Muchos obispos cuando terminan sus largos años de ministerio pastoral se retiran a un austero eremitorioEl patriarca maronita Boutros Bechara Rai fue encargado de una misión: visitar el convento de Nuestra Señora de Tamiche, entre Beirut y Jounieh.
El objetivo era encontrarse con el obispo maronita Charbel Merhi, que, tornándose obispo emérito, pasó a vivir en un eremitorio.
La visita al “Obispo Ermitaño” fue encomendada por el papa Francisco: Bechara debería entregar al prelado un rosario y una copia de la Misericordiae Vultus, la bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, enviados por el papa Francisco.
Francisco y el obispo ermitaño se conocieron en Argentina, durante el período de 23 años en que Charbel estuvo en Buenos Aires como obispo de la diócesis de San Charbel, de los Maronitas.
La misión del patriarca Rai nació durante la última visita que él hizo al Papa, en Roma.
Francisco pidió noticias del obispo Merhi y quiso enviarle a través del patriarca el rosario y la bula Misericordiae vultus y también el pedido para que el “eremita” rezase por él.
El obispo Francois Eid, procurador patriarcal maronita junto a la Santa Sede, recuerda que tener obispos eremitas “es una tradición muy difundida en la Iglesia católica de rito maronita, teniendo como ejemplo a san Marón, nuestro padre en la fe. Muchos obispos cuando terminan sus largos años de ministerio pastoral se retiran a un eremitorio para permanecer solos delante de Dios”.
“Charbel Merhi -continúa Eid- tenía en su corazón el deseo de ser eremita desde joven. Él es oriundo de la Congregación Patriarcal de los Misioneros Libaneses que no contempla en su modo de vida este tipo de retiro eremítico”.
“Cuando concluyó su ministerio pastoral, Merhi volvió de Argentina al Líbano y pidió para vivir como ermitaño. La Orden Maronita Libanesa le dio el permiso y uno le ofreció un eremitorio con el beneplácito del Patriarca.
La vida de Charbel, como la de aquellos religiosos eremitas que le antecedieron, es austera. Su alimentación es suficiente para mantenerse: se alimenta una vez por día”.
“Él se aleja del mundo para convivir con Dios, no habla con los hombres para oír mejor a Dios. La soledad y la oración llenan su vida y torna corto el tiempo que pasa sin cesar a su lado”. (JSG)
Artículo originalmente publicado por Gaudium Press