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Todos conocemos la catedral de San Patricio, pero ¿conoces la “Vieja San Pat”?

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Daniel Esparza - publicado el 21/06/16
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Formalmente, este templo fue inaugurado el 4 de mayo de 1815, más de medio siglo antes de la que está en “Midtown”, en Manhattan.

La vieja catedral de San Patricio (hoy basílica), en el cruce de las esquinas de las calles Mott y Prince en Nolita (“North Little Italy”, “el Norte de la Pequeña Italia”) es la catedral original de la Arquidiócesis de Nueva York. Construida alrededor de hace 200 años, se encuentra en el corazón de la vieja Nueva York como una referencia para los fieles católicos, pero también como un símbolo de la necesidad de promover la libertad de culto en las sociedades civiles en tiempos de conflicto. A pesar de su importancia histórica, los turistas generalmente le pasan de largo ella (y en cambio atiborran la más grande, “nueva” catedral de San Patricio) y los locales no necesariamente conocen la historia de este templo, hoy en día rodeado de tiendas de alta gama y cafés.

Si en su día la “Old St. Pat”, como se conoce comúnmente en inglés, fue el centro de una comunidad irlandesa extremadamente empobrecida, en los últimos años este templo ha servido a una grey cada vez más multiétnica, dando la bienvenida a católicos de prácticamente todos los orígenes nacionales y étnicos. Estando en el cruce de Chinatown, Little Italy y SoHo, y a pocas cuadras de NYU y el Greenwhich Village, es absolutamente natural que los fieles que en ella se congregan sean una muestra de la diversidad de la ciudad.

Cuando Nueva York era Nueva Amsterdam (mucho antes de que los holandeses cambiaran Manhattan, a los ingleses, por Surinam) Peter Stuyvesant, el director general de la ciudad (un estricta Reformista holandés) era abiertamente hostil al culto público cualquier religión, menos la suya. Cuando los británicos tomaron el control de la ciudad en 1664, las cosas no cambiaron mucho, y la pequeña población católica que vive en lo que ahora se llama Nueva York no podía practicar su religión libremente hasta que, en 1674, el rey Jaime II (que había adoptado para sí mismo la fe católica) concedió libertad religiosa a la provincia. Hasta entonces, no había una sola iglesia católica en toda la zona.

Fue un poco más tarde, en 1683, cuando el rey James II nombró como gobernador colonial a Thomas Dongan, un católico irlandés, a la cabeza de Nueva York. Su “carta de las libertades y privilegios” fue asumida por la asamblea provincial, concediendo así legalmente la libertad religiosa para todos los cristianos, independientemente de su denominación. Pero la caída de los Estuardo en Inglaterra después de la “Revolución Gloriosa” protestante de 1688 terminó deponiendo al gobernador Dongan de su cargo, poniendo así punto final a la libertad religiosa en la provincia una vez más, como lo cuenta  Joyce Mendelsohn en esta reseña publicada en el sitio web de la Antigua San Patricio.

Las cosas empeoraron en la ciudad: en 1700, la asamblea provincial de Nueva York aprobó una ley que prohibía explícitamente que los sacerdotes católicos entraran en la ciudad. Sin embargo, Fernando Steenmayer, un sacerdote jesuita, solía colarse para celebrar la misa en secreto con las pequeñas comunidades católicas neoyorquinas, mayoritariamente  irlandesas. No fue sino 84 años después, cuando la ley anti-católica fue derogada y Charles Whelan, un fraile capuchino irlandés, organizó lo que se convertiría en la primera parroquia católica.

No: no era la “Antigua San Pat”. Aún no.

En ese momento, la comunidad católica de Nueva York contaba con menos de mil personas (una minoría escandalosa, teniendo en cuenta que en la ciudad ya residían 230.000) principalmente de ascendencia francesa, española, portuguesa, alemana (bávara, para ser precisos) e irlandesa. En 1785, casi totalmente financiada por una donación del rey Carlos III de España, la iglesia de San Pedro, el primer templo católico en la ciudad, fue construida en la calle Barclay.

A inicios del siglo XIX, Anthony Kohlmann, un sacerdote jesuita a cargo de la Iglesia de San Pedro, notó que la creciente población católica de la ciudad necesitaba un segundo santuario y, además, una catedral para la sede diocesana: Nueva York ya tenía su primer obispo,  desde 1808. El lugar que se eligió para la nueva iglesia se estaba utilizando como cementerio para la parroquia de San Pedro, y estaba relativamente lejos del área urbanizada de la ciudad, rodeada de tierras de cultivo y las casas de campo de los ciudadanos de mejor posición económica: nacía la que hoy conocemos como la “Vieja San Patricio”.

La primera piedra fue colocada el 8 de junio de 1809, y en menos de 5 años el templo ya estaba construido. La “Old St. Pat” fue dedicada y consagrada el 14 de mayo de 1815, el año en que John Connolly, un fraile irlandés de la Orden Dominica, llegó a tomar posesión como obispo de la ciudad.

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