San Luis María Grignion de Montfort muestra la perfecta consagración a JesucristoLa perfecta consagración a Jesucristo
CAPITULO I
Contenido esenciales de la consagración
120. La plenitud de nuestra perfección consiste en ser conformes, vivir unidos y consagrados a Jesucristo. Por consiguiente, la más perfecta de todas las devociones, es sin duda alguna, la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a Jesucristo. Ahora bien, María es la creatura más conforme a Jesucristo. Por consiguiente, la devoción que mejor nos consagra y conforma al Señor es la devoción a su Santísima Madre. Y cuanto más te consagras a María, tanto más te unirás a Jesucristo.
La perfecta consagración a Jesucristo es por lo mismo, una perfecta y total consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta es la devoción que yo enseño y que consiste en otras palabras en una perfecta renovación de los votos y promesas bautismales.
a. Consagración perfecta y total.
121. Consiste, pues, esta devoción en una entrega total a la Santísima Virgen, para pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Hay que entregarle:
1º el cuerpo con todos sus sentidos y miembros;
2º el alma con todas sus facultades;
3º los bienes exteriores llamados de fortuna presentes y futuros;
4º los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras.
En dos palabras: cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden de la naturaleza de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna ni de un céntimo, ni de un cabello, ni de la menor obra buena y esto por toda la eternidad y sin esperar por nuestra ofrenda y servicio más recompensa que el honor de pertenecer a Jesucristo por María y en María, aunque esta amable Señora no fuera como siempre lo es la más generosa y agradecida de las creaturas.
122. Conviene advertir que en las buenas obras que hacemos hay un doble valor: la satisfacción y el mérito, o sea, el valor satisfactorio o impetratorio y el valor meritorio.
El valor satisfactorio o impetratorio de una buena obra es la misma obra buena en cuanto satisface por la pena debida por el pecado u obtiene algu9na nueva gracia. En cambio, el valor meritorio o mérito es la misma obra buena en cuanto merece la gracia y la gloria eterna.
Ahora bien en esta consagración de nosotros mismos a la Santísima Virgen, le entregamos todo el valor satisfactorio, impetratorio y meritorio. Es decir, las satisfacciones y méritos, gracias y virtudes, no para que los comunique a otros porque nuestros méritos, gracias y virtudes, estrictamente hablando, son incomunicables, únicamente Jesucristo, haciéndose fiador nuestro ante el Padre, ha podido comunicarnos sus méritos sino para que nos los conserve, aumente y embellezca (como veremos más adelante). Le entregamos nuestras satisfacciones para que las comunique a quien mejor le plazca y para mayor gloria de Dios.
123. De donde se deduce que:
1º por esta devoción, entregas a Jesucristo, de la manera más perfecta puesto que lo entregas por manos de María todo cuanto le puedes dar y mucho más que por las demás devociones, por las cuales le entregas solamente parte de tu tiempo, de tus buenas obras, satisfacciones y mortificaciones.
Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de disponer de tus bienes y satisfacciones que cada día puedes ganar por tus buenas obras, lo cual no se hace en ninguna Orden o Instituto Religioso.
En éstos se dan a Dios los bienes de fortuna por el voto de castidad, la propia voluntad por el voto de obediencia y, algunas veces, la libertad corporal por el voto de clausura. Pero no se entrega a Dios la libertad o el derecho de disponer de las buenas obras ni se despoja uno, cuanto es posible, de los más precioso y caro que posee el cristiano, a saber, los méritos y satisfacciones.
124. 2º Una persona que se consagra y entrega voluntariamente a Jesucristo por medio de María, no puede ya disponer del valor de ninguna de sus buenas obras: todo lo bueno que padece, piensa, dice y hace pertenece a María quien puede disponer de ello, según la voluntad y mayor gloria de su Hijo.
Esta entrega, sin embargo, no perjudica en nada a las obligaciones de estado presente o futuro en que se encuentre la persona, por ejemplo, los compromisos de un sacerdote que, por su oficio y otro motivo cualquiera, debe aplicar el valor satisfactorio e impetratorio de la santa misa a un particular. Porque no se hace esta consagración sino según el orden establecido y los deberes del propio estado.
125. 3º Esta devoción nos consagra al mismo tiempo, a la Santísima Virgen y a Jesucristo. A la Santísima Virgen, como al medio perfecto escogido por Jesucristo para unirse a nosotros, y a nosotros con Él. Al Señor, como a nuestra meta final, a quien debemos todo lo que somos ya que es nuestro Dios y Redentor. Perfecta renovación de las promesas bautismales.
126. He dicho que esta consagración puede muy bien definirse como una perfecta renovación de los votos o promesas del santo Bautismo.
De hecho, antes del Bautismo, todo cristiano era esclavo del demonio a quien pertenecía. Por su propia boca o la de sus padrinos renunció en el Bautismo a Satanás, a sus pompas y a sus obras y eligió a Jesucristo como a su Dueño y Señor, para depender de El en calidad de esclavo de amor.
Es precisamente lo que hacemos por la presente devoción: renunciar la fórmula de consagración lo dice expresamente al demonio, al mundo, al pecado y a nosotros mismos y consagrarnos totalmente a Jesucristo por manos de María.
Pero hacemos aún algo más: en el Bautismo hablamos ordinariamente por boca de otros los padrinos y no consagramos a Jesucristo por procurador. Mientras que en esta devoción nos consagramos por nosotros mismos, voluntariamente y con conocimiento de causa.
En el bautismo no nos consagramos explícitamente por manos de María ni entregamos a Jesucristo el valor de nuestras buenas acciones. Y, después de él, quedamos completamente libres para aplicar dicho valor a quien queramos o conservarlo para nosotros.
Por esta devoción, en cambio, nos consagramos e expresamente al Señor por manos de María y le entregamos el valor de todas nuestras acciones.
127. Los hombres hacen voto en el Bautismo, dice santo Tomás, de renunciar al diablo y a sus pompas. Y esto voto había dicho san Agustín es el mayor y más indispensable. Lo mismo afirman los canonistas: "El voto principal es el que hacemos en el Bautismo".
Sin embargo, ¿quién cumple este voto tan importante? ¿Quién observa con fidelidad las promesas del santo Bautismo? ¿No traicionan casi todos los cristianos la fe prometida a Jesucristo en el Bautismo? ¿De donde proviene este desconcierto universal? ¿No es acaso del olvido en que se vive de las promesas y compromisos del santo Bautismo y de que casi nadie ratifica por si mismo el contrato de alianza hecho con Dios por sus padrinos?
128. Es tan cierto esto, que el Concilio de Sens, convocado por orden de Ludovico Pio para poner remedio a los desórdenes de los cristianos, juzgó que la causa principal de tanta corrupción de las costumbres provenía del olvido e ignorancia en que vivían las gentes acerca de los compromisos del santo Bautismo; y no encontró remedio más eficaz para combatir tamaño mal que excitar a los cristianos a renovar las promesas y votos bautismales.
129. El Catecismo del Concilio de Trento, fiel intérprete de las intenciones de este santo Concilio, exhorta a los párrocos de hacer lo mismo y a acostumbrar al pueblo fiel a
recordar y creer que los cristianos han sido ofrecidos y consagrados a Jesucristo, Señor y Redentor nuestro.
Estas son sus palabras: "El párroco exhortará al pueblo fiel en forma de hacerle comprender que nosotros, más que cualquier otro hombre, debemos ofrecernos y consagrarnos eternamente como esclavos a nuestro Señor y Redentor".
130. Ahora bien, si los Concilios, los Padres y la misma experiencia nos demuestra que el mejor remedio contra los desórdenes de los cristianos es hacerles recordar las obligaciones del Bautismo y renovar las promesas que en él hicieron, ¿no será acaso razonable hacerlo ahora de manera perfecta por esta devoción y consagración al Señor por medio de su Santísima Madre? Digo de manera perfecta, porque para consagrarnos a Jesucristo, utilizamos el más perfecto de todos los medios, que es la Santísima Virgen.
c. Respuesta a algunas objeciones.
131. No se puede objetar que esta devoción es nueva o sin importancia.
No es nueva: los Concilios, los Padres y muchos autores antiguos y modernos habían de dicha consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del Bautismo, como de una práctica antigua aconsejada por ellos a todos los cristianos.
No es de poca importancia, puesto que la fuente principal de todos los desórdenes y, por consiguiente, de la condenación de los cristianos, procede del olvido e indiferencia respecto de esta práctica.
132. Pudiera alguno decir que esta devoción nos imposibilita para socorrer a las almas de nuestros parientes, amigos y bienhechores, dado que nos hace entregar al Señor, por manos de la Santísima Virgen, el valor de todas nuestras buenas obras, oraciones, mortificaciones y limosnas.
Le respondo:
1º no es creíble que nuestros amigos, parientes y bienhechores salgan perjudicados porque nos entreguemos y consagremos, sin reserva, al servicio del Señor y su Santísima Madre Suponerlo sería hacer injuria al poder y bondad de Jesús y de María, quienes sabrán ayudar a nuestros parientes, amigos y bienhechores, sea con nuestra renta espiritual, sea con otros medios.
2º esta devoción no impide orar por los demás vivos o difuntos aunque la aplicación de nuestras obras dependa de la voluntad de la Santísima Virgen. Al contrario, nos llevará a rogar con mayor confianza.
Sucede como a la persona rica que hubiera cedido todos sus bienes a un gran príncipe para honrarlo más: ella rogaría con mayor confianza a este príncipe que dé una limosna a un amigo suyo que se la pide. El príncipe hasta se sentirá feliz de encontrar la oportunidad de manifestar su gratitud a quien se ha despojado de todo para honrarlo y se ha empobrecido para enriquecerlo. El príncipe representa a Jesucristo y a la Santísima Virgen, que jamás se dejarán vencer de nadie en gratitud.
133. Otro objetará, tal vez: "Si doy a la Santísima Virgen todo el valor de mis acciones para que lo aplique a quien Ella quiera, ¡quizá tenga yo que padecer largo tiempo en el purgatorio!"
Esta objeción proviene del amor propio y de la ignorancia que tenemos respecto a la generosidad divina y la de la Santísima Virgen. Y se destruye por sí sola
¿Es posible acaso que una persona ferviente y generosa que vela con mayor empeño por los intereses de Dios que por los propios, da a Dios sin reserva cuanto tiene de suerte que ya no puede dar más. Non plus ultra, tiene como única aspiración la gloria de Dios y el reinado de Jesucristo por medio de su Santísima Madre y se sacrifica totalmente para alcanzar este fin… será posible repito que persona tan noble y generosa sea más castigada en la otra vida por haber sido en ésta más generosa y desinteresada que las otras?
