Al final todo queda en un espectáculo de pirotecnia previsible y pelín irrisorioNO RECOMENDADA PARA MENORES DE 13 AÑOS – El lenguaje y las escenas de contenido violento o sexual pueden herir la sensibilidad
Hace cuatro años se estrenó la película El rito (2011). El film prometía mostrar los entresijos de las academias de exorcistas en el Vaticano. Aunque el largometraje estaba inspirado en las experiencias reales del padre Gary Thomas, quien aseguró que todo lo que se veía en la película se parecía bastante a la realidad, lo cierto es que El rito era una película bastante floja. No solo recurría a los clichés propios del género sino que además no pasaba de rascar la superficie de una cuestión sin duda apasionante.
Algo parecido ocurre con Exorcismo en el Vaticano, que ha sido recientemente proyectada en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. La película parte de una propuesta realmente delirante, la suposición de que el Vaticano tiene en su poder toda grabación de vídeo de una cámara doméstica o de vigilancia del planeta Tierra en la que se advierta el comportamiento demoniaco de supuestos poseídos. La hipotética colección de cintas debe ser tal que hasta se puede contar una historia con escasos vacíos narrativos. La videoteca es presentada como si del corazón de la CIA se tratase.
Los entresijos del Vaticano y su engranaje para enfrentarse al mismísimo Diablo ha despertado multitud de suposiciones y sospechas. Los que estamos fuera tendemos a pensar que allí se debe de cocinar algo siniestro, pero lo cierto es que cuando uno conoce a un exorcista real, la cosa cambia bastante. Suele ser gente especialmente bondadosa que emana una paz, con su sola presencia, difícil de explicar.
Exorcismo en el Vaticano es una película bastante insulsa. Como El rito, el film se venía anunciando como la película definitiva sobre los exorcismos pero lo cierto es que es más de lo mismo: cuerpos contorsionándose, ojos en blanco, jadeos, etc… Lo cierto es que uno puede empezar a atar cabos si rastrea un poco las anteriores películas de su director, Mark Neveldine y encuentra entre sus títulos joyas de la calaña de El motorista fantasma 2 o Gamer (honestamente no sé cuál es peor).
Si además advertimos que entre los responsables de su guion están Michael C. Martin (consumado guionista de televisión de productos de escasa relevancia), Christopher Borrelli (guionista de, atención, Persecución extrema 2) y Chris Morgan (el más ilustre de todos entre cuyos trabajos podemos encontrar las últimas cinco entregas de Fast & Furious) todo empieza a tener más sentido.
Exorcismo en el Vaticano es un largometraje aburrido y superficial con muy poco o ningún interés, por más que uno se quiera esforzar. La película solo repite lo que sus responsables han visto en otras películas empezando, como siempre ocurre en las historias de posesiones demoniacas, por El exorcista. Aquella película de William Friedkin polémica, complicada y de difícil digestión incluso hoy, más de cuarenta años después de su estreno, ha sido una de las aproximaciones más lúcidas, realistas y crudas que ha tenido el cine sobre el tema.
Puede que en el mundo real los poseídos no escupan puré de guisantes por la boca, pero lo que en última instancia transmitía El exorcista era el triunfo de Dios sobre el Mal. Y nada de esto que valga realmente la pena hay en Exorcismo en el Vaticano donde al final todo se reduce a un espectáculo de pirotecnia previsible y pelín irrisorio.