Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
San Bernardino Realino nació en Carpi (Módena, Italia) el 1 de diciembre de 1530. Su madre falleció muy pronto.
Estudió la carrera de Derecho y se doctoró en 1556. Ejerció como abogado, hasta que al defender un caso en Ferrara hirió en la frente a su oponente. Recibió una sanción y fue inhabilitado para trabajar en aquella ciudad.
Gracias a su padre y al gobernador de Milán, fue nombrado magistrado de Felizzano. Luego pasaría a ser fiscal en Alessandría (Piamonte), magistrado en Cassino y juez de Castelleone. Allí sobresalió como pacificador.
En 1591 recibe por carta la triste noticia de que el amor de su vida, Clara, ha fallecido.
Se traslada a Nápoles con Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, y allí trabaja como auditor y lugarteniente general de la ciudad.
Sin embargo, aquel golpe hizo que Bernardino Realino se replanteara el sentido de su vida.
Una tarde encontró en la calle a dos novicios jesuitas. Su alegría le llamó la atención y decidió ir a misa a la iglesia de los jesuitas en Nápoles.
Le impresionó tanto la homilía del padre Carminata que fue a su casa y se encerró en su habitación, y se confesó con el predicador, quien notó su inclinación a la vida religiosa.
En agosto de 1564 hizo los ejercicios espirituales de san Ignacio y decidió entregar su vida a Dios. Sin embargo, no sabía bien cómo debía ser esa entrega.
Pero, en septiembre de 1564, se le apareció la Virgen con el Niño en brazos y le dijo que ingresara en la Compañía de Jesús. Y así lo hizo, cuando contaba 34 años. Se desprendió de toda su fortuna.
Fue maestro de novicios y más tarde enviado a Lecce como superior de la comunidad de jesuitas. Allí también abrió un colegio y tuvo más visiones de la Virgen.
San Bernardino Realino murió a los 82 años, con tal fama de santidad en la ciudad que fue nombrado patrón cuando aún agonizaba: el propio alcalde le llevó los documentos.
Señor y Dios nuestro, que enviaste a tu santo sacerdote Bernardino Realino para llevar el evangelio de la paz a pueblos y aldeas.
Dios nuestro, que enseñaste a tu iglesia a observar todos los mandamientos celestiales en el amor a Dios y del prójimo,
Ayúdanos a practicar obras de caridad en imitación de tu sacerdote, san Bernardino, que merece ser contado entre los bendecidos en Tu Reino y por su intercesión te pedimos que por ser un gran protector de la familia mantengas las nuestras unidas en amor, afecto, unidad y concordia.
A ti, bendito san Bernardino, que siempre trataste de mantener la familia como núcleo principal en cuyo seno se engendrara el único y verdadero amor a Dios, te pedimos fortaleza y perseverancia para mantener el amor entre los nuestros.
Líbranos de discusiones, separaciones, disputas y arrogancias, y mantennos en amor, armonía y paz, para que todos y cada uno de sus miembros podamos disfrutar de la dicha familiar.
Señor, oramos para que podamos seguir a san Bernardino Realino y responder a tu llamado, para tu gloria y la salvación de nuestras almas.
San Bernardino Realino, ruega por nosotros.
Amén.