Una antigua ruta que recorre Europa de norte a sur comienza en Canterbury y termina en Roma
Antes del descubrimiento de la tumba de Santiago El Mayor en Compostela, Roma era la ciudad europea donde se encontraba la única sepultura conocida en Occidente de uno de los doce apóstoles: la de Simón Pedro, además de la del llamado “apóstol de los gentiles”, Pablo de Tarso.
El peregrinaje a Roma, una tradición eterna, como la ciudad.
Si bien no fue sino hasta el siglo VI, durante el papado de Gregorio Magno, cuando los principales santuarios de Roma fueron reformados para facilitar las visitas de los peregrinos, las primeras peregrinaciones a Roma pueden ser datadas ya en el siglo II. Evidencia histórica sólida demuestra que, por ejemplo, Orígenes –uno de los Padres de la Iglesia Oriental y, junto a San Agustín y Santo Tomás, pilar de la teología cristiana-, habría viajado desde Alejandría a Roma como peregrino, quizá en un año jubilar.
La primera descripción exhaustiva de la Vía Francígena es de finales del siglo X, cuando Sigerico El Serio, Arzobispo de Canterbury, utilizó el camino para viajar desde su sede apostólica hasta Roma para recibir allá su palium en el año 990.
Durante siglos, innumerables personas pertenecientes a pueblos recientemente convertidos al cristianismo (francos, lombardos, anglos), comenzaron a peregrinar a Roma desde el norte de Europa, y si bien la conquista cristiana de Jerusalén y el descubrimiento de la tumba de Santiago abrieron nuevas rutas de peregrinaje para los cristianos europeos, medio orientales y norafricanos, también es cierto que la llamada Vía Francígena ya era una ruta consolidada para llegar a la ciudad eterna, a la que el papa Bonifacio VIII ya habría calificado de “Nueva Jerusalén”.
La narración de Sigerico, El Serio.
La primera descripción exhaustiva de la Vía Francígena es de finales del siglo X, cuando Sigerico El Serio, Arzobispo de Canterbury, utilizó el camino para viajar desde su sede apostólica hasta Roma para recibir allá su palium en el año 990.
El recorrido, que obviamente comienza en Canterbury, llega al puerto inglés de Dover y toca el continente europeo en el puerto francés de Calais. Desde allí, atraviesa toda Francia –de allí el nombre “Francígena”- y se abre camino hacia Italia a través del Gran San Bernardo, entre los Apeninos y los Alpes. Varios estudios del recorrido de Sigerico reconstruyeron el camino completo de entonces, permitiendo así la primera edición de la guía oficial de la Vía Francígena en 1990, y si bien el camino de Sigerico –que el autor dividió en 80 etapas- cubría una distancia de aproximadamente 1800 kilómetros, el camino actualmente comprende 2040, debido a una serie de desvíos en la ruta original hoy cubiertos por autopistas, carreteras o vías de tren.