Formular una parábola es todo un arte, entenderla también pide algo…Los judíos preferían las parábolas como método de enseñanza. Jesús, como todo judío, era heredero de una tradición sapiencial que se forjó a lo largo de muchas generaciones.
Todo grupo humano desarrolla, a lo largo de los siglos, diversos métodos y caminos para explicar la realidad en que se vive y encuentra también caminos para transmitir de una generación a otra las experiencias exitosas para resolver la vida.
Por este motivo, la sociedad hebrea desarrolló la transmisión de la sabiduría como un quehacer familiar. En el libro de proverbios se amonesta a los ingenuos e ignorantes como lo haría un padre o una madre con sus propios hijos.
El modo específico de ser del pueblo judío implica una característica peculiar, esta es la fuerte vinculación del “por qué” de las cosas a los acontecimientos. A esto se le llama sentido histórico.
Muchas veces en el Antiguo Testamento encontramos al final de un relato frases como esta: “por eso, desde entonces…” o bien, “a partir de entonces hasta el día de hoy…”, etcétera.
Así aprendió el pueblo de Jesús a reconocer el origen de las cosas y aprendió también a comunicarlo a las nuevas generaciones.
Con este pensamiento tan ligado a lo tangible, resulta lógico que en vez de elaborar grandes tratados sobre temas abstractos, tengamos el uso de parábolas o narraciones didácticas.
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Pero, como toda comparación cojea, una parábola puede ser malinterpretada. A propósito de este hecho tenemos la aclaración del autor sagrado: “pero a ellos se lo explicaba todo en privado”.
Formular una parábola es todo un arte; entenderla requiere de igual modo mucho ingenio. Cuando tanto el maestro o sabio como el discípulo se conocen muy bien, la interpretación se facilita.
En cambio, para aquellos que no estaban tan cerca de Jesús la interpretación se podía dificultar mucho e incluso podría llegar a malinterpretarse.
Jesús, a lo largo de su ministerio, ocupó varios tipos de parábolas. Por ejemplo, las parábolas del Reino tratan de explicar realidades no tangibles por medio de realidades tangibles.
Las metáforas son sencillas pero es importante encontrar el punto de contacto entre lo predicado y aquello que se quiere enseñar.
Con algunas parábolas Jesús enseña la progresividad del Reino, desde lo insignificante hasta convertirse en algo fundamental (el grano de mostaza), y la efectividad divina (la planta que no se sabe cómo crece).
También ocupó las parábolas en segunda persona: “quién de ustedes, cuando…”; con esto espera que los oyentes se involucren y hagan un juicio sobre algún comportamiento propio.
En otras ocasiones Jesús concluía sus parábolas con alguna pregunta: “¿Qué hará tal o cual…?” Los oyentes poseedores de buen juicio debían dar un veredicto que se aplicara a ellos mismos o a los destinatarios de la parábola.
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Artículo originalmente publicado por Desde la fe