Lo que de verdad guardarán nuestros hijos será ver que sus padres se perdonan una y otra vez
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El camino de la reconciliación en el matrimonio, el camino del perdón, es el camino que lleva a la alegría. Pero no siempre es fácil recorrer este camino.
Decía el papa Francisco en la exhortación Amoris Laetitia: “Cuando se puede amar a alguien, o cuando nos sentimos amados por él, logramos entender mejor lo que quiere expresar y hacernos entender. Superar la fragilidad que nos lleva a tenerle miedo al otro, como si fuera un ‘competidor’. Es muy importante fundar la propia seguridad en opciones profundas, convicciones o valores, y no en ganar una discusión o en que nos den la razón”.
El perdón nos libera para amar con alegría. Es un camino largo. Somos sólo dos en la vida matrimonial. No hay un tercero en discordia que ponga paz entre nosotros o solucione los conflictos. Solos entre nosotros deberíamos ser capaces de llegar a una reconciliación perfecta.
Pero no siempre es posible. El orgullo me impide ceder. Me impide perdonar. Me impide olvidar. Y una y otra vez vuelvo a aquella escena guardada en mi corazón en la que fui herido por la actitud del otro. Por su omisión. Por su orgullo. Por sus palabras hirientes cuando decía quererme tanto.
Cuando vuelvo a revivir los sentimientos no puedo perdonar. ¿Cómo voy a perdonarle ahora? Quiero que sepa que tengo razón.
Pero eso, en realidad, no es lo importante. Lo que de verdad vale es la misericordia. Lo más valioso es que nuestros hijos vean cuánto nos amamos y cómo nos perdonamos.
El peor testimonio es el de unos padres que no se aman. Se tratan con indiferencia. Tal vez no se pelean delante de ellos, pero no hay complicidad ni cariño. Esa relación distante es el peor recuerdo que les podemos dejar a nuestros hijos.
Lo que de verdad guardarán será el amor hondo y verdadero. Se asombrarán ante la madurez y delicadeza de nuestro amor. Tal vez nos vean pelearnos, pero también nos verán perdonarnos.
Es fundamental que vean que somos capaces de amar con el corazón entero. Que somos capaces de perdonarnos sin límites. Una y otra vez. Y volvernos a mirar con inocencia, entregándonos de nuevo la confianza.
Hace tiempo un matrimonio en sus bodas de oro escuchaba cómo comentaba su hija: “Lo que he aprendido de mis padres a lo largo de muchos años es su capacidad para perdonarse una y otra vez”.
Me conmovió. No se quedó ella en las peleas, en las discusiones, en las palabras fuertes que más de una vez tuvo que sufrir. Lo que quedó grabado en el alma fue la capacidad de sus padres para volver a empezar una y otra vez de cero. Su capacidad para pedir perdón y perdonar. Eso es lo importante.
Puede que un matrimonio no discuta nunca, o muy poco. Puede ser. Los hay. Pero a veces esa falta de discusiones es porque cada uno vive su vida. Caminan en paralelo, pero no unidos. No hay tensiones, no se rozan. No discuten porque han dejado de esperar algo del otro. Y las tensiones surgen con el roce.
El recuerdo de unos padres que se perdonan es muy valioso. Nunca se iban a la cama sin reconciliarse. Ojalá no se hubieran peleado, es verdad. Pero una vez que ocurrió, era necesario el perdón, la misericordia.
Es como el pecado. Ojalá no pequemos, pero la experiencia de la misericordia de Dios después de haber suplicado de rodillas perdón, humillado, con lágrimas en los ojos, la mirada del sacerdote al perdonarme en el sacramento del perdón, esa mirada que no juzga, acoge y perdona, esa mirada que me recuerda a la de Dios, esa mirada me salva,… esa experiencia de misericordia construye mi vida. Es la roca que me da seguridad.
Por eso entiendo que el verdadero amor perdona siempre. No se queda en juzgar quién tiene la razón. El verdadero amor abraza siempre, para poder volver a empezar de nuevo.
A veces el querer tener razón ciega el amor y lo hace incapaz de la misericordia. Y ya lo decía el papa Francisco en la exhortación: “La misericordia no es sólo el obrar del Padre, sino que se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia”.
La misericordia es lo más importante en el matrimonio.