¡Nada de esto! El Señor y su Madre Santísima lo veremos enseguida se mostrarán generosísimos en este mundo y en el otro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, precisamente con esta persona.
134. Conviene ver ahora con la mayor brevedad los motivos que hablan a favor de esta devoción, los admirables efectos que produce en las almas fieles y sus principales prácticas.
CAPITULO II
Motivos en favor de esta devoción
a. Esta devoción nos consagra totalmente al servicio de Dios.
135. Primer motivo que nos manifiesta la excelencia de la consagración de sí mismo a Jesucristo por manos de María.
No se puede concebir ocupación más noble en este mundo que la de servir a Dios. El último de los servidores de Dios es más noble y poderoso que los reyes y emperadores, si éstos no sirven a Dios. ¿Cuál no será entonces, la riqueza, poder y dignidad del auténtico y perfecto servidor de Dios, que se consagra enteramente, sin reserva y cuanto le es posible a su servidor?
Tal viene a ser, en efecto, el esclavo fiel y amoroso de Jesús en María, consagrado, totalmente por manos de la Santísima Virgen a este Rey de reyes, sin reservarse nada para sí mismo. Ni todo el oro del mundo ni las bellezas del cielo alcanzan para apagarlo.
136. Las demás congregaciones, asociaciones y cofradías erigidas en honor del Señor y de su Madre Santísima y que tan grandes bienes producen en la cristiandad, no obligan a entregarlo todo sin reserva. Prescriben ciertamente a sus asociados algunas obras y prácticas para que se cumplan los compromisos asumidos, pero les dejan libres las demás acciones y el resto del tiempo.
Esta devoción, en cambio, exige entregar a Jesús y a María todos los pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos y todos los momentos de la vida.
De quien ha optado por ella se podrá, pues, decir con toda verdad que cuanto hace vete o duerma, coma o beba, realice acciones importantes y ordinarias pertenece a Jesús y a María, gracias a la consagración hecha por él, a no ser que la haya retractado expresamente. ¡Qué consuelo!
137. Además como ya he dicho no hay práctica que nos libere más fácilmente de cierto resabio de amor propio que se desliza imperceptiblemente en las mejores acciones.
Esta gracia insigne la concede el Señor en recompensa por el acto heroico y desinteresado de entregarle, por manos de su Santísima Madre, todo el valor de las buenas acciones. Si ya en este mundo da el céntuplo a los que por su amor dejan los bienes exteriores, temporales y perecederos, que no dará a quien se le sacrifican aún los bienes interiores y espirituales?
138. Jesús, nuestro mejor amigo, se entregó a nosotros sin reserva, en cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos: "Me ganó totalmente, entregándose todo", dice San Bernardo.
¿No será, pues, un deber de justicia y gratitud darle todo lo que podemos? Él fue el primero en mostrarse generoso con nosotros: seásmolo con Él, lo exige la gratitud y Él se manifestará aún más generoso durante nuestra vida, en la muerte y por la eternidad: "Eres generoso con el generoso".
b. Esta devoción hace que imitemos el ejemplo de Jesucristo y practiquemos la humildad.
139. Segundo motivo que nos demuestra que es en si justo y ventajoso para el cristiano el consagrarse totalmente a la Sma. Virgen mediante esta práctica a fin de pertenecer más perfectamente a Jesucristo.
Este buen Maestro no se desdeñó de encerrarse en el seno de la Sma Virgen como prisionero y esclavo de amor ni de vivir sometido y obediente a Ella durante 30 años.
Ante esto lo repito se anonada la razón humana, si reflexiona seriamente en la conducta de la Sabiduría encarnada, que no quiso aunque hubiera podido hacerlo entregarse directamente a los hombres, sino que prefirió comunicárseles por medio de la Sma. Virgen, ni quiso venir al mundo a la edad del varón perfecto, independiente de los demás, sino como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de una Madre.
Esta sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre y salvar a los hombres, no encontró medio más perfecto y corto para realizar sus anhelos que someterse en todo a la Sma. Virgen, no sólo durante los ocho o quince primeros años de su vida como los demás niños sino durante treinta años.
Y durante este tiempo de sumisión y dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado esos años en hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres. Que si no, ¡hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios, quien, a ejemplo de Jesucristo, se somete a María!
Teniendo, pues, ante los ojos ejemplo tan claro y universalmente conocido, ¿seríamos tan insensatos que esperemos hallar medio más eficaz y rápido para glorificar a Dios que no sea el someternos a María a imitación de su Hijo divino?
140. En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto a la Sma. Virgen, recuerda cuanto hemos dicho, el aducir el ejemplo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no ofrecen de dicha dependencia.
El Padre no dio ni da a su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella.
Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace cada día en las almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus méritos y virtudes sino por Ella.
El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por María y sólo por Ella forma a los miembros de su Cuerpo Místico y reparte sus dones y virtudes.
Después de tantos y tan apremiantes ejemplos de la Sma. Trinidad ¿podremos acaso a no ser que estemos completamente ciegos prescindir de María, no consagramos ni someternos a Ella para ir a Dios y sacrificarnos a Él?
141. Veamos ahora algunos pasajes de los Padres, que he seleccionado para probar lo que acabo de afirmar:
Dios hijos tiene María: un Hombre-Dios y un hombre – hombre. Del primero es madre corporal; del segundo, madre espiritual" La voluntad de Dios es que todo lo tengamos en María. Debemos reconocer que la esperanza, gracia y dones que tenemos dimanan de Ella.
Ella distribuye todos los dones y virtudes del Espíritu Santo a quien quiere, cuando quiere, como quiere y en la medida que Ella quiere.
Dios lo entregó todo a María, para que lo recibieras por medio de Ella, pues tú eras indigno de recibirlo directamente de El.
142. Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de su mano dice San Bernardo las da a María, para que de Ella recibamos cuanto nos quiere dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir de manos de María el tributo de gratitud, respeto y amor que le debemos por sus beneficios.
Es, pues, muy justo imitar esta conducta de Dios, para que añade el mismo San Bernardo "la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino a nosotros"
Esto es lo que hacemos con nuestra devoción: con ella ofrecemos y consagramos a la Sma. Virgen cuanto somos y tenemos, a fin de que el Señor reciba por su mediación la gloria y reconocimiento que le debemos y nos reconocemos indignos e incapaces de acercarnos por nosotros mismos a su infinita Majestad. Por ello acudimos a la intercesión de la Sma. Virgen.
143. Esta práctica constituye además, un ejercicio de profunda humildad, virtud que Dios prefiere a todas las otras. Quien se ensalza rebaja a Dios, quien se humilla lo glorifica: "Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes"
Si te humillas creyéndote indigno de presentarte y acercarte a El, Dios se abaja y desciende para venir a ti, complacerse en ti y elevarte aun a pesar tuyo. Pero, si te acercas a El atrevidamente, sin mediador, El se aleja de ti y no podrás alcanzarlo.
¡Oh! ¡Cuánto ama El la humildad de corazón! Y a esta humildad precisamente nos conduce la práctica de esta devoción. Que nos enseña a no acercarnos jamás al Señor por nosotros mismos por amable y misericordioso que El sea sino a servirnos siempre de la intervención de la Sma. Virgen, para presentarnos ante Dios, hablarle y acercarnos a El, ofrecerle algo o unirnos y consagrarnos a El.
c. Esta devoción nos alcanza la protección maternal de María.
María se da a su esclavo.
144. Tercer motivo. La Sma. Virgen es Madre de dulzura y misericordia y jamás se deja vencer en amor y generosidad. Viendo que te has entregado totalmente a Ella para honrarla y servirla y te has despojado de cuanto más amas para adornarla se entrega también plena y totalmente a ti. Hace que te abismes en el piélago de sus gracias, te adorna con sus méritos, te apoya con su poder, te ilumina con su luz, te inflama con su amor, te comunica sus virtudes: su humildad, su fe, su pureza, etc. Se constituye en tu fiadora, tu suplemento y tu todo ante Jesús. Por último, dado que como consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en plenitud. De suerte que, en cuanto perfecto servidor e hijo de María, puedes repetir lo que dijo de sí mismo el Evangelista San Juan: "El discípulo se la llevó a su casa".
145. Este comportamiento observado con fidelidad produce en tu alma gran desconfianza, desprecio y aborrecimiento de ti mismo y, a la vez, inmensa confianza y total entrega en manos de la Sma. Virgen, tu bondadosa Señora.
Como consagrado a Ella no te apoyarás ya en tus propias disposiciones, intenciones. Méritos y buenas obras. En efecto, lo has sacrificado todo a Jesucristo por medio de su Madre bondadosa. Por ello, ya no te queda otro tesoro y éste ya no es tuyo en donde estén todos tus bienes que María.
Esto te llevará a acercarte al Señor sin temor servil ni escrúpulo y rogarle con toda confianza y te hará participar en los sentimientos del piadoso y sabio abad Ruperto, quien aludiendo a la victoria de Jacob sobre un ángel, dirige a la Sma. Virgen estas hermosas palabras: "¡Oh! María Princesa mía y Madre inmaculada del Hombre-Dios, Jesucristo, deseo luchar con este Hombre que es el Verbo de Dios, armado no con mis méritos sino con los tuyos".
¡Oh! ¡Qué poderosos y fuertes somos ante Jesucristo cuando estamos armados con los méritos e intercesión de la digna Madre de Dios, quien según palabras de San Agustín, venció amorosamente al Todopoderoso!
María purifica nuestras buenas obras, las embellece y hace aceptables a su Hijo divino.
146. Por esta devoción entregamos al Señor, por manos de su Madre Santísima, todas nuestras buenas obras. Esta bondadosa Madre las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las acepte.
1) Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que se desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos purísimas y fecundas, esas manos jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto tocan limpian en lo que ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto.
147. 2) Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador cuya riqueza fuera una manzana y deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey. ¿Qué haría? Acudir a la Reina y presentarle la manzana para ella la ofrezca al Soberano.
La Reina acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y hermosa bandeja de oro y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la manzana de suyo indigna de ser presentada al Soberano, se convierte en un obsequio digno de su Majestad, gracias a la bandeja de oro y a la persona que la entrega.
148. 3) María presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para si nada de lo que se le ofrece: todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si le entregas algo, necesariamente lo entregas a Jesucristo. Si la alabas, necesariamente alabas y florificas al Señor. Si las ensalzas y bendices, Ella como cuando Santa Isabel la alabó entona su cántico "Proclama mi alma al Señor!"
