Esta niña italiana podría ser pronto la santa no mártir más joven de la historia de la Iglesia
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Antonietta Meo nació en Roma el 15 de diciembre de 1930, y murió cuando tenía sólo seis años de edad, el 3 de julio, 1937. Pronto podría llegar a ser la santa “confesora” más joven (que no mártir) canonizada por la Iglesia católica. Pero ¿cuál es la historia de Antonietta?
Cuando tenía sólo cinco años de edad, Nennolina (como le apodaba su familia) se cayó y se lesionó la rodilla. Al ver que su rodilla no sanaba, se le diagnosticó un osteosarcoma, una forma agresiva de cáncer de hueso.
Su pierna tuvo que ser amputada, y luego se le entregó una pierna artificial. De acuerdo con sus biógrafos, la niña soportó todo con una alegría excepcional.
Querido niño Jesús…
Pero además Nennolina escribió más de cien cartas extraordinarias a Jesús y la Virgen María, que le han ganado la reputación de ser una mística a carta cabal, entre los teólogos católicos, debido a su contenido.
Escritas durante sus últimos meses de vida, las cartas muestran una comprensión de los misterios de la fe y acciones espirituales que van mucho más allá de las de cualquier niño promedio de su edad.
Algunas de las cartas describen visiones celestiales y otras estaban dirigidas a Jesús:
“Querido niño Jesús, tú eres santo, tú eres bueno.
Ayúdame, dame tu gracia y devuélveme mi pierna.
Pero si no quieres, entonces hágase tu voluntad”.
Nennolina insistía en escribir una última carta a Jesús unos días antes de su muerte. En ella, le pidió a Jesús que cuidase de todos aquellos a quienes amaba, y pidió fortaleza para soportar el dolor por el que estaba pasando.
La carta quedó inconclusa, interrumpida por enfermedad de la niña. Las últimas palabras que escribió fueron:
“Tu niña te envía muchos besos”.
Poco después, dijo a su madre que estaba a punto de morir:
“En unas pocas horas, voy a morir, pero no voy a sufrir más, y no debes llorar.
Debería haber vivido unos días más, pero Santa Teresa del Niño Jesús dijo: ‘¡Es suficiente!’”.
Después de la muerte de la niña, su madre tuvo una visión de Nennolina en gloria, asegurándole que estaba ahora en el cielo.
Las reliquias de Antonietta Meo se encuentran ahora en la Basílica de Santa Croce, en Roma, donde fue bautizada, y pasó gran parte de su tiempo rezando y meditando.
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