Saber que Dios tiene un plan para mí siempre me ha ayudado a vivir sin estrés ni preocupaciones
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El luchador olímpico Kyle Snyder aprendió de sus padres mucho más que la lucha. A Snyder, el campeón mundial más joven de la historia de la lucha libre en Estados Unidos, le enseñaron a tomarse en serio la fe católica y esa fe caló hondo después de asistir al instituto Nuestra Señora del Buen Consejo en Olney, Maryland.
Dando una charla en su alma mater, Snyder dijo a los estudiantes: “Dar gracias a Dios, para mí eso es más importante que el trabajo duro constante y que creer en ti mismo y que ponerte objetivos o cosas así”.
Snyder señala a su fe en Dios como la influencia principal que impidió que cediera bajo la presión, eso fue lo que le ayudó a continuar luchando: “Saber que (Dios) tiene un plan para mí siempre me ha ayudado a vivir sin estrés y sin preocupaciones”.
Fue precisamente durante su periodo en Nuestra Señora del Buen Consejo que Snyder descubrió que su forma de luchar podría llevarle hasta las Olimpiadas. Al principio era un atleta polifacético, pero descubrió rápidamente que tenía que dedicarse por completo a la lucha libre.
Ganó su primer campeonato estatal de instituto en noveno curso y sus victorias se fueron encadenando unas con otras. Además de ganar los campeonatos estatales, recabó el récord de 179 victorias consecutivas mientras luchaba por Nuestra Señora del Buen Consejo.
Durante su año como juvenil ganó una medalla de oro en el campeonato mundial juvenil de 2013 y luego pasó su último año universitario entrenando en el Centro de Entrenamiento Olímpico en Colorado. No tardó mucho en llamar la atención de los entrenadores universitarios.
Tom Ryan, de la Universidad Estatal de Ohio quedó extremadamente impresionado con la capacidad del muchacho y no daba crédito a sus ojos.
“Pensé [que] este chico era un fenómeno. Teníamos que llevarlo a la Ohio State (…). Como entrenador, tienes que buscar puntos débiles. Bueno, pose él no tenía. Conocí a su familia. En todas las áreas de su vida aspiraba a ser élite”.
Así que lo reclutaron los de la Ohio State, donde continuó su éxito, ayudando a la universidad a ganar su primer título nacional de lucha. Snyder apuntaba a las Olimpiadas de 2016 y ya estaba listo tras derrotar al campeón mundial de Rusia, Abdusalam Gadisov, el pasado septiembre.
Snyder siempre quiso ser el mejor luchador del mundo, pero su deseo va ligado a un sentimiento de gratitud hacia Dios por los dones que ha recibido.
“Aún me pongo un poco nervioso antes de un encuentro, pero no tanto como antes. [Dios] me ha permitido abrirme más y afrontar el poder convertirme en el mejor luchador que pueda ser, y en el mejor atleta y en la mejor persona posible, porque eso es lo que Dios nos ha llamado a ser. Ser más parecido a Jesús es el objetivo final, y esa es una ambición que puedes perseguir personalmente, como atleta, en tu comunidad y en todo aquello que hagas”.
Snyder competirá en el último día de las Olimpiadas, el 21 de agosto, y su familia se reunirá con él gracias a una cuenta de crowd funding en Go Fund Me, creada para ayudar a su familia viajar hasta Río. También por esto se siente agradecido a la comunidad de Nuestra Señora del Buen Consejo, que ha desempeñado un papel fundamental para poder lograr esta meta de colaborar en los gastos de viaje de su familia.