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Cuando una hostia consagrada permaneció suspendida en el aire

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Aleteia Team - publicado el 12/05/16
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Un milagro sucedido en el concilio de Letrán en 1215Mientras celebraba la misa en presencia del Papa, sucedió un milagro… bajó sus manos, pero la hostia permaneció suspendida en el aire.

El patriarca Jeremías de Amchit nació en Amchit, Líbano, donde se crió y educó hasta el momento en que Dios le llamó para el servicio en la vida religiosa.

De hecho, se hizo monje y, con ayuda de sus hermanos David y Joseph, vivió durante un tiempo como ermitaño en las ermitas de Amchit.

Entre estas ermitas se encontraban grandes y altas bodegas y tres iglesias: Nuestra Señora del mar, Santa Zakhia y San Juan. Las tres son conocidas como las iglesias de Santa Zakhia y se las considera hoy día entre las ruinas antiguas más importantes en Amchit.

En 1199, Jeremías Amchit fue elegido patriarca de Antioquía de la Iglesia maronita. Más tarde, el papa Inocencio III le invitó a participar en el concilio ecuménico que había decidido tendría lugar en Letrán, en Roma, en 1215.

El patriarca viajó hasta el lugar y participó en el encuentro. Mientras celebraba la misa en presencia del Papa y de los miembros del concilio, sucedió un milagro.

Alzó el pan sacramental tras la consagración, para ser honrado y adorado por los presentes, según establece la liturgia. Luego bajó las manos, pero la hostia permaneció suspendida en el aire, sin nada ni nadie que la sostuviera.

El Papa y la multitud quedaron admirados por lo que presenciaban sus ojos, en especial teniendo en cuenta que el concilio de Letrán tenía como objetivo definir la doctrina de la conversión del pan y el vino de la Eucaristía en el cuerpo y sangre de Cristo.

El obispo Ibn AlQileii afirma en relación al milagro: “los presentes quedaron maravillados por el patriarca Jeremías y desde entonces lo consideraron un santo”. El Papa le concedió lo que pedía.

A día de hoy, la pintura con el patriarca oficiando la misa con la hostia por encima de su cabeza aún puede ser admirada en la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma. El milagro también se menciona en el informe de Letrán.

Finalmente, el patriarca regresó a Líbano y permaneció en el monasterio de Santa Ilige, donde falleció en 1230.

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