149. 4) Por insignificante y pobre que sea para Jesucristo, Rey de reyes y Santo de los santos, el don que le presentas, María hace que Él acepte tus buenas obras. Pero quien, por su cuenta y apoyado en su propia industria y habilidad, lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio y, muchas veces, lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo lo mismo que en otro tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia.
Pero si al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su Madre amadísima, le coges por su flaco si me permites la expresión. El no mirará tanto el don que le ofreces, cuanto a su bondadosa Madre que es quien se lo presenta, ni considera tanto la procedencia del don, cuanto a Aquella que se lo ofrece.
Así, María jamás rechazada y siempre bien recibida por su Hijo hace que el Señor acepte con agrado cuanto se le ofrezca grande o pequeño: basta que María lo presente para que Jesús lo acepte y se complazca en el obsequio. El gran consejo que san Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era éste: "Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado".
150. ¿No es esto acaso lo que la misma naturaleza inspira a los pequeños respecto a los grandes, como hemos visto ya? (Nº 147) ¿Por qué no habría de enseñarnos la gracia a observar la misma conducta para con Dios, infinitamente superior a nosotros y ante quien somos menos que átomos? ¿Tanto más teniendo como tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido desairada, tan inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de Dios, tan caritativa, que no se rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea?
Más adelante expondré en la historia de Jacob y Rebeca la figura verdadera de lo que voy diciendo.
d. Esta devoción es un medio excelente para procurar la mayor gloria de Dios.
151. Cuarto motivo. Esta devoción, fielmente practicada, es un medio excelente para enderezar el valor de nuestras buenas obras a procurar la mayor gloria de Dios. Casi nadie obra con esta noble finalidad, a pesar de que a ello estemos obligados, sea porque no sabemos donde está la mayor gloria de Dios, sea porque no la buscamos.
Ahora bien, dado que la Sma. Virgen a quien cedemos el valor y mérito de nuestras buenas obras conoce perfectamente donde está la mayor gloria de Dios y todo su actuar es procurarla, el perfecto servidor de esta amable Señora a quien se ha consagrado totalmente como hemos dicho puede afirmar resueltamente que el valor de todas sus acciones, pensamientos y palabras se ordena a la mayor gloria de Dios, a no ser que haya revocado expresamente su ofrenda.
¿Será posible hallar algo más consolador para una persona que ama a Dios con amor puro y desinteresado y aprecia la gloria e intereses de Dios más que los suyos propios?
e. Esta devoción conduce a la unión con el Señor.
152. Quinto motivo. Esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios, en la cual consiste la perfección cristiana.
(···)
169. Sexto motivo. Esta devoción da a quienes la practican fielmente una gran libertad interior: la libertad de los hijos de Dios. Porque haciéndose el hombre esclavo de Jesucristo y consagrándose a El por esta devoción, el Señor en recompensa de la amorosa esclavitud por la que hemos optado:
1º quita del alma todo escrúpulo y temor servil que pudiera angustiarla, esclavizarla y perturbarla;
2º ensancha el corazón con una santa confianza en Dios, haciendo que lo mire como a su Padre;
3º nos inspira un amor tierno y filial.
170. No me detengo a probar con razones esta verdad. Me contento con referir un hecho histórico que leí en la Vida de la Madre Inés de Jesús, religiosa dominica del convento de Langeac Alvernia, donde murió en olor de santidad en 1634. Contaba apenas siete años y ya padecía grandes congojas espirituales.
Oyó entonces una voz que le dijo: "Si quieres verte libre de todas tus angustias y ser protegida contra todos tus enemigos, hazte cuanto antes esclava de Jesús y de su Sma. Madre". Al regresar a su casa, se apresuró a consagrarse enteramente como esclava a Jesús y María, aunque por entonces no sabía lo que era esta devoción.
Habiendo encontrado después una cadena de hierro, se la puso a la cintura y la llevó hasta la muerte. Hecho esto, cesaron todas sus congojas y escrúpulo y halló tanta paz y amplitud de corazón que se comprometió a enseñar esta devoción a muchos otros, quienes a su vez hicieron con ella grandes progresos. Recordemos entre otros a M. Olier, fundador del Seminario de San Sulpicio, y a muchos sacerdotes y eclesiásticos del mismo seminario.
Se le apareció un día la Sma. Virgen y le puso al cuello una cadena de oro, en prueba del gozo que le había causado al hacerse esclava suya y de su Hijo. Y santa Cecilia que acompañaba a la Sma. Virgen, le dijo: "Dichosos los fieles esclavos de la Reina del cielo, porque gozarán de la verdadera libertad: Servirte a ti, es la libertad".
g. Esta devoción procura grandes ventajas al prójimo.
171. Séptimo motivo. Puede movernos a abrazar esta práctica el considerar los grandes bienes que reporta a nuestro prójimo.
Efectivamente, con ella se ejercita de manera eminente la caridad con el prójimo, porque se le da, por manos de María, lo más precioso y caro que tenemos, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno ni el más leve sufrimiento. Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se adquieran hasta la muerte, sean empleadas según la voluntad de la Sma. Virgen, en la conversión de los pecadores o la liberación de las almas del Purgatorio.
¿No es esto amar perfectamente al prójimo? ¿No es esto pertenecer al número de los verdaderos discípulos de Jesucristo, cuyo distintivo es la caridad? ¿No es éste el medio de convertir a los pecadores, sin temor a la vanidad, y librar a las almas del Purgatorio, casi sin hacer otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer conforme a su estado?
172. Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable conocer el gran valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un alma del Purgatorio: bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la tierra, pues se da a un alma la posesión de Dios. De suerte que aun cuando por esta devoción no se sacase en toda la vida más que a un alma del Purgatorio o no se convirtiese más que a un solo pecador. ¿no sería esto motivo suficiente para mover a todo hombre caritativo a optar por ella?
Nótose, además, que nuestras buenas obras, al pasar por las manos de María, reciben un aumento de pureza y, por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio. Con lo cual se hace mucho más capaces de aliviar a las almas del Purgatorio y convertir a los pecadores, que si no pasaran por las manos virginales y liberales de María. Lo poquito que damos por medio de la Sma. Virgen, sin voluntad propia y por caridad pura y desinteresada, llega a ser realmente poderoso para aplacar la cólera de Dios y atraer su misericordia. De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel a esta práctica encontrará en la hora de la muerte, que ha librado a muchas almas del Purgatorio y convertido a muchos pecadores, por medio de esta devoción, aunque sólo haya realizado las obras de su propio estado ¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!
h. Esta devoción es un medio maravilloso de perseverancia
173. Octavo motivo. Finalmente, lo que más poderosamente nos induce a abrazar esta devoción a la Sma. Virgen es el reconocer en ella un medio admirable para perseverar en la virtud y ser fieles a Dios ¿Por qué, en efecto, la mayor parte de las conversiones no es permanente? ¿Por qué se recae tan fácilmente en el pecado? ¿Por qué la mayor parte de los justos, en vez de adelantar de virtud en virtud y adquirir nuevas gracias, pierde muchas veces las pocas virtudes y gracias que poseía? Esta desgracia proviene como hemos dicho de que, no obstante estar el hombre tan corrompido y ser tan débil e inconstante, ¡se apoya en sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias, virtudes y méritos!
Ahora bien, por esta devoción, confiamos a la Virgen fiel todo cuanto poseemos, constituyéndola depositaria universal de todos nuestros bienes, de naturaleza y gracia. Confiamos en su fidelidad, nos apoyamos en su poder y nos fundamos en su misericordia y caridad, para que Ella conserve y aumente nuestras virtudes y méritos, a pesar del demonio, el mundo y la carne, que hacen esfuerzos para arrebatárnoslos. Le decimos como el hijo a su madre y el buen siervo a su señor "¡Guarda el buen depósito!" Madre y Señora, reconozco que por tu intercesión he recibido hasta ahora más gracias de Dios de las que yo merecía. La triste experiencia me enseña que llevo este tesoro en un vaso muy frágil y que soy muy débil y miserable para conservarlo en mí mismo: Yo, pequeño y despreciado como soy.. Recibe, por favor, cuanto posee y consérvamelo con tu fidelidad y tu poder. Si tú me guardas, no perderé nada; si me sostienes, no caeré; si me proteges, estaré seguro ante mis enemigos.
174. San Bernardo dice en términos formales esto mismo para inspirarnos esta práctica: "Cuando Ella te sostiene, no caes; cuando Ella te protege, no temes; cuando Ella te guía, no te fatigas; cuando Ella te es favorable, llegas hasta el puerto de salvación. San Buenaventura parece decir lo mismo en términos más explícitos: "La Sma. Virgen no solamente se mantiene y conserva a los santos en su plenitud, para que ésta no disminuya, impide que sus virtudes se debiliten, que sus méritos perezcan, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño, que el Señor los castigue cuando pecan.
175. María es la Virgen fiel, que por su fidelidad a Dios repara las pérdidas, que la Eva infiel causó con su infidelidad, y alcanza a quienes confían en Ella la fidelidad para con Dios y la perseverancia. Por esto, San Juan Damasceno la compara a un áncora firme que nos sostiene e impide que naufraguemos en el mar tempestuoso de este mundo, en donde tantos perecen por no aferrarse a ella: "Atanos dice las almas a tu esperanza como a un áncora firme".
Los santos, que se han salvado, estuvieron firmemente adheridos a Ella y a Ella ataron a otros para que perseveraran en la virtud.
¡Dichosos, pues, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y enteramente a María como a áncora firme! ¡Los embates tempestuosos de este mundo no los podrá sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales!
¡Dichosos quienes entran en María como en el arca de Noé! Las aguas del diluvio de los pecados que anegan a tantas personas no les harán daño, porque los que obran por mi no pecarán, dice la divina Sabiduría, es decir, los que están en mi para trabajar en su salvación no pecarán.
¡Dichosos los hijos infieles de la infeliz Eva que se aferran a la Madre y Virgen fiel!, la cual permanece siempre fiel y no puede negarse a sí misma. "Si somos infieles, (Ella) permanece fiel, porque no puede desmentirse a sí misma" y responde siempre con amor a quienes la aman: "Yo amo a los que me aman". Y los ama no sólo con amor afectivo, sino con amor efectivo y eficaz, impidiendo mediante gracias abundantes, que retrocedan en la virtud o caigan en el camino y pierdan así la gracia de su Hijo.
