¿Está san José en cuerpo y alma en los cielos? Algunos santos lo creen
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José de Nazaret, el esposo de la Virgen María y el padre legal de Jesús, Hijo de Dios, necesita una vindicación en este siglo XXI, con motivo de los dos mil años de terminar su vida en la Tierra.
Durante siglos san José era tenido como un personaje de segunda fila en la economía de la Redención obrada por Jesús de Nazaret.
Ciertamente, los Evangelios hablan poco de José de Nazaret. En la predicación de Jesús se resalta mucho la vida de la Iglesia, de los apóstoles, donde san José no tuvo ninguna participación por cuanto había ya fallecido. Dios quiso ahorrar a José el dolor de la Cruz.
La Madre de Jesús aparece muy poco en la vida pública de su Hijo, pero tiene un papel fundamental junto a la Cruz, donde Jesús nos la dio por Madre de la Iglesia y de la humanidad, por medio del apóstol Juan.
Dios no ahorró a la Virgen el dolor de la Cruz, pues ya profetizó Ana, con motivo de la presentación de Jesús en el templo, que una espada le traspasaría el corazón (Luc, 2, 35)
¿Cuándo murió san José? Se han hecho muchas investigaciones e incluso algunos han tenido visiones, pero no se ha sabido nada en concreto. Por lo general los estudiosos sitúan la muerte de san José entre el año 20 y 25 de nuestra era o tal vez algo más tarde.
Y no son pocos los teólogos y santos que afirman que san José se encuentra en cuerpo y alma en el cielo, al lado de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y al lado de su esposa la Santísima Virgen María.
La fuente en que se basan estas hipótesis está en el mismo Evangelio de Mateo, cuando afirma que al morir Jesús en la Cruz, “se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros, después de su resurrección, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos” (Mt, 27, 52-53). ¡Resucitaron los cuerpos!
¿Quiénes son estos “santos” cuyos “cuerpos resucitaron”? La respuesta la encontraremos en la Biblia: aquellos santos y justos, patriarcas y profetas, que prepararon el camino para la venida del Redentor.
Pues san José ha de estar entre ellos, porque tuvo un papel indispensable en la preparación del Redentor.
Él enseñó a Jesús su oficio, la lengua y el acento específico en el que hablaba. Le cuidó cuando era bebé y después en su niñez, en su adolescencia y en su juventud.
Salvo la Virgen María, nadie como san José ha tratado al Hijo de Dios tan íntimamente, y con Él, al Padre y al Espíritu Santo. ¡Los ha tenido tan cerca y los ha amado tanto…!
Fue José quien acogió a María en su casa después de la revelación en sueños de un ángel del Señor. En esta revelación entendió la vocación suya y la de su esposa que sería Virgen toda su vida, y que él sería su protector.
Fue el que acompañó a María encinta a Belén para empadronarse, quien cuidó de ella y del niño después del nacimiento. También fue José quien, avisa en sueños, tuvo que coger de noche a la Virgen y al Niño y huir a Egipto.
Después regresó a Israel avisado de nuevo en sueños, y se estableció en Nazaret, siendo de la estirpe de David.
No se conocen palabras de san José en el Evangelio, y por eso se le llama el “Santo del Silencio”. Sin embargo, uno se imagina a José cantándole canciones al niño, enseñándole el oficio de carpintero.
Otra vindicación de José de Nazaret, es su edad. Con el fin de proteger la virginidad de María, en la antigüedad trazaron una imagen de José como si fuera un hombre bastante entrado en años, un anciano.
Esto no encaja ni con las costumbres de la época ni en el contexto del Evangelio. Jesús vivió en el seno de una familia normal, con un padre trabajador de la madera o del hierro, y con una madre también trabajadora en las tareas habituales de una esposa y madre y tal vez ayudaba en el taller de su esposo.
Dentro de esta normalidad, ¿cómo se puede pensar que la Virgen se enamorara de un viejo, siendo ella una doncella que aceptó amar a su esposo toda la vida?
José tuvo que sacar adelante a su familia con su trabajo, el cual era un medio para aumentar su santidad. Por eso José de Nazaret tuvo que ser un hombre joven, tal vez de veintitantos años, en pleno vigor de juventud en el alma y en el cuerpo.
San José tuvo que recibir una especial gracia de Dios para poder sacar adelante la vida nada menos que del Hijo de Dios, y su gran amor, su gran caridad, le llevó a respetar la virginidad de su esposa y a cuidar y enseñar a su Hijo mientras Él iba “creciendo en edad y sabiduría” (Lc, 2, 51).
Próxima la fiesta de san José, su intercesión es muy frecuente en las madres, las vírgenes y los trabajadores de cualquier oficio o profesión, y es el patrono de muchas instituciones religiosas, y desde Pío IX, Patrono de la Iglesia universal.
Además es patrono de la familia y de la buena muerte, de la Vida Interior, y de centenares de instituciones religiosas y seglares de todo el mundo.
La extensión de la devoción a san José es de justicia, y algunos han pensado que la Iglesia en 2020 o alrededor de esta fecha, podría celebrar un Año Santo o un Año Josefino dedicado a quien más trató a Jesús.
Fue José de Nazaret un hombre elegido por Dios que supo corresponder a su vocación, a la vocación que Dios le dio, como esposo, como padre y como trabajador.