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The Blacklist (T1): crímenes, búsqueda del padre y redención

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Josep Maria Sucarrats - publicado el 29/07/16
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Pues sí: una de las series más vistas de la historia de EE.UU., por algo será…

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Ha acabado recientemente la tercera temporada de Blacklist, y sus seguidores están nerviosos. Quieren más. Echan de menos a Red, personaje emblemático como pocos. Y los cliffhungers de la trama les han dejado pegados al sofá. ¿A quién no?

Red es Raymond Reddington, un agente del gobierno. Bueno: desde hace tiempo, ex agente. Se ha convertido en uno de los delincuentes más peligrosos y buscados por el FBI. Es el conserje de la delincuencia.

¿Perfil? Viste trajes a mano, bebe vino caro, cita a Nietzsche o a Bruce Lee (cosas de la cultura pop…), escucha a Beethoven, y conoce a todos los malos de la peli, a esos que están en la blacklist.

Antaño tuvo una vida normal: mujer, hija… Pero cruzó la raya que separa el bien del mal, entró en la oscuridad y lo perdió todo. Ahora, años después, desea ver de nuevo un rayo de luz, redimirse. La agente Keen parece ser tal rayo.

Para dar con ella, se entrega al FBI con una propuesta: les ayudará a atrapar a los criminales de la lista negra; pero, a cambio, exige hablar solo con Elizabeth Keen.

Keen es una pipiola inexperta que acaba de salir de la Academia del FBI, sin relación aparente con Reddington, y que irá madurando en todos los sentidos.

Lizzy está casada (o eso parece); no puede tener hijos (o eso parece), y no recuerda nada de su padre, muerto en un incendio (o eso parece).

Juntos limpiarán el mundo de criminales, y tejerán una relación extraña, basada en una paternidad putativa (o eso parece…).

En esta primera temporada, Keen verá desmontarse toda su vida de tiralíneas: intuirá que Red tiene algo que ver con esa noche lejana y ambigua del incendio en que murió su padre, y descubrirá quién es Tom, su marido.

¿Estamos ante un nuevo Hannibal Lecter y una nueva Clarice? No exactamente, aunque el juego psicológico entre ambos es parecido, y su misterioso vínculo es realmente hechizante.

James Spader consigue uno de los personajes más atractivos de los últimos años: Red es inquietante, simpático, peculiar, caprichoso, afable, retorcido y maquiavélico, tierno con el bien, frío con el mal. Nada de psicopatías.

Sin duda, Spader es perfecto para el personaje, y el personaje para Spader. No va mal tampoco Megan Boone para la agente Keen.

A pesar de que el piloto (con una audiencia millonaria) no hace justicia a la trama de fondo, y de que los primeros episodios son algo irregulares (no pasa de ser una especie de 24), la serie se afianza a mitad de la primera temporada, y consigue que sus espectadores (casi 20 millones) ya no la abandonen.

Si eso es así, es por una perfecta combinación entre thriller, acción, James Spader, y toda la trama subyacente sobre la búsqueda del padre.

Lo que ocurre detrás de la trama es sin duda la verdadera trama. Como en la vida, las circunstancias están traspasadas por una búsqueda esencial, por la pregunta por un significado u origen que dé sentido a todo.

¡Por eso es una gran serie!

Sí, se trata de un thriller de acción de gran presupuesto, con un dinamismo de vértigo, y grandes personajes (de los más grandes incluso).

Pero las tramas criminales acabarán siendo repetitivas y terminarán con efectos sorpresa innecesarios que suenan a deus ex machina.

¿Qué es lo mejor? La redención de Red y la búsqueda de Keen, leits motivs que se entretejen y generan un mosaico final con las distintas tramas criminales que lo explica todo. Casi todo. Hasta la siguiente temporada…

¿Es Red el padre de Liz o alguien que trata de liberarse de una culpa asociada a ella? ¿Quién es Tom? ¿Quién es Liz? ¿Quiénes somos nosotros? Ese runruneo de fondo sobre la identidad real de Red, con todos sus chascarrillos entrañables, nos remueve hasta la médula.

¿Podemos vivir sin esperar algo que nos redima de nuestra pereza y de nuestro mal? ¿Sin un origen? Esta magnífica serie nos propone, a partir de la lucha contra el lado oscuro, todo un camino de vuelta a casa.

Si siguen la serie, verán que al final de la temporada, las tramas mejoran, y lo harán aun más en las siguientes entregas. Verán que se profundizan cada vez más las reflexiones.

Verán como los episodios se enlazan para dar solución al valor del poder y la seguridad, y sobre todo, a la necesidad de tener un origen y vivir del perdón y del amor.

Si siguen la serie, desearán ese rayo de luz necesario. Ni que sea para Red. Ese rayo de luz que te alumbra, te vuelve la tranquilidad deseada, y que te dice: “Eres más que tu mal. Yo te afirmo”.

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