176. Esta Madre bondadosa recibe siempre, por su pura caridad, cuanto se le confía en depósito. Y, una vez que lo ha recibido como depositaría, se obliga en justicia en virtud del contrato de depósito a guardárnoslo como una persona a quien yo hubiera confiado en depósito quinientos pesos quedaría obligada a guardármelos, de suerte que, si por negligencia suya se perdiesen, sería responsable de la pérdida en rigor de justicia. Pero ¿qué digo? Esta fiel Señora no dejará jamás que por negligencia se pierda lo que se le ha confiado: el cielo y a tierra pasarán, antes que Ella se negligente o infiel con fieles con quienes confían en Ella.
177. ¡Pobres hijos de María! ¡La debilidad de ustedes es extrema, grande su inconstancia, muy corrompida su naturaleza! Lo confieso: ¡Han sido extraídos de la misma masa corrompida de Adán y Eva! Pero no se desalienten por ello! Consuélense y alégrense! Oigan el secreto que les descubro: secreto desconocido a casi todos los cristianos aun a los más devotos.
No guarden su oro ni su plata en cofres que ya fueron rotos por el espíritu maligno que los saqueó. Cofres que, además, son muy pequeños y endebles y están envejecidos para contener tan grandes y preciosos tesoros. No echen el agua pura y cristalina de la fuente en vasijas sucias e infectadas por el pecado. Si éste no se halla ya en ellas, queda todavía su mal olor que contaminaría el agua. No echen sus vinos exquisitos en toneles viejos, que han estado llenos de vinos malos, se echarían a perder o correrían peligro de derramarse.
178. Almas predestinadas, ¡sé que me han entendido! Pero ¡quiero hablarles aún con mayor claridad! No confíen el oro de su caridad, la plata de su pureza, las aguas de las gracias celestiales ni los vinos de sus méritos y virtudes a un saco agujereado, a un cofre viejo y roto, a un vaso infecto y contaminado, como lo son ustedes mismos. Porque serán robados por los ladrones, esto es, por los demonios, que día y noche acechan y espían el momento oportuno para ello; y todo lo más puro que Dios les ha dado a ustedes lo corromperán con el mal de su egoísmo, de la confianza en ustedes mismos y de su propia voluntad.
Guarden más bien, viertan en el seno y corazón de María, todos sus tesoros, gracias y virtudes. Ella es Vaso espiritual, Vaso de honor, Vaso insigne de devoción. Desde que el mismo Dios se encerró en él personalmente y con todas sus gracias, este vaso se tornó totalmente espiritual y se convirtió en morada espiritual de las almas más espirituales, se hizo digno de honor y trono de honor de los mayores príncipes de la eternidad, se tornó insigne en devoción y la mansión más espléndida en dulzuras, gracias y virtudes; se hizo, finalmente, rico como una casa de oro, fuerte como la torre de David y puro como torre de marfil.
179. ¡Oh! ¡Qué feliz es el hombre que lo ha entregado todo a María, que en todo y por todo se confía y pierde en María! ¡Es todo de María y María es toda de él! Puede decir abiertamente con David: "María ha sido hecha para mí. o con el discípulo amado "La tomé por todos mis bienes" O con Jesucristo: "Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo, mío.
180. Si algún crítico, al leer esto, piensa que hablo aquí hiperbólicamente o por devoción exagerada, no me está entendiendo. O porque es hombre carnal, que de ningún modo gusta de las cosas del espíritu, o porque es del mundo de ese mundo que no puede recibir al Espíritu Santo, o porque es orgulloso y crítico, que condena o desprecia todo lo que no entiende. Pero, quienes nacieron no de la sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios y de María, me comprenden y gustan y para ellos estoy escribiendo.
181. Digo, sin embargo, a unos y a otros volviendo al asunto interrumpido que siendo la excelsa María la más noble y generosa de todas las puras creaturas, jamás se deja vencer en amor ni generosidad. Ella, como dice un santo devoto, "por un huevo te dará un buey", es decir, por lo poquito que le damos, no dará en retorno mucho de lo que ha recibido de Dios. Por consiguiente, si te entregas a Ella sin reservas y pones en Ella tu confianza sin presunción y trabajando por tu parte para adquirir las virtudes y domar las pasiones, Ella se dará a ti totalmente.
182. Digan, pues, abiertamente, con San Juan Damasceno, los fieles servidores de María: "Si confío en ti, oh Madre de Dios, me salvaré; protegido por ti, nada temeré; con tu auxilio, combatiré a mis enemigos y los pondré en fuga: porque ser devoto tuyo es una arma de salvación que Dios da a los que quiere salvar".
CAPITULO III
Figura Bíblica de la vida consagrada a María: Rebeca y Jacob
183. El Espíritu Santo nos ofrece en el libro del Génesis una figura admirable de todas las verdades que acabo de exponer respecto a la Sma. Virgen y a sus hijos y servidores. La hallamos en la historia de Jacob que, por diligencia e industria de su madre, Rebeca, recibió la bendición de su padre, Isaac.
Oigámosla como la refiere el Espíritu Santo. Luego añadiré mi propia explicación.
a. Historia bíblica de Rebeca y Jacob
184. Esaú había vendido a Jacob sus derechos de primogenitura. Rebeca, madre de ambos hermanos, que amaba tiernamente a Jacob, le aseguró muchos años después estos derechos, mediante una estrategia santa y toda llena de misterio.
Isaac, sintiéndose ya muy viejo y deseando bendecir a sus hijos antes de morir, llamó a Esaú, a quien amaba, y le encargó saliese de caza a conseguir algo de comer para bendecirle después. Rebeca comunicó al punto a Jacob lo que sucedía y le mandó traer dos cabritos del rebaño. Cuando los trajo y entregó a su madre, ella los preparó al gusto de Isaac que bien conocía, vistió a Jacob con los vestidos de Esaú, que ella guardaba, y, le cubrió las manos y el cuello con la piel de los cabritos, a fin de que su padre, que estaba ciego, al oír la voz de Jacob, creyese al menos por el vello de sus manos que era Esaú. Sorprendido, en efecto, Isaac por el timbre de aquella voz que le parecía ser de Jacob, le mandó acercarse, y palpando el pelo de las pieles que le cubrían las manos, dijo que verdaderamente la voz era la de Jacob, pero las manos de Esaú. Después que comió y, al besar a Jacob, sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo y deseó el rocío del cielo y la fecundidad de la tierra, le hizo señor de todos sus hermanos y finalizó su bendición con estas palabras: "Maldito el que te maldiga y bendito quien te bendiga".
Apenas había Isaac concluido estas palabras, he aquí que entra Esaú trayendo para comer de lo que había cazado, a fin de recibir luego la bendición de su padre. El santo patriarca se sorprendió, con increíble asombro, al darse cuenta de lo ocurrido. Pero lejos de retractar lo que había hecho, lo confirmó. Porque veía claramente el dedo de Dios en este suceso.
Esaú, entonces, lanzó bramidos anota la Sda. Escritura acusando a gritos, de engañador a su hermano y preguntó a su padre si no tenía más que una bendición (En todo esto como advierten los santos Padres que figura de aquellos que, hallando cómodo juntar a Dios con el mundo, quieren gozar a la vez de los consuelos del cielo y los deleites de la tierra).
Isaac, conmovido por los lamentos de Esaú, lo bendijo, por fin, pero con una bendición de la tierra, sometiéndolo a su hermano. Lo que le hizo concebir un odio tan irreconciliable contra Jacob, que no esperaba sino la muerte de su padre para matarlo. Y Jacob no hubiera podido escapar a la muerte, si Rebeca, su tierna madre, no lo hubiera salvado con su solicitud y con los buenos consejos que le dio y que él siguió con fidelidad.
b. Explicación.
1º Esaú, figura de los réprobos.
185. Antes de explicar esta bellísima historia es preciso advertir que, según los santos Padres y los exégetas, Jacob es figura de Cristo y de los predestinados, mientras que Esaú lo es de los réprobos. Para pensar así, basta examinar las acciones y conducta de uno y otro.
1) Esaú, el primogénito, era fuerte y de constitución robusta, gran cazador, diestro y hábil en manejar el arco y traer caza abundante;
2) Casi nunca estaba en casa y, confiando sólo en su fuerza y destreza, trabajaba siempre fuera de ella;
3) No se preocupaba mucho por agradar a su madre, Rebeca, de la cual hacía poco caso.
4) Era tan glotón y esclavo de la guía, que vendió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas.
5) Como otro Caín estaba lleno de envidia contra su hermano, Jacob, a quien perseguía de muerte.
186. Esta es precisamente la conducta que observan siempre los réprobos:
1) confían en su fuerza y habilidad para los negocios temporales. Son muy fuertes, hábiles e ingeniosos para las cosas terrenas, pero muy ignorantes y débiles para las del cielo.
187. 2) por ello, no permanecen nunca o casi nunca, en su propia casa, es decir, dentro de sí mismos que es la morada interior personal que Dios ha dado a cada hombre para residir allí, a ejemplo suyo, porque Dios vive siempre en Sí mismo. los réprobos no aprecian el retiro ni las cosas espirituales ni la devoción interior. Califican de personas apocadas, mogijatas y hurañas a quienes cultivan la vida interior, se retiran del mundo y trabajan más dentro que fuera;
188. 3) los réprobos apenas si se interesan por la devoción a la Sma. Virgen, Madre de los predestinados. Es verdad que no la aborrecen formalmente, algunas veces le tributan alabanzas, dicen que la aman y hasta practican algunas devociones en su honor. Pero, por lo demás, no toleran que se la ame tiernamente, porque no tienen para con Ellas las ternuras de Jacob.
Censuran las prácticas de devoción a las cuales los buenos hijos y servidores de María permanecen fieles para ganarse el afecto de Ella. No creen que esta devoción les sea necesaria para salvarse. Pretenden que con tal de no odiar formalmente a la Sma. Virgen ni despreciar abiertamente su devoción, merecen la protección de la Virgen María, cuyos servidores son porque rezan y dicen entre dientes algunas oraciones en su honor, pero carecen de ternura para con Ella y evitan comprometerse en una conversión personal;
189. 4) los réprobos venden su derecho de primogenitura, es decir, los goces del cielo, por un plato de lentejas, es decir, por los placeres de la tierra. Ríen, beben, comen, se divierten, juegan, bailan, etc., sin preocuparse como Esaú por hacerse dignos de la bendición del Padre celestial.
En pocas palabras: sólo piensan en la tierra, sólo aman las cosas de la tierra, sólo hablan y tratan de las cosas de la tierra y de sus placeres, vendiendo por un momento de placer, por un humo vano de honra y un pedazo de tierra dura, amarilla o blanca, la gracia bautismal, su vestido de inocencia, su herencia celestial.
