El verdadero amor es mirar hacia el prójimo
Durante mis casi 50 años como sacerdote, he conocido a multitudes de familias en una variedad de entornos: en las misas, confirmaciones y bodas; otras veces sirviendo a los hambrientos o necesitados en nuestra diócesis; en otras ocasiones en eventos escolares y ceremonias. Al igual que cada persona individual, ninguna familia es igual.
Cada miembro de la familia trae regalos y contribuciones únicas a la mesa. Las relaciones interpersonales y su dinámica en cada familia y las maneras de comunicación son todos diferentes. Esto habla de la creatividad sin límites de Dios, ¡y, a veces de su sentido del humor!
A pesar de sus manifestaciones distintas, cada familia comparte la misma misión: llevar la luz de Cristo a un mundo que la anhela desesperadamente. La luz de Cristo es el amor de la Santísima Trinidad, un amor que es interpersonal y que busca relacionarse.
El anhelo más profundo del corazón humano es amar y ser amado, confiar en que soy amado incondicionalmente y puedo amar de la misma manera. El amor familiar muestra concretamente, a través del testimonio del perdón, el sacrificio y compasión, cómo Dios nos ama.
Mis padres no eran perfectos, pero en cada uno de ellos he visto conforme iba creciendo un reflejo de cómo Dios me ama. Me di cuenta de a pesar de todo lo que yo podría hacer para desagradar a mi padre, nunca podría cortar su amor por mí. Esto refleja el amor incondicional de Dios.
Mi madre era tranquila por naturaleza, pero yo sabía que invariablemente se preocupaba por mí, estaba preocupada por mi bienestar y siempre estaría a mi lado con la oración y el amor. En esto, he experimentado la ternura y la fidelidad de Dios.
Según el Papa Francisco, la familia es una "escuela de amor", donde aprendemos de palabra y de obra cómo darnos en el servicio a los demás. Pero las lecciones de esta escuela no se limitan a los miembros de la familia: ellos enseñan a todos los que son testigos del amor de la familia en acción.
Lamentablemente, hoy en día las familias se enfrentan a enormes desafíos en el mantenimiento y la ejecución del plan de estudios, por así decirlo, de su escuela de amor.
En nuestro mundo, en el cual los niños tienen acceso instantáneo a los medios de comunicación, es comprensible que los padres puedan tener dificultades para establecer un programa de aprendizaje para su escuela familiar. ¡Qué difícil debe ser para ellos hablar acerca de la naturaleza del verdadero amor cuando un zumbido constante de voces amenaza con ahogar a los suyos con propuestas alternativas!
Una de las mayores amenazas para la familia de hoy es la plaga de la pornografía. Lo que solía ser algo de acceso restringido a los adultos que estaban dispuestos a arriesgar la vergüenza con el fin de obtener, hoy ya está disponible en internet, en los teléfonos inteligentes y en la televisión por cable. Tal vez lo que es más terrible es que los niños tienen su primer encuentro con la pornografía ya a los 10 o 11 años de edad.
Una plaga que oscurece el amor
No hablamos de encuentros ocasionales con la pornografía, la verdadera historia es que miles de personas, incluso las personas de fe, sufren de adicciones a la misma. Al igual que las sustancias adictivas, estudios científicos y psicológicos confirman que el cerebro busca imágenes más viles para producir el efecto inicial. Llamar a esto otra cosa que no sea una plaga es negar sus efectos nocivos.
La introducción de la pornografía en la vida familiar es destructivo, porque oscurece el verdadero amor con algo que se parece. Lejos de promover la dignidad de otra persona, la pornografía avanza una visión de un mundo en la que las personas son utilizadas y manipuladas, abusadas y luego desechadas.
Es un medio que reduce el sexo a una forma de entretenimiento y hasta con fines de lucro.
Dios nos creó como seres sensoriales, lo que significa que las imágenes que vemos se quedan con nosotros en nuestra memoria y dan forma a nuestra imaginación.
¿Qué pasará con nuestros hijos si toman las imágenes de hombres que tratan a las mujeres de manera degradante? ¿Cómo van a aprender a proteger la dignidad de las mujeres? ¿Queremos que nuestras hijas vean mujeres abusadas y explotadas?
Es el deber de todos los padres, especialmente el padre, proteger a los niños de la exposición a esta plaga, y si sus hijos o hijas se llegan a encontrar con esta plaga, proponerles algo hermoso en su lugar.
Los niños no son los únicos que tienen la imaginación y conciencia impresionables, también los esposos, esposas, padres y madres. La pornografía presenta una amenaza inmediata al matrimonio, al amor, la confianza y la castidad.
Uno de los factores más comunes en todos los casos presentados a las diócesis para tramitar anulaciones matrimoniales es el uso de la pornografía, ya que ofrece un sustituto falso para la intimidad matrimonial real.
Pero la esperanza no se pierde. La familia es la escuela del verdadero amor, el amor que requiere un dominio de uno mismo y de los propios deseos con el fin de atender a la otra persona. Las familias hacen esto todos los días; su armonía requiere que los miembros dejen de lado sus deseos y preferencias con el fin de trabajar por el bien del conjunto.
Lo que se necesita en nuestro tiempo es un renovado aprecio por la virtud de la castidad, del amor que se ordenó a la defensa de la dignidad propia y de la otra persona. Es la virtud que hace capaz el darse en la vida familiar.
En este amor no hay lugar para la pornografía, la masturbación o la anticoncepción. Cualquier cosa que nos vuelve hacia adentro -que no nos llame a cualquier dominio de uno mismo- no puede fomentar el amor. Esto significa que nuestros deseos nos controlan. Significa que no somos libres.
El verdadero amor ve hacia afuera, hacia la otra persona. Y en ese encuentro con el otro, vemos el rostro de Dios. Seamos todos "hijos de la luz", como dice san Pablo, ¡y que podamos llevar con nuestras familias a este mundo nuestro de la oscuridad a la luz!
Por el obispo Paul S. Loverde, quien ha sido el obispo de Arlington, Virginia, desde 1999, y es autor de la carta pastoral sobre la pornografía Comprados por precio.
Artículo original: Mastery of desires is key to familial love, true love looks outward toward another. Bishop Paul Loverde OSV Newsweekly
Gracias OSV Newsweekly, reproducción bajo autorización.
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