La neurociencia parece tener una explicación convincente
La experiencia de pasar las páginas de un libro es similar a la de caminar por un sendero: se deja una huella tras la otra, y esto constituye una especie de registro visible, físico, como el de las páginas impresas que se suceden unas a otras. Al menos así lo explica Enrique Majul en La Voz, a partir de un artículo a su vez publicado por Scientific American.
El lado físico de la lectura en papel, comenta la profesora Maryanne Wolf, de la Universidad de Tufts, juega un papel importante.
El cerebro humano, inconscientemente, “necesita” sentir el papel para poder llevar adelante la lectura de una manera más provechosa.
La explicación radicaría en el hecho de que, en términos históricos, la escritura y la lectura son inventos relativamente recientes (cuatro milenios antes de Cristo) y, por ello, los seres humanos no nacemos con “circuitos” cerebrales (permítase la metáfora) dedicados a ninguna de estas actividades.
El cerebro humano procesa los textos como totalidades, como si fuesen paisajes, en lugar de tratar a las letras individuales como objetos físicos.
El libro impreso permite crear una representación mental del texto completo, similar al que el cerebro crea con los espacios físicos, permitiéndole sentirse más cómodo, mejor orientado y, por ende, entendiendo más y mejor lo leído.