No bastan discursos; se requiere un cabal esfuerzo de las autoridades responsables para esclarecer los hechosHoy sábado 26 de septiembre se cumple un año de la desaparición de los 43 normalistas de la escuela rural de Ayotzinapa, ocurrido en la ciudad de Iguala, Guerrero.
Las manifestaciones en contra de la actuación del gobierno y de la justicia mexicana se extienden, literalmente, por todo el mundo y llegan hasta Filadelfia, en donde representantes de “los 43” pretenden encontrarse de alguna forma con el Papa Francisco.
No bastan los discursos
En este contexto, resulta esclarecedor el reciente mensaje que, con motivo del primer aniversario de las desapariciones ha escrito monseñor Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancingo-Chilapa, jurisdicción diocesana en la que ocurrieron los hechos de la noche del 26 de septiembre, cuando estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa se encontraban en Iguala y, supuestamente, fueron entregados por la policía local a grupos de narcotraficantes que los mataron, los quemaron y echaron sus cenizas al río que pasa cerca del basurero de Cocula.
Monseñor Rangel, de la Orden de Frailes Menores, recuerda que esta tragedia no ha dejado indiferente a nadie –el Papa Francisco ya se ha pronunciado sobre ella varias veces—y ha llevado a la Iglesia a recuperar el mensaje de respeto, promoción y defensa de la vida en cualquiera de sus expresiones y momentos.
“Nos duele –escribió monseñor Rangel en su mensaje– el sufrimiento, la rabia, la desesperación y la desconfianza de los familiares de estos 43 jóvenes, y de las familias de los miles de desaparecidos en todo el país”.
Coincidiendo con los padres de los muchachos desaparecidos –quienes el jueves pasado se reunieron a puerta cerrada con el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y con su gabinete de seguridad—el prelado mexicano recalcó que ante la actual situación de desprestigio de la investigación oficial, “no bastan discursos; se requiere un cabal esfuerzo de las autoridades responsables para esclarecer los hechos y llegar junto con la sociedad, empezando por las familias de todos los desaparecidos, a la verdad sin adjetivos”.
Ante el manipuleo al que han sometido grupos políticos que medran a su favor con el sufrimiento y la pobreza de los padres, hermanos y parientes de los desaparecidos, monseñor Rangel dijo que este drama “no debe ser usado por personas y grupos sin escrúpulos que persiguen sus propios intereses, entre los que no faltan los que sacan ‘raja política’ posesionándose del tema”.
¿Cuál es la salida?
Tras el encuentro de los padres y familiares de los desaparecidos con el Presidente de México, hoy la prensa y los grupos de activistas del país y del extranjero se hacen esa pregunta: ¿cómo desenmarañar la trama urdida por las autoridades judiciales mexicanas y dar certeza a los padres y a los familiares, a la comunidad y al pueblo de México del destino que sufrieron las víctimas de esta atrocidad?
Para encontrar una salida, dijo monseñor Rangel, “debemos comenzar por examinarnos delante de Dios y ante nuestra conciencia ciudadana, y preguntarnos qué ha originado estos lamentables y reprobables acontecimientos. Así nos daremos cuenta que la causa de fondo es el olvido de la dignidad y derechos de toda persona”.
Con esa convicción, monseñor Rangel recomendó a los involucrados y al pueblo de México en general, dos cosas: oración y trabajo. “Pidamos a Dios el don de la paz y trabajemos por ella mediante actos concretos en favor del diálogo, la verdad, la justicia, la reconciliación y el respeto a la vida, dignidad y derechos de todos. Cada uno podemos y debemos poner nuestro granito de arena”.
La paz es posible
El obispo de Chilpancingo-Chilapa recordó, finalmente, que “el anarquismo, la violencia y la intransigencia sólo provocan confusión, desorden, destrucción y lo que es más triste, pérdida de vidas. La violencia no es el camino para la justicia ¡Al contrario! Aumenta la injusticia y el dolor”.
En Guerrero se ha dado el constante enfrentamiento entre bandas de delincuentes y han convertido la región de la Costa Chica, y de la alta montaña en auténtica tierra de nadie. Por ello el prelado terminó diciendo con esperanza y urgencia ante una sociedad desgarrada:
“No demos cabida al desorden y a la anarquía ¡Unámonos como sociedad! En el Estado de Guerrero existe gente buena y positiva ¡Construyamos juntos la paz! Que Santa María de Guadalupe interceda por nosotros para que tengamos la sabiduría y valentía de asumir este compromiso”.