190. 5) por último, los réprobos odian y persiguen sin tregua a los predestinados, abierta o solapadamente. No pueden soportarlos: los desprecian, los critican, los contradicen, los injurian, les roban, los engañan, los empobrecen, los marginan, los rebajan hasta el polvo, al paso que ellos ensanchan su fortuna, se entregan a los placeres, viven regaladamente, se enriquecen, se engrandecen y viven a sus anchas.
2º Jacob, figura de los predestinados.
191. 1) Jacob, el hijo menor, era de complexión débil, suave y tranquilo. Permanecía generalmente en casa, para granjearse el favor y gracias de Rebeca, su madre, a quien amaba tiernamente. Si, alguna vez, salía de casa no lo hacía por capricho ni confiado en su habilidad, sino por obedecer a su madre;
192. 2) amaba y honraba a su madre. Por esto permanecía en casa con ella. Nunca se alegraba tanto como cuando la veía. Evitaba cuando pudiera desagradarle y hacía cuanto creía que le complacería. Todo lo cual aumentaba en Rebeca el amor que ella le profesaba;
193. 3) estaba sometido en todo a su querida madre: le obedecía enteramente en todo, prontamente y sin tardar, amorosamente y sin quejarse. A la menor señal de su voluntad, el humilde Jacob corría a realizarla. Creía cuanto Rebeca le decía, sin discutir, por ejemplo, cuando le mandó que saliera a buscar dos cabritos y se los trajera para aderezar la comida a su padre, Isaac, Jacob no replicó que para preparar una sola comida para una persona bastaba con un cabrito, sino que sin replicar, hizo cuanto ella le ordenó;
194. 4) tenía gran confianza en su querida madre y como no confiaba en su propio valer, se apoyaba solamente en la solicitud y cuidados de su madre. Imploraba su ayuda en todas las necesidades y le consultaba en todas las dudas: por ejemplo, cuando le preguntó si en vez de la bendición, no recibiría más bien la maldición de su padre, creyó en ella y a ella se confió tan pronto Rebeca le contestó que ella tomaría sobre si esta maldición;
195. 5) finalmente, imitaba según su capacidad las virtudes de su madre. Y parece que una de las razones de que permaneciera sedentario en casa era el imitar a su querida y muy virtuosa madre y el alejarse de las malas compañías, que corrompen las costumbres.
En esta forma, se hizo digno de recibir la doble bendición de su querido padre.
3º Comportamiento de los predestinados y los réprobos.
196. He aquí el comportamiento ordinario de los predestinados: permanecen asiduamente en casa con su madre, es decir, aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su Madre, la Sma. Virgen, cuya gloria está en el interior, y que durante su vida amó tanto el retiro y la oración.
Ciertamente, de vez en cuando, aparecen en público, pero por obediencia a la voluntad de Dios y a la de su querida Madre y a fin de cumplir los deberes de su estado. Y aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía de la Sma. Virgen. En efecto allí van realizando la obra importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son sino juego de niños.
Por eso, algunas veces, mientras sus hermanos y hermanas trabajan fuera con gran empeño, habilidad y éxito, cosechando la alabanza y aprobación del mundo ellos conocen por la luz del Espíritu Santo que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegría en vivir escondidos en el retiro con Jesucristo, su modelo, en total y perfecta sumisión a su madre, que en realizar por sí solos maravillas de naturaleza y gracia en el mundo, a semejanza de tantos Esaús y réprobos que hay en él.
"En su casa habrá riquezas y abundancia". Sí, en la casa de María se encuentra abundancia de gloria para Dios y de riquezas para los hombres.
Señor Jesus, ¡cuán amables son tus moradas!. El pajarillo encontró casa para albergarse y tórtola nido para colocar sus polluelos. ¡Oh! ¡Cuán dichosos el hombre que habita en la casa de María! ¡Tú fuiste el primero en habitar en Ella! En esta morada de predestinados el cristiano recibe ayuda de ti sólo y dispone en su corazón las subidas y escalones de todas las virtudes para elevarse a la perfección durante su peregrinar terreno.
197. 2) los predestinados aman con filial afecto y honran efectivamente a la Sma. Virgen como a su cariñosa Madre y Señora. La aman no solo de palabra, sino de hecho. La honran no sólo exteriormente, sino en el fondo del corazón. Evitan, como Jacob, cuanto pueda desagradarle y practican con fervor todo lo que creen puede granjearles su benevolencia. Le llevan y entregan no ya dos cabritos, como Jacob a Rebeca, sino lo que representan los dos cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su alma, con todo cuanto de ellos depende, PARA QUE ELLA:
a) los reciba como cosa suya.
b) les mate y haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos.
c) los aderece al gusto del Padre Celestial y a su mayor gloria, que Ella conoce mejor que nadie;
d) con sus cuidados e intercesión disponga este cuerpo y esta alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado digno de la boca y bendición del Padre Celestial.
¿No es esto acaso lo que harán los predestinados que aceptarán y vivirán la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María, que aquí les enseñamos para que testifiquen a Jesús y a María, un amor intrépido y efectivo? Los réprobos protestan, muchas veces, que aman a Jesús, que aman y honran a María, pero no lo demuestran con la entrega de sí mismos, ni llegan a inmolarles el cuerpo y el alma con sus pasiones, como los predestinados;
198. 3) éstos sumisos y obedientes a la Sma. Virgen, como a su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de treinta y tres años que vivió sobre la tierra, empleó treinta en glorificar a Dios, su Padre, mediante una perfecta y total sumisión a su Sma. Madre. La obedecen, siguiendo exactamente, sus consejos, como el humilde Jacob los de Rebeca cuando le dijo: "Sigue mi consejo! o como los sirvientes de las bodas de Caná a quienes dijo la Sma. Virgen: "Hagan todo lo que El les mande!
Jacob, por haber obedecido a su madre, recibió como por milagro la bendición, aunque naturalmente no podía recibirla. Los servidores de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Sma. Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a petición de su bendita Madre.
Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre Celestial y sean honrados con las maravillas de Dios, sólo recibirán estas gracias como consecuencia de su perfecta obediencia a María. Los Esaús, al contrario, pierden su bendición por falta de sumisión a la Sma. Virgen;
199. 4) los predestinados tienen gran confianza en la bondad y poder de María, su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar su socorro. La miran como su estrella polar, para llegar a buen puerto. Le manifiestan sus penas y necesidades con toda la sinceridad del corazón.
Se acogen a los pechos de su misericordia y dulzura, para obtener por su intercesión el perdón de sus pecados o saborear en medio de las penas y desalientos sus dulzuras maternales. Se arrojan, esconden y pierden de manera maravillosa en su seno amoroso y virginal, para ser allí inflamados en amor puro, ser allí purificados de las menores manchas y encontrar allí plenamente a Jesucristo que reside en María como en su trono más glorioso.
¡Oh! ¡Qué felicidad! "No creas dice el abad Guerrico que sea mayor felicidad habitar en el seno de Abraham que en el de María, dado que el Señor puso en éste su trono".
Los réprobos, por el contrario, ponen toda su confianza en sí mismos. Al igual que el hijo pródigo se alimentan solamente de lo que comen los cerdos, se nutren solamente de tierra, a semejanza de los sapos, y a la par de los mundanos sólo aman las cosas visibles y exteriores. No pueden gustar las dulzuras maternales del seno de María ni experimentar apoyo y confianza seguros en la Sma. Virgen, su bondadosa Madre. Quieren hambrear miserablemente por las cosas de fuera dice San Gregorio porque no quieren saborear la dulzura preparada dentro de sí mismo y en el interior de Jesús y María;
200. 5) finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Sma. Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan y, por esto, son verdaderamente dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: "Dichosos los que siguen mis caminos", es decir, quienes con el auxilio de la gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las huellas de mi vida.
Sí, dichosos durante su vida terrena, por la abundancia de gracias y dulzuras que les comunico de mi plenitud y más abundantemente que a aquellos que no me imitan tan de cerca.
Dichosos en su muerte, que es dulce y tranquila y a la que ordinariamente asisto, para conducirlos a los goces de la eternidad.
Dichosos, finalmente, en la eternidad, porque jamás se ha perdido ninguno de mis fieles servidores que haya imitado mis virtudes durante su vida.
Los réprobos, por el contrario, son desgraciados durante su vida, en la muerte y por la eternidad, porque no imitan las virtudes de la Sma. Virgen y se contentan con ingresar en sus cofradías, rezar en su honor algunas oraciones o practicar alguna otra devoción exterior.
¡Oh Virgen Santísima"! ¡Bondadosa Madre mía!
¡Cuán felices son,
lo repito en el arrebato de mi corazón
cuán felices son quienes
sin dejarse seducir por una falsa devoción,
siguen fielmente tus caminos
observando tus consejos y mandatos!
pero, ¡ay de aquellos que,
abusando de tu devoción,
no guardan los mandamientos de tu Hijo!
¡infelices los que se apartan de tus mandatos!
4º Solicitud de María con sus fieles servidores.
201. Veamos ahora los amables cuidados que la Sma. Virgen, como la mejor de todas las madres, prodiga a los fieles servidores que se han consagrado a Ella de la manera que acabo de indicar y conforme al ejemplo de Jacob.
1. María los ama.
"Quiero a los que me quieren"
a. los ama, porque es su Madre verdadera y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas;
b. los ama, en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa Madre;
c. los ama, porque como predestinados que son también los ama Dios: "Amé a Jacob y pospuse a Esaú"
d. los ama, porque se han consagrado totalmente a Ella y son, por tanto, su posesión y herencia: "Entra en la heredad de Israel".
202. Ella los ama con ternura, con mayor ternura que todas las madres juntas. Reúnan, si es posible, todo el amor natural que todas las madres del mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia un hijo único: ciertamente, esta madre amaría mucho a este hijo. María, sin embargo, ama en verdad más tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al suyo.
Los ama no solo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y efectivo, como el de Rebeca para con Jacob y aún mucho más.
Veamos lo que esta bondadosa Madre de quien Rebeca no fue más que una figura hace fin de obtener para sus hijos la bendición del Padre Celestial:
203. 1) Espía, como Rebeca, las oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y enriquecerlos. Dado que ve claramente en la luz de Dios todos los bienes y males; la fortuna próspera o adversa, las bendiciones y maldiciones divinas, dispone de lejos las cosas para liberar a sus servidores de toda clase de males y colmarlos de toda suerte de bienes: de modo que, si se tiene que realizar ante Dios alguna gran empresa, por la fidelidad de una creatura a un cargo importante, es seguro que María procurará que esta empresa se encomiende a alguno de sus queridos hijos y servidores y le dará la gracia para llevarla a feliz término. Ella gestiona nuestros asuntos, dice un santo.
