La familia de cada trabajador debería estar incluida en las reflexiones y toma de decisiones de los directivosNunca está de más meditar sobre el trabajo, especialmente porque este puede ser analizado por muchos lentes. Desde el lente de la economía, como un factor de producción o esfuerzo humano; puede verse desde el lente de la sociología, como actividad por la que el hombre obtiene los medios para la subsistencia. Se podrían usar ríos de tinta para analizar el impacto del trabajo en la persona, en la familia, en el crecimiento de un país, o los diversos cambios de paradigma históricos.
El lente por el que se pretende reflexionar, es el lente de un católico que está convencido que el trabajo no solo “puede ser un medio de santificación” (Compendio CEC 513) sino que puede ser un medio de evangelización, siempre y cuando se reúnan ciertas características.
El análisis y reflexiones sobre el trabajo como medio de santificación se resumen, en última instancia, en que el trabajo es Plan de Dios incluso antes del Pecado Original. Aún después de este, Dios no modifica su mandato al hombre de trabajar. El laico bautizado, tiene la vocación de “buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios” (LG 31).
Se podría decir que en sí mismo un trabajo bien hecho que responda al Plan de Dios ya tiene mérito de santificación, pero mientras mayor conciencia se tenga de esta realidad mayor será la capacidad de unión con el Plan de Dios.
¿Qué oportunidades existen para que un trabajo además de medio de santificación sea un medio evangelizador, y con quiénes puede serlo?
En primer lugar, la misión del centro laboral deberá generar un bien para la sociedad en general. Es imposible pretender que un centro de trabajo sea evangelizador si lo que mueve a la organización, más allá del lucro, no sirve a la sociedad.
Es indispensable que el trabajo sea humanizante, donde el ambiente y clima laboral deben generar en las personas una actitud de confianza, respeto, cuidado, autoeficacia y motivación.
Por otra parte, la familia de cada trabajador deberá estar incluida en las reflexiones y toma de decisiones de los directivos. Por un lado, es insensato pretender generar un ambiente de trabajo adecuado si no se piensa en lo que verdaderamente le debe importar a las personas: su familia. En consecuencia, una institución que busca evangelizar deberá incorporarla en el plan estratégico.
Será también importante que los trabajadores se renueven en la conciencia del valor del trabajo en sí mismo. Así como hay capacitaciones para perfeccionar conocimientos, técnicas y estrategias a los trabajadores, de igual manera se podrían hacer diversas capacitaciones o eventos que fomenten una apertura a un conocimiento personal y al hacer eso mostrar con sinceridad una mayor trascendencia del sentido de la vida.
Las organizaciones pueden generar cultura, no solo para quienes colaboran en ella. Tienen gran capacidad de generar cultura con todos los agentes que se relacionan con ellas, en particular con los clientes, con quienes se puede desarrollar una serie de iniciativas positivas. Al mismo tiempo, la cultura organizacional debe abarcar incluso a los proveedores.
Otro agente sumamente importante por mencionar serían las universidades e institutos, de quienes se espera posteriormente contratar nuevo personal. Es bien sabido que estos se adecúan constantemente para impartir los conocimientos que el mercado demanda actualmente. Este conocimiento se debe cimentar en valores humanos y una recta mirada del hombre, de manera que su concreción redunde en un cambio de paradigmas organizacionales.
Por último, otro agente al que desde el trabajo se puede llegar es el de los pobres y más necesitados, con una verdadera opción preferencial por un desarrollo integral y humano.
Mucho más se debe reflexionar sobre el trabajo y la ocasión que puede ser de convertirse en un medio santificador y evangelizador, y cada vez más se debe proponer y apostar por aplicar esas reflexiones en lo cotidiano y que se vuelvan parte central del actuar de cada laico llamado al trabajo.
Esteban Pacheco
Artículo originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos