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La mariposa frágil que los monjes de Tibhirine ofrecieron a sus asesinos

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Jaime Septién - publicado el 05/04/16
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20 años del martirio de los cistercienses de Nôtre Dame del Atlas (Argelia)En su columna Entre paréntesis, publicada, entre otros medios, por El Observador Digital, el sacerdote jesuita Ismael Bárcenas recuerda que el mes de marzo, en que volvió a hacerse presente la violencia fundamentalista con atentados en un parque de la ciudad de Lahore, Pakistán, y en el aeropuerto y metro de Bruselas, se cumplieron también 20 años del secuestro y posterior martirio de los monjes cistercienses del monasterio de Nôtre-Dame del Atlas en Tibhirine, Argelia.

Fue la noche del 26 al 27 de marzo de 1996, cuando un comando armado, formado por una veintena de hombres, irrumpió en el monasterio y se llevó a siete monjes de nacionalidad francesa.

Posteriormente, fueron asesinados el 21 de mayo de ese mismo año. Nueve días después fueron hallados sus cuerpos. Estos hechos se narran en la película De dioses y hombres (2010).

Presencia e identidad cristiana

De aquella masacre, solo dos monjes sobrevivieron. “A la fecha –recuerda el sacerdote jesuita- vive Jean Pierre Schumacher, quien se escondió debajo de su cama. Este hermano de más de 90 años, actualmente reside, junto con otros cinco monjes, en un monasterio de la ciudad marroquí de Midelt”.

Para este monje sobreviviente “es importante formar parte de una presencia de Iglesia en una tierra en la que el 99 por ciento de la población es musulmana”, recuerda el padre Bárcenas.

Acto seguido, cita al propio Jean Pierre Schumacher: “No se trata de hacer nada social ni obtener conversiones, sino de estar presentes, fieles a nuestra identidad cristiana y de comunidad monástica y cisterciense, integrándonos fraternalmente en una sociedad humana local”.

“Hay que notar que la palabra ‘integrar’ conlleva una exigencia fuerte de inculturación y de respeto por la fe y la cultura de las gentes”.

El perdón es una mariposa frágil

Cuando se le pregunta sobre los sucesos de 1996, Jean Pierre dice que sabían que era muy peligroso permanecer en Argelia, que podía suceder algo en cualquier momento y hubo un debate en la comunidad porque los más jóvenes querían marcharse, pero al final entendieron que la vocación supone entregar la vida a Dios “y nos quedamos”, dice el padre Bárcenas, rememorando esta gesta de heroicidad en el nombre de Cristo.

Algo que le ha ayudado a perdonar es imaginarse el perdón como “una mariposa frágil que, con el batir de sus alas, puede provocar una reacción en el otro extremo del mundo”.

Dice que mucho le ha ayudado el testamento de Christian, prior del monasterio en aquel momento, quien por escrito perdonó a su futuro verdugo, en un mensaje que el padre Bárcenas reproduce, como una muestra de la alegría pascual que debería invadir a los cristianos.

Un testamento luminoso

Si un día me aconteciera –y podría ser hoy– ser víctima del terrorismo que actualmente parece querer alcanzar a todos los extranjeros que viven en Argelia, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recordaran que mi vida ha sido donada a Dios y a este país. Que aceptaran que el único Señor de todas las vidas no podría permanecer ajeno a esta muerte brutal. Que rezaran por mí: ¿cómo ser digno de semejante ofrenda? Que supieran asociar esta muerte a muchas otras, igualmente violentas, abandonadas a la indiferencia y el anonimato. Mi vida no vale más que otra. Tampoco vale menos.

Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad, perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado.

Si Dios quiere podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del islam, así como Él los ve, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

En este “gracias”, en el que ya está dicho todo de mi vida, os incluyo a vosotros, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto con mi madre y mi padre, mis hermanas y mis hermanos y a ellos, ¡céntuplo regalado como había sido prometido!

Y a ti también, amigo del último instante, que no sabrás lo que estés haciendo, sí, porque también por ti quiero decir este “gracias” y este a-Dios en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo, en el paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos. Amén. Inchalá.

Padre Christian M. de Chergé (qepd).

Prior del monasterio de Nôtre-Dame del Atlas en Tibhirine, Argelia.

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