204. 2) Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: "¡Hijo mío, sigue mi consejo!" Y entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es decir su cuerpo y su alma y se los consagren, para aderezar con ellos un manjar agradable a Dios. Les aconseja también que cumplan cuanto Jesucristo enseñó con sus palabras y ejemplos. Y si no les da por sí misma estos consejos, se vale para ello del ministerio de los ángeles, los cuales jamás se sienten tan honrados ni experimentan mayor placer que cuando obedecen alguna de sus órdenes de bajar a la tierra a socorrer a alguno de sus servidores.
205. 3) Y, ¿qué hace esta tierna Madre cuando uno le entrega y consagra cuerpo y alma y cuanto de ellos de pende sin excepción alguna? Lo que hizo Rebeca en otro tiempo con los cabritos que le llevó Jacob:
a. los mata y hace morir a la vida del viejo Adán;
b. los desuella y despoja de su piel natural, de sus inclinaciones torcidas, del egoísmo y voluntad propia y del apego a las creaturas;
c. los purifica de toda suciedad y mancha de pecado:
d. los adereza al gusto de Dios. Y como sólo Ella conoce perfectamente y en cada caso el gusto divino y la mayor gloria del Altísimo, solo Ella puede, sin equivocaciones, condimentar y aderezar nuestro cuerpo y alma a este gusto infinitamente exquisito y a esta gloria divinamente oculta.
206. 4) Luego que esta bondadosa Madre recibe la ofrenda perfecta que le hemos hecho de nosotros mismos y de nuestros propios méritos y satisfacciones por la devoción de que hemos hablado nos despoja de nuestros antiguos vestidos, nos engalana y hace dignos de comparecer ante el Padre del cielo:
a. nos viste con los vestidos limpios, nuevos, preciosos y perfumados de Esaú, el primogénito, es decir, de Jesucristo, su Hijo, los cuales guarda Ella en casa, o sea, tiene en su poder, ya que es la tesorera y dispensadora universal y eterna de las virtudes y méritos de su Hijo Jesucristo. Virtudes y méritos que Ella concede y comunica a quien quiere, como quiere y cuanto quiere, como ya hemos dicho;
b. Cubre el cuello y las manos de sus servidores con las pieles de los cabritos muertos y desollados, es decir, los engalana con los méritos y el valor de sus propias acciones. Mata y mortifica, en efecto, todo lo imperfecto e impuro que hay en sus persona. Pero no pierde ni disipa todo el bien que gracia ha realizado en ellos, sino que lo guarda y aumenta, para hacer con ello el ornato y fuerza de su cuello y de sus manos, es decir, para fortalecernos a fin de que puedan llevar sobre su cuello el yugo del Señor y realizar grandes cosas para la gloria de Dios y salvación de sus pobres hermanos;
c. Comunica perfume y gracia nuevos a sus vestidos y adornos, revistiéndoles con sus propias vestiduras, esto es, con sus méritos y virtudes, que al morir les legó en su testamento como dice una santa religiosa del último siglo, muerta en olor de santidad y que lo supo por revelación. De modo que todos los de su casa sus servidores y esclavos llevan doble vestidura: la de su Hijo y la de Ella. Por ello, no tienen que temer el frío de Jesucristo, blanco como la nieve. Mientras que los réprobos, enteramente desnudos y despojados de los méritos de Jesucristo y de su Madre Santísima, no podrán soportarlo.
207. 5) Ella, finalmente, les obtiene la bendición del Padre celestial, por más que no siendo ello sino hijos menores y adoptivos no debieran naturalmente tenerla. Con estos vestidos nuevos, de alto precio y agradibilísimo olor y con cuerpo y alma bien preparados, se acercan confiados al lecho del Padre celestial. Que oye y distingue su voz, que es la del pecador, toca sus manos cubiertas de pieles; percibe el perfume de sus vestidos; come con regocijo de lo que María, Madre de ellos, le ha preparado y reconociendo en ellos los méritos y el buen olor de Jesucristo y de su Sma. Madre:
a. les da su doble bendición: bendición del rocío del cielo, es decir, de la gracia divina que es semilla de la gloria: "Nos bendijo desde el cielo, en Cristo, con toda clase de bendiciones espirituales", y bendición de la fertilidad de la tierra, es decir, que cantidad de bienes de este mundo;
b. los constituye señores de sus otros hermanos, los réprobos. Lo cual no quiere decir que esta primacía sea siempre evidente en este mundo que pasa en un instante y al que frecuentemente dominan los réprobos. "Los impíos se gloriarán y hablarán insolencias… Vi al malvado… andar creído, como cedro del Líbano"… pero que es real y aparecerá manifiestamente en el otro mundo, por toda la eternidad, cuando los justo como dice el Espíritu Santo gobernarán las naciones y dominarán los pueblos".
El Señor no contento con bendecirlos en sus personas y bienes, bendice también a cuantos los bendigan y maldice a cuantos los maldigan y persigan.
2. María los alimenta.
208. El segundo deber de caridad que la Sma. Virgen ejerce con sus fieles servidores es el de proporcionarles todo lo necesario para el cuerpo y el alma. Les da vestidos dobles, como acabamos de ver. Les da a comer los platos más exquisitos de la mesa de Dios. Les alimenta con el Pan de Vida que Ella misma ha formado: "Queridos hijos míos les dice por boca de la Sabiduría sáciense de mis frutos, es decir, de Jesús, fruto de vida, que para ustedes he traído al mundo. Vengan les dice en otra parte a comer mi Pan, que es Jesús, a beber el vino de su amor, que "he mezclado para ustedes con mi maternal dulzura. ¡Coman, beban, embriáguense, hijos muy amados".
Siendo Ella la tesorera y dispensadora de los dones y gracias del Altísimo, da gran porción y la mejor de todas, para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores. Nutridos estos con el Pan de Vida, embriagados con el Vino que engendra vírgenes y amamantados por esta Madre purísima, encuentra tan suave el yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso, a causa del aceite de la devoción que les hará madurar.
3. María los conduce.
209. El tercer bien que la Sma. Virgen hace a sus fieles servidores es el conducirlos y guiarlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca guiaba a su Hijo Jacob y, de cuando en cuando, le daba buenos consejos, ya para atraer sobre él la bendición de su padre, ya para ayudarle a evitar el odio y la persecución de su hermano Esaú.
María, estrella del mar, conduce a todos sus fieles servidores al puerto de salvación. Les hace evitar los pasos peligrosos. Los lleva de la mano por los senderos de la justicia. Los sostiene cuando están a punto de caer. Los levanta cuando han caído. Los reprende, como Madre cariñosa, cuando yerran, y aún a veces los castiga amorosamente. ¿Podrá extraviarse en el camino de la eternidad, un hijo obediente a María, quien por sí misma le alimenta y es su guía esclarecida?
"Siguiéndola dice San Bernardo no te extravías!" ¡No temas, pues! ¡Ningún verdadero hijo de María se engañado por el espíritu maligno! ¡Ni caerá en herejía formal! Donde María es la conductora no entran ni el espíritu maligno con sus ilusiones ni los herejes con sus sofismas: "¡Si Ella te sostiene, no caerás!"
4. María los defiende.
210. El cuarto servicio que la Sma. Virgen ofrece a sus hijos y fieles servidores es defenderlos y protegerlos contra sus enemigos. Rebeca, con sus cuidados y vigilancia, libró a Jacob de todos los peligros en que se encontró y especialmente de la muerte que su hermano Esaú le hubiera dado a causa del odio y envidia que le tenía como en otro tiempo Caín a su hermano Abel.
Así obra también María, Madre cariñosa de los predestinados: los esconde bajo las alas de su protección, como una gallina a sus polluelos, dialoga con ellos, desciende hasta ellos, condesciende con todas sus debilidades, para defenderlos del gavilán y del buitre, los rodea y acompaña como un ejército en orden batalla. ¿Temerá acaso a sus enemigos quien está defendido por un ejército de cien mil hombres bien armados?
Pues bien, ¡un fiel servidor de María, rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer! Esta bondadosa Madre y poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones de ángeles para socorrer a uno de sus hijos, antes que pueda decirse que un fiel servidor de María que puso en Ella su confianza haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus enemigos.
5. María intercede por ellos.
211. Por último, el quinto y mayor servicio que la amable María ejerce a favor de sus fieles devotos es el interceder por ellos ante su Hijo y aplacarle con sus ruegos. Ella los une y conserva unidos a El con vínculo estrechísimo.
Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre. El buen anciano lo tocó, lo abrazó y hasta lo besó con alegría, contento y satisfecho como estaba de los majares bien preparados que le había llevado.
Gozoso de percibir los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó:
"¡Oh! ¡El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido!". Este campo fértil, cuyo olor encantó el corazón del Padre, es el olor de las virtudes y méritos de María. Ella es, en efecto, campo lleno de gracias, donde Dios Padre sembró, como grano de trigo para su escogidos, a su único Hijo.
¡Oh! ¡Cuán bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno, el hijo perfumado con el olor gratísimo de María! Y ¡qué pronto y perfectamente queda unido a El! como ya hemos demostrado.
212. María, además, después de haber colmado de favores a sus hijos y fieles servidores y de haberles alcanzado la bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo y a Jesucristo en ellos. Los protege y vigila siempre, no sea que pierdan la gracia de Dios y caigan de nuevo en los lazos del enemigo. "Ella conserva a los santos en su plenitud" y les ayuda a perseverar en ella, según hemos visto.
Esta es la explicación de la insigne y antigua figura de la predestinación y la reprobación, tan desconocida y tan llena de misterios.
CAPITULO IV
Efectos maravillosos de la Consagración total
213. Persuádete, hermano carísimo, de que si eres fiel a las prácticas interiores y exteriores de esta devoción, las cuales voy a indicar más adelante, participarás de los frutos maravillosos que produce en el alma fiel.
1. Conocimiento y valoración de sí mismo.
Gracias a la luz que te comunicará el Espíritu Santo por medio de María, su querida Esposa, conocerás tu mal fondo, tu corrupción e incapacidad para todo lo bueno. Y, a consecuencia de este conocimiento, te despreciarás y no pensarás en ti mismo sino con horror. Te considerarás como una babosa que todo lo mancha, como un sapo que todo lo emponzoña con su veneno o como una serpiente maligna que sólo pretende engañar. En fin, la humilde María te hará partícipe de su profunda humildad y, mediante ella, te despreciarás a ti mismo, no despreciarás a nadie y gustarás de ser menospreciado.
