y enrarecida casi resultaba sobrenatural, a lo que no era ajena la inquietante planificación de su dirección aparentemente inerte y angustiosamente contemplativa. En cambio, en el film de Simeon Halligan, la amenaza resulta igualmente extraña y, a priori, inexplicable, sin embargo no es en ningún caso enrarecida, ni tampoco especialmente siniestra, ni nada parecido a lo sobrenatural.
Esto, que puede parecer una nimiedad, en el fondo resulta un elemento fundamental. Lo inquietante y lo sobrehumano es un concepto abstracto y como tal ambiguo y abierto a lecturas e interpretaciones. En cambio, lo terreno y lo mundano necesariamente tiene que ser verosímil sí que queremos que funcione y en Los intrusos no hay demasiada verosimilitud. La situación está estirada hasta el delirio y los cuatro brochazos que se dan sobre los personajes tampoco ayudan demasiado tal vez porque no tenían mucha importancia.
Al fin y al cabo Los intrusos no va sobre seres humanos sino sobre estereotipos blancos o negros sin ningún matiz que luchan, unos por sobrevivir y otros por estúpidos sentimientos ideológicos. Los humanos, con todas nuestras virtudes, en el fondo nos movemos por pasiones muy elementales, amor, deseo, odio, ira o incluso, un ideal político. No digo que sea una mala idea, solo digo que no está suficientemente integrada en el relato.
La excusa de que dos londinenses se trasladen a la escocia rural y que allí sean, literalmente, expulsados por inquietantes individuos tiene su aquel, yo no digo que no, pero desde luego no la fuerza suficiente como para sostener hora y media escasa de metraje. Y más aún, si pretendemos justificar lo que estamos viendo bajo una volátil sensación lejanamente política inspirada en las relaciones entre ambas naciones.
Los intrusos empieza de manera tópica. Por poco que uno sepa de la película, sabe que la pareja que está a punto de comprar un viejo caserón en mitad de los páramos de Escocia va a tener problemas desagradables más pronto que tarde.
Pasados sus primeros veinte minutos que en realidad, no nos aportan gran cosa, arranca una prolongada escena de suspense. Está muy bien al principio, porque uno no sabe por dónde va a tirar la cinta. No está claro si es una historia de fantasmas, de psicópatas, de bichos, de monstruos o de castores mutantes y esa intriga inicial genera un importante interés porque por momentos uno llega a pensar que podríamos estar ante una película distinta.
Pero no. Los intrusos, al fin y al cabo, es más de lo mismo. Es cierto que el film está bien rodado y que se atisba detrás a un director con capacidad para generar suspense, pero le queda mucho por aprender. Para empezar, elegir mejores guiones.