A mediados del pasado año 2015, un breve reportaje publicado por National Geographic volvió a poner el tema sobre la mesa.
Los monjes que viven en la pequeña Iglesia de Santa María de Sión, también llamada “Capilla Del Arca”, en la ciudad sagrada etíope de Aksum, tienen prohibido cruzar la verja que circunda la capilla.
No pueden abandonar la tarea que les ha sido encomendada: vigilar, hasta el día de su muerte, el “Tabot”, como llaman a las Tablas de la Ley en Etiopía.
Abba Gebre Meskel, de 56 años, tiene ya tres décadas en ello.
Entre la arqueología y la leyenda.
De acuerdo a la narración contenida en el libro del Éxodo de la Biblia, las Tablas de la Ley piedra contienen los Diez Mandamientos que Dios entregó a Moisés en el Monte Sinaí. Algunos datan el hecho alrededor del año 1440 antes de Cristo.
Cantidad de leyendas apócrifas que circulan por el norte de África y algunas regiones del Oriente Medio atribuyen a las Tablas poderes sobrenaturales. Alrededor de estas leyendas, precisamente, se tejieron tantas otras, incluyendo la de la obsesión nazi por el ocultismo y las reliquias que haría las delicias de Hollywood (y que daría a Indiana Jones una de sus misiones más aplaudidas en la pantalla grande).
Pero la verdad es que después de la destrucción del Templo de Salomón en Jerusalén, nadie sabe a ciencia cierta a dónde fue a parar el Arca de la Alianza. Tras haber desaparecido sin dejar rastro –y sin registro conocido de su paradero-, el lugar en que en efecto pudiera encontrarse (de haber logrado preservarse) sigue siendo hoy uno de los grandes enigmas no sólo de la historia sino, en particular, de la arqueología.
Lo que sí es cierto es que casi 45 millones de cristianos ortodoxos etíopes (esto es, coptos) están convencidos de que el Arca de la Alianza fue llevada hace aproximadamente 3000 años a Aksum, en el norte Etiopía, y que desde entonces ha sido celosamente cuidada por estos monjes en la modesta iglesia de Santa María de Sión.
Menelik, el hijo de Salomón.
De acuerdo a la tradición copta, la reina de Saba y el rey Salomón tuvieron un hijo: Menelik I, el fundador de una dinastía de emperadores salomónicos que, durante tres mil años, gobernó Etiopía. Él habría sido el encargado de trasladar el precioso cofre de oro y madera de acacia.
De acuerdo al diácono del templo Zemikael Brhane, como señala el reciente reportaje de National Geographic a propósito de esta capilla, “el propio Dios eligió esta tierra, y Aksum es nuestra ciudad más sagrada. Los hombres en Occidente necesitan siempre pruebas visibles, pero a nosotros los etíopes no nos hace falta ver el arca para saber que está aquí. Simplemente, lo sentimos”.
¿Quién puede entrar a la capilla?
Definitivamente, no cualquiera. En realidad, apenas a los monjes encargados de cuidar el sitio. De hecho, una de las muy selectas personas a las que les está siquiera permitido hablar con los vigilantes del “Tabot” es el historiador Ephrem Brhane, que se ha dedicado a guiar lo mismo a turistas que a fieles de todo el mundo a lo largo y ancho de Aksum, quien, de acuerdo al reportaje de Nat Geo, asegura que “Abba Gebre Meskel está convencido al 200 por ciento de que se trata del arca auténtica: no sólo tiene la forma exacta descrita en la Biblia, sino que además brilla con una fuerza enorme”.
El momento de ver el Arca.
Sólo durante siete días al mes, y antes de la salida del sol, los monjes de Santa María de Sión sacan en procesión una copia del Arca. De hecho, cada una de las casi 50.000 iglesias ortodoxas de Etiopía atesora una de estas copias.
A la procesión asisten, tradicionalmente, casi mil personas.
Pero la vieja Capilla de Nuestra Señora de Sión parece haber cumplido ya su cometido: numerosas goteras en sus tejados han obligado a los monjes a iniciar la construcción de un nuevo templo, justo al lado del actual, al que el monje, en absoluto secreto, trasladará el Arca.
Nadie lo sabrá, dice el diácono del templo, hasta el día siguiente.