Muchos cristianos, incluso católicos, temen la posibilidad de que en breve los gobiernos de todo el mundo obliguen a los ciudadanos a usar microchips bajo la piel.
Algunos protestantes neo-pentecostales afirman que los chips introducidos bajo la piel son la concreción de esta profecía del Apocalipsis:
"Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre. ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666".
Algunos dicen que en el futuro todos los ciudadanos deberán usar microchips bajo la piel.
Los profetas nerviosos contrarios al chip afirman que esta tecnología sería usada por un gobierno mundial para controlar la vida de las personas.
Control y privacidad
Es probable, pero los gobiernos y las empresas tienen ya amplio acceso a cada paso de sus ciudadanos y consumidores, porque casi todo lo que hacemos está grabado en nuestras computadoras personales (PC, smartphones, tablets, etc.) y en las llamadas telefónicas, por no hablar de las cámaras dispersas en todos los ambientes que frecuentamos.
El chip bajo la piel, si fuera introducido a escala global, no haría otra cosa que intensificar una realidad ya bastante amplia: tenemos poca privacidad y casi todos nuestros pasos están monitoreados y grabados por los gobiernos y empresas.
¿Es preocupante? Sí. ¿Podría conllevar a muchos males? Quizá, lo dirá el tiempo. Y la Iglesia seguramente nos prevendrá en caso de que sea necesario.
Una cosa está clara: nadie será condenado por el hecho de adherirse a un sistema de identificación electrónica.
Podemos ser condenados, esto sí, por el hecho de adherirnos a valores e ideologías anticristianas. Esta es la verdadera señal de la bestia, la señal de la mundanidad.
La señal de la bestia en los tiempos de Juan
Los estudiosos del Apocalipsis están de acuerdo en el hecho de que el número 666 se refiere a Nero Caesar, emperador que comenzó una terrible persecución contra los cristianos.
Su maldad era tal que los cristianos comenzaron a llamarlo "bestia".
Esta explicación es más bien plausible, porque san Juan dice claramente que el número de la bestia es el número de un hombre.
Al escribir el nombre de Nerón en letras semitas, resulta:
N R W N Q S R
50 200 6 50 100 60 200 = 666
En los tiempos del apóstol Juan, los cristianos iban al mercado, y era vergonzoso –incluso peligroso– no ofrecer incienso a alguna de las muchas esculturas de los paganos.
Si un comerciante cristiano tenía un banco, las personas se sorprendían porque no tuviera ninguna imagen de los ídolos.
Estas esculturas estaban presentes en todos lados, y los cristianos suscitaban desconfianza y hostilidad porque no les rendían culto.
Como dice el Apocalipsis, por lo tanto, las actividades de compraventa de los cristianos se veían comprometidas por su fidelidad al Evangelio.
Con la disculpa de proteger a sus familias, muchos cristianos comenzaron a fingir adorar a los falsos dioses, para evitar problemas.
Algunos eran funcionarios públicos y no querían perder cargos y prestigio. Muchos probablemente pensaban para sí: "No adoro a estos falsos dioses, pero debo ceder en algo para poder sobrevivir. En mi corazón continúo adorando sólo a Jesús".
Su testimonio de idolatría y traición estaba, sin embargo, frente a todos.
Si el 666 es el número de un hombre –representante de un gran poder (en este caso el Imperio Romano)–, recibir la señal de la bestia significa rendirse a la idolatría impuesta por ese hombre, traicionando de esta manera los valores de la propia fe.
Recibir la señal de la bestia, por lo tanto, es adoptar los pensamientos de la bestia, su ideología (signo sobre la frente), y practicar las obras que la bestia ordena (signo sobre la mano).
No tiene nada que ver con hacerse tatuajes sobre la mano o la frente, o introducir un chip.
La señal de la bestia en nuestros tiempos
El Apocalipsis, a diferencia de lo que piensan muchos, no es un libro que habla sólo del final de los tiempos.
Comunica un mensaje que es siempre actual, porque ilumina la realidad de la persecución y el sufrimiento vivido por los cristianos de cada época.
A veces esta persecución se intensifica y se muestra más feroz.
Cada poder y cada tiranía que surge para buscar aniquilar al pueblo cristiano es una nueva bestia del Apocalipsis, como lo fue Nerón.
En los países dominados por dictaduras comunistas y en muchos países de mayoría musulmana vemos correr sin descanso la sangre de los mártires.
Incluso en Occidente la persecución es durísima, pero no hiere ni mata al cuerpo. Es peor: ataca y mata el alma.
Por la imposición ideológica que se infiltra en nuestra cultura, en los medios de comunicación y en las instituciones educativas, los cristianos padecen una gran presión para negar a Jesucristo y aceptar los valores que Jesús y su Iglesia condenan.
De esta manera actúan a día de hoy muchos cristianos: frecuentan la Iglesia, practican las propias devociones, pero en el mundo actúan como paganos.
Son el tipo de personas que tienen miedo a perder el trabajo, a ser excluidos por los amigos o a padecer los prejuicios a causa de su fe. Y abrazan las ideas del mundo, el espíritu del mundo.
La oposición a la idea de la inserción universal del microchip bajo la piel es más bien válida y razonable, pero no lo suficiente para decir que el chip es la señal de la bestia.
Estén atentos, porque este alarmismo sirve sólo para distraer y para desviarnos de lo que debe ser nuestro objetivo: nuestra conversión cotidiana, nuestra lucha contra los pecados, día tras día.
Las familias se están desintegrando, la castidad es rara, la herejía invade nuestros templos, el relativismo impera, la fe cristiana muere en Europa, el martirio flagela a los cristianos de Oriente. ¿Y la gente piensa todavía que la amenaza a nuestra salvación es un chip?