2. Participación en la fe de María.
214. La Sma. Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor que la de todos los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás santos. Ahora que reina en los cielos, no tiene ya esa fe, por que ve claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria. Sin embargo, con el consentimiento del Señor no la ha perdido al entrar en la gloria, la conserva para comunicarla a sus fieles en la iglesia peregrina.
Por lo mismo, cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen fiel, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la fe verdadera:
* una fe pura, que hará que no te preocupes por lo sensible y extraordinario;
* una fe viva y animada por la caridad, que te hará obrar siempre por el amor más puro;
* una fe viva e inconmovible como una roca, que te ayudará a permanecer siempre firme y constante en medio de las tempestades y tormentas;
* una fe penetrante y eficaz, que como misteriosa llave maestra te permitirá entrar en todos los misterios de Jesucristo, las postrimerías del hombre y el corazón mismo de Dios;
* una fe intrépida, que te llevará a emprender y llevar a cabo sin titubear grandes empresas por Dios y por la salvación de las almas;
* finalmente, una fe que será tu antorcha encendida, tu vida divina, tu tesoro escondido de la divina sabiduría y tu arma omnipotente, de la cual te servirás para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte, para inflamar a los tibios y necesitados del oro encendido de la caridad, para resucitar a los muertos por el pecado, para conmover y convertir con tus palabras suaves y poderosas los corazones de mármol y los cedros del Líbano, y finalmente, para resistir al demonio y a todos los enemigos de la salvación.
3. Madurez cristiana
215. Esta Madre del Amor Hermoso quitará de tu corazón todo escrúpulo y temor servil desordenado y lo abrirá y ensanchará para correr por los mandamientos de su Hijo con la santa libertad de los hijos de Dios y encender en el alma el amor puro, cuya tesorera es Ella. De modo que, en tu comportamiento con Dios, ya no te gobernarás como hasta ahora por temor, sino por amor puro. Lo mirarás como a tu Padre bondadoso, te afanarás por agradarle incesantemente y dialogarás con El confidencialmente como un hijo con su cariñoso padre. Si, por desgracia, llegaras a ofenderlo, te humillarás al punto delante de El, le pedirás perdón humildemente, tenderás hacia El la mano con sencillez, te levantarás de nuevo amorosamente, sin turbación ni inquietud, y seguirás caminando hacia El sin descorazonarte.
4. Gran confianza en Dios y en María.
216. Persuádete, hermano carísimo, de que si eres fiel a las prácticas interiores y exteriores de esta devoción, las cuales voy a indicar más adelante, participarás de los frutos maravillosos que produce en el alma fiel. . La Sma. Virgen te colmará de gran confianza en Dios y en Ella misma.
PORQUE:
1º Ya no te acercarás por ti mismo a Jesucristo, sino siempre por medio de María, tu bondadosa Madre;
2º habiéndole entregado todos tus méritos, gracias y satisfacciones para que disponga de ellos según su voluntad, Ella te comunicará sus virtudes y te revestirá con sus méritos de suerte que podrás decir a Dios con plena confianza: "¡Esta es María, tu servidora! Hágase en mi según lo que has dicho!"
3º habiéndote entregado totalmente a Ella en cuerpo y alma Ella que es generosa con los generosos y más generosa que los más generosos, se entregará a ti en recompensa de forma maravillosa pero real, de suerte que podrás decirle con santa osadía: "Soy todo tuyo, oh María: sálvame" O, con el discípulo amado como he dicho antes "Te he tomado, Madre Santísima, por todos mis bienes" O con San Buenaventura: "Querida Señora y salvadora mía, obraré confiadamente y sin temor, porque eres mi fortaleza y alabanza en el Señor, ¡Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo, Virgen gloriosa y bendita entre todas las creaturas! ¡Qué yo te ponga como sello sobre mi corazón porque tu amor es fuerte como la muerte!
Podrás decir a Dios con los sentimientos del Profeta: Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre".
4º el hecho de haberle entregado en depósito todo lo bueno que tienes, para que lo conserve o comunique, aumentará aún más tu confianza en Ella. Sí, entonces confiarás menos en ti mismo y mucha más en Ella, que es tu tesoro de Dios, en el que ha puesto lo más precioso que tiene, es también tu tesoro! "Ella es dice un santo el tesoro del Señor"
5. Comunicación de María y de su espíritu.
217. El alma de María estará en ti para glorificar al Señor y su espíritu su alborozará por ti en Dios, su Salvador, con tal que permanezcan fiel a las prácticas de esta devoción. "Que el alma de María more en cada uno para engrandecer al Señor, que el espíritu de María permanezca en cada uno para regocijarse en Dios".
¡Ay! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso dice un santo varón de nuestros días, ferviente enamorado de María, cuando llegará ese tiempo dichoso en que Santa María sea restablecida como señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús?
¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde el Espíritu Santo al encontrar a su Esposa como reproducida en las almas vendrá a ellas con abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas de gracia.
¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivientes de la Sma. Virgen, para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo solo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño: "¡Señor, para que venga tu reino, venga el reino de María!".
6. Transformación en María a imagen de Jesucristo.
218. Sí María, que es el árbol de la vida, está bien cultivada en ti mismo por la fidelidad a las prácticas de esta devoción, dará su fruto en tiempo oportuno, fruto que no es otro que Jesucristo.
Veo a tantos devotos y devotas que buscan a Jesucristo. Unos van por un camino y una práctica, los otros por otra. Y, con frecuencia, después de haber trabajado pesadamente durante la noche, pueden decir: "Hemos trabajado toda la noche sin pescar nada".
Y se les puede contestar: "Han trabajado mucho pero recogido poco" Jesucristo es todavía muy débil en ustedes. Pero por el camino inmaculado de María y esta práctica divino que les enseño, se trabaja de día, se trabaja en un lugar santo, se trabaja poco.
En María no hay noche, porque en Ella no hay pecado ni aún la menor sombra de él. María es un lugar santo. Es el santo de los santos, en donde son formados y moldeados los santos".
219. Escucha bien lo que digo: los santos son moldeados en María. Existe gran diferencia entre hacer una figura de bulto a golpes de martillo y cincel y sacar una estatua vaciándola en un molde. Los escultores y estatuarios trabajan mucho del primer modo para hacer una estatua y gastan en ello mucho tiempo. Más, para hacerla de la segunda manera, trabajan poco y emplean poco tiempo.
San Agustín llama a la Sma. Virgen molde de Dios: el molde propio para formar y moldear dioses. Quien sea arrojado en este molde divino quedará muy pronto formado y moldeado en Jesucristo y Jesucristo en él: con pocos gastos y en corto tiempo se convertirá en Dios, porque ha sido arrojado en el mismo molde que ha formado a Dios.
220. Paréceme que los directores y devotos que quieren formar a Jesucristo en sí mismos o en los demás, por prácticas diferentes a ésta, pueden muy bien compararse a los escultores que, confiados en su habilidad, industria y arte, descargan infinidad de golpes de martillo y cincel sobre una piedra dura o un trozo de madera tosca para sacar de ellos una imagen de Jesucristo.
Algunas veces, no aciertan a representar a Jesucristo al natural, ya por falta de conocimiento y experiencia de la persona del Señor, ya a causa de algún golpe mal dado que echa a perder toda la obra.
Pero a quienes abrazan este secreto de la gracia que les estoy presentando, los puedo comparar con razón a los fundidores y moldeadores que habiendo encontrado el hermoso molde de María en donde Jesús ha sido natural y divinamente formado sin fiarse de su propia habilidad sino únicamente de la excelencia del molde, se arrojan y pierden en María, para convertirse en el retrato al natural de Jesucristo.
221. ¡Hermosa y verdadera comparación! Mas, ¿quién la comprenderá? ¡Ojalá tú, hermano mío! Pero, acuérdate de que no se echa en el molde sino lo que está fundido y líquido; es decir, que ¡es necesario destruir y fundir en ti al viejo Adán para transformarte en el Nuevo, en María!
7. La mayor gloria de Jesucristo.
222. Por medio de esta práctica, observada con toda fidelidad, darás mayor gloria a Jesucristo en un mes, que por cualquier otra por difícil que sea en varios años.
Estas son las razones para afirmarlo:
1º si ejecutas tus acciones por medio de la Sma. Virgen como enseña esta práctica abandonas tus propias intenciones y actuaciones, aunque buenas y conocidas, para perderte por decirlo así en las de la Sma. Virgen, aunque te sean desconocidas. De este modo entras a participar en la sublimidad de sus intenciones, siempre tan puras que por la menor de sus acciones por ejemplo, hilando en la rueca o dando una puntada con la aguja dio mayor gloria a Dios que San Lorenzo sobre las parrillas y aun, que todos los santos con las acciones más heroicas. Esta es la razón de que durante su permanencia en la tierra la Sma. Virgen haya adquirido con cúmulo tan inefable de gracias y méritos, que antes se contarían las estrellas del firmamento, las gotas de agua de los océanos y los granitos de arena de sus orillas que los méritos y gracias de María y que haya dado mayor gloria a Dios de cuanta le han dado y darán todos los ángeles y santos. ¡Qué prodigio eres, oh María! ¡Sólo tú sabes realizar prodigios de gracias en quienes desean realmente perderse en ti!
223. 2º quien se consagra a María, por esta práctica como quiera que no estima en nada cuanto piensa o hace por sí mismo ni se apoya ni complace sino en los méritos de María para acercarse a Jesucristo y dialogar con El ejercita la humildad mucho más que quienes obran por sí solos. Estos, aun inconscientemente, se apoyan y complacen en sus disposiciones. De donde se sigue que el que se consagra totalmente a María, glorifica más perfectamente a Dios, quien nunca es tan altamente glorificado como cuando lo es por los sencillos y humildes de corazón.
224. 3º la Sma. Virgen a causa del gran amor que nos tiene desea recibir en sus manos virginales el obsequio de nuestras acciones, comunica a éstas una hermosura y esplendor admirables y las ofrece por sí misma a Jesucristo.
Es, por lo demás, evidente, que el Señor es más glorificado con esto que si las ofreciéramos directamente con nuestras manos pecadoras;
225. 4º finalmente, siempre que piensan en María, Ella piensa por ti en Dios. Siempre que alabas y honras a María, Ella alaba y honra a Dios por ti. María es toda relativa a Dios. Y yo me atrevo a llamarla "la relación de Dios", pues sólo existe con relación a El, o "el eco de Dios", ya que no dice ni repite sino Dios. Si tú dices María, Ella dice Dios.
Cuando santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído, Ella el eco fiel de Dios exclamó: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". Lo que en esta ocasión hizo María, lo sigue realizando todos los días: cuando la alabamos, amamos, honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos, honramos y nos consagramos a Dios por María y en María.
CAPITULO V
Prácticas particulares de esta devoción
A. Prácticas exteriores.
226. Aunque lo esencial de esta devoción consiste en lo interior, no por eso carece de prácticas exteriores que no es conveniente descuidar: "Estas son cosas que deberán observar, sin descuidar las otras". Ya porque las prácticas exteriores debidamente ejercitadas ayudan a los interiores, ya porque recuerdan al hombre acostumbrado a guiarse por los sentidos lo que ha hecho y debe hacer; ya porque son a propósito para edificar al prójimo que las ve, cosa que no hacen las prácticas interiores.
Por tanto, que ningún mundano ni crítico autosuficiente nos venga a decir que la verdadera devoción está en el corazón, que hay que evitar las exterioridades, ya que ahí puede ocultarse la vanidad, que hay que esconder la propia devoción, etc. Yo les respondo con mi Maestro: "Que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos"
Lo cual no significa como advierte San Gregorio que debamos realizar nuestras buenas acciones y devociones exteriores para agradar a los hombres y ganarse sus alabanzas esto sería vanidad sino que, a veces, las realicemos delante de los hombres con el fin de agradar a Dios y glorificarlo, sin preocuparnos por los desprecios o las alabanzas de las creaturas.
Voy a proponer, en resumen, algunas prácticas exteriores, llamadas así no porque se hagan sin devoción interior, sino porque tienen algo exterior que las distingue de las actitudes puramente interiores.
1. Preparar y hacer la consagración total
227. Primera Práctica. Quienes deseen abrazar esta devoción particular no erigida aún en cofradía, aunque sería mucho de desear que lo fuera emplearán como he dicho en la primera parte de esta "preparación al reinado de Jesucristo" doce días, por lo menos en vaciarse del espíritu del mundo, contrario al de Jesucristo, y tres semanas en llenarse de Jesucristo por medio de la Sma. Virgen. Para ello, podrán seguir este orden:
228. Durante la primera semana, dedicarán todas sus oraciones y actos de piedad a pedir el conocimiento de sí mismo y la contricción de sus pecados, haciéndolo todo con espíritu de humildad. Podrán meditar, si quieren, lo dicho antes sobre nuestras malas inclinaciones (y no considerarse durante los seis días de esta semana más que como caracoles, babosas, sapos, cerdos, serpientes, animales inmundos) o meditar estos tres pensamientos de San Bernardo: "Piensa en lo que fuiste: un poco de barro; en lo que eres: un poco de estiércol: en lo que serás: pasto de gusanos" Rogarán al Señor y al Espíritu Santo que los ilumine, diciendo: "Señor, que yo vea" o "Qué yo te conozca" o también "Ven, Espíritu Santo". Y dirán todos los días las letanías del espíritu Santo y la oración señalada en la primera parte de esta obra. Recurrirán a la Sma. Virgen pidiéndole esta gracia, que debe ser el fundamento de las otras, y para ello dirán todos los días el himno Salve, Estrella del mar y las letanías de la Sma. Virgen.
229. Durante la segunda semana se dedicarán en todas sus oraciones y obras del día a conocer a la Sma. Virgen, pidiendo este conocimiento al Espíritu Santo. Podrán leer y meditar lo que al respecto hemos dicho. Y rezarán con esta intención como en la primera semana, las letanías del Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar y, además, el Rosario, o la tercera parte de él.
230. Dedicarán la tercera semana a conocer a Jesucristo. Para ello podrán leer y meditar lo que arriba hemos dicho y rezar la oración de San Agustín que se lee hacia el comienzo de la Segunda Parte. Podrán repetir una y mil veces cada día, con el mismo santo: "Que yo te conozca, Señor" o bien "Señor, sepa yo quien eres tú". Rezarán como en las semanas anteriores, las letanías del Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar y añadirán todos los días las letanías del santo Nombre de Jesús.
231. Al concluir las tres semanas, se confesarán y comulgarán con la intención de entregarse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por las manos de María. Y después de la Comunión que procurarán hacer según el método que expondré más tarde recitarán la fórmula de consagración, que también hallarán más adelante. Es conveniente que la escriban o hagan escribir, si no está impresa, y la firmen ese mismo día.
232. Es conveniente también que paguen en ese día algún tributo a Jesucristo y a su Sma. Madre ya como penitencia por su infidelidad al compromiso bautismal, ya para patentizar su total dependencia de Jesús y de María. Este tributo, naturalmente, dependerá de la devoción y capacidad de cada uno, como ejemplo un ayuno, una mortificación, una limosna o un cirio. Pues, aun cuando solo dieran, en homenaje, un alfiler, con tal que lo den de todo corazón, sería bastante para Jesús, que solo atiende a la buena voluntad.
233. Al menos en cada aniversario, renovarán dicha consagración, observando las mismas prácticas durante tres semanas. Todos los meses y aun todos los días pueden renovar su entrega con estas pocas palabras: "Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo, oh mi amable Jesús, por María tu Madre Santísima".
2. Rezo de la Coronilla de las Doce Estrellas
234. Segunda Práctica. Rezarán todos los días de su vida, aunque sin considerarlo como obligación la Coronilla de la Sma. Virgen, compuesta de tres Padrenuestros y doce Avemarías para honrar los doce privilegios y grandezas de la Sma. Virgen. Esta práctica es muy antigua y tiene su fundamento en la Sagrada Escritura. San Juan vio a una mujer coronada de doce estrellas, vestida de sol y con la luna bajo sus pies. Esta mujer según los intérpretes es María.
235. Sería prolijo enumerar las muchas maneras que hay de rezarla bien. El Espíritu Santo se las enseñará a quienes sean más fieles a esta devoción. Para recitarla con mayor sencillez será conveniente empezar así: "Dígnate aceptar mis alabanzas, Virgen santísima. Dame fuerzas contra tus enemigos".
En seguida rezarás el Credo, un Padrenuestro, cuatro Avemarías y un Gloria, todo ello tres veces. Al fin dirás:
"Oh Santa Madre de Dios, a tu patrocinio nos acogemos; en nuestras necesidades no desoigas nuestras súplicas, antes bien de todo peligro líbranos siempre, Virgen gloriosa y bendita".
3. Llevar cadenillas de hierro.
236. Tercera Práctica. Es muy laudable, glorioso y útil para quienes se consagran como esclavos de Jesús en María, llevar como señal de su esclavitud de amor, alguna cadenilla de hierro bendecida oportunamente. Estas señales exteriores no son, en verdad, esenciales y bien pueden suprimirse, aun después de haber abrazado esta devoción. Sin embargo, no puedo menos de alabar en gran manera a quienes, una vez sacudidas las cadenas vergonzosas de la esclavitud del demonio con que el pecado original y tal vez los pecadores actuales los tenían atados se han sometido voluntariamente a la esclavitud de Jesucristo y se glorian con San Pablo de estar encadenados por Jesucristo, con cadenas mil veces más gloriosas y preciosas aunque sean de hierro y sin brillo que todos los collares de hierro de los emperadores.
237. En otro tiempo no había nada más infame que la cruz. Ahora esta madero es lo más glorioso del cristianismo. Lo mismo decimos de los hierros de la esclavitud. Nada había entre los antiguos más ignominioso ni lo hay ahora entre los paganos. Pero entre los cristianos no hay nada más ilustre que estas cadenas de Jesucristo, porque ellas nos liberan y preservan de las prisiones infames del pecado y del demonio, nos ponen en libertad y nos ligan a Jesús y a María no por violencia y a la fuerza como a presidiarios, sino por caridad y amor, como a hijos "Los atraeré a mi dice el Señor por la boca de su profeta con cadenas de amor". Estas cadenas son, por consiguiente, fuertes como la muerte y, en cierto modo, más fuertes aún para aquellos para quienes sean fieles en llevar hasta la muerte estas señales gloriosas. Efectivamente, aunque la muerte destruya el cuerpo reduciéndolo a podredumbre, no destruirá las ligaduras de esta esclavitud, que siendo de hierro no se corrompen fácilmente y en la resurrección de los cuerpos en el gran juicio del último día, estas cadenas que todavía rodearán sus huesos, constituirán parte de su gloria y se transformarán en cadenas de luz y de triunfo. ¡Dichosos, pues, mil veces los esclavos ilustres de Jesús en María, que llevan sus cadenas hasta el sepulcro!
(···)
4. Celebración especial del misterio de la Encarnación.
243. Cuarta Práctica. Profesarán singular devoción al gran misterio de la Encarnación del Verbo, el 25 de marzo. Este es, en efecto, el misterio propio de esta devoción, puesto que ha sido inspirada por el Espíritu Santo:
1º para honrar e imitar la dependencia inefable que Dios Hijo quiso tener respecto a María para gloria del Padre y para nuestra salvación. Dependencia que se manifiesta de modo especial en este misterio en el que Jesucristo se hace prisionero y esclavo en el seno de la excelsa María, en donde depende de Ella en todo y para todo;
2º para agradecer a Dios las gracias incomparables que otorgó a María y especialmente el haberla escogido por su dignísima Madre: elección realizada precisamente en este misterio.
Estos dos son los fines principales de la esclavitud de Jesús en María.
244. Observa que digo ordinariamente: el esclavo de Jesús en María. En verdad se puede decir, como muchos lo han hecho hasta ahora: el esclavo de María, la esclavitud de la Sma. Virgen. Pero creo que es preferible decir: el esclavo de Jesús en María, como lo aconsejaba M. Tronson, Superior General del Seminario de San Sulpicio, renombrado por su rara prudencia y su consumada piedad, aun clérigo que le consultó sobre este particular.
Las razones son éstas:
245. 1º Vivimos en un siglo orgullosos, en el que gran número de sabios engreídos, presumidos y críticos hallan siempre algo que censurar hasta en las prácticas de piedad mejor fundadas y más sólidas. Por tanto, a fin de no darles ocasión de crítica, vale más decir: la esclavitud de Jesucristo en María y llamarse esclavo de Jesucristo que esclavo de María, tomando el nombre de esta devoción preferiblemente de su fin último, que es Jesucristo, y no del camino y medio para llegar a la meta, que es María. Sin embargo, se puede, en verdad, emplear una y otra expresión, como yo lo hago. Por ejemplo, un hombre que viaja de Orléans a Torus pasando por Amnoise, puede muy bien decir que va a Amboise y que viaja a Tours, con la diferencia, sin embargo, de que Amboise no es más que el camino para llegar a Tours, y que Tours es la meta y término de su viaje.
246. 2° El principal misterio que se honra y celebra en esta devoción