La historia de la integrante del seleccionado argentino de voleibol que tiene raíces indígenas
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Emilce “Mimí” Sosa es una “Pantera”, lo que en la jerga deportiva argentina equivale a integrar el seleccionado argentino de voleibol. Integrante del primer plantel femenino de la modalidad en clasificar a un Juego Olímpico, es parte de una generación que marca camino en un deporte muy practicado en los colegios argentinos y de creciente popularidad.
Un tatuaje en el brazo derecho, escrito con cursiva, revela que tras el rugido de esta pantera se esconde un testimonio de vida entrañable. “Otetsel ta n’am talakis”. En lengua wichí, “Mis raíces, mi historia”.
Emilce nació en Formosa, al norte argentino, en la frontera con Paraguay. Sus padres eran docentes rurales, y su madre trabajaba en un colegio de Lote 1, una comunidad wichí a más de 300 kilómetros de Las Lomitas, su hogar. Se veían poco; en julio y diciembre. Pero cuando Emilce tenía 8 años su papá pidió el traslado a un colegio cercano y los Sosa se radicaron allí, en una experiencia que fue de fuego para la familia.
“Empecé la escuela ahí, mi mamá fue mi maestra los tres años siguientes y creo que fue una experiencia muy buena porque más allá de lo que me podía enseñar como maestra me enseñó a vivir como lo hacen esas personas que no tienen nada material, que no tienen acceso a las mismas cosas que nosotros, pero tienen muchas cosas que hoy en día nuestra sociedad no tiene, como el respeto, la lealtad y la humildad”, recuerda Mimí en su blog.
La etnia wichí, más allá de sus integrantes que viven en distintas ciudades del país, habita en comunidades principalmente establecidas en las provincias de Salta, Formosa y Chaco. En Lote 1 la familia de Mimí, papá y mamá y con cinco hijos, vivía en una casa de adobe. Situada en el medio del monte, el pueblo más cercano a la comunidad estaba a 170 km. Sin luz por las noches, Mimí recordó en una entrevista al diario El Comercial, de Formosa: “A la noche cenábamos y como no había luz eléctrica mi papá tocaba la guitarra en la oscuridad y nosotros nos poníamos en ronda para escucharlos cantar a él y a mi mamá”.
Deportista destacada desde niña, fue dejando el fútbol, del que es fanática, por el voleibol, y cuando debió regresar a Las Lomitas para seguir estudiando, pronto inició una carrera que la llevaría primero a los clubes más importantes de la Argentina, a la selección nacional, y luego al exterior. Jugó profesionalmente en Rumania, experiencia por la que pudo hacer salir del país a su madre y hacerle conocer la nieve, y actualmente lo hace en Brasil. Sin embargo, no olvidó sus orígenes. Y más allá del tatuaje, regresa periódicamente a sus pagos. Además, desde 2012 es madrina de la escuela de voleibol del Club Huracán de Ibarreta, su pueblo natal.
El rugido de “Las Panteras” en Río 2016 tiene un acento wichí, gracias a “Mimí” Sosa, una hija adoptiva de la comunidad que nunca olvidó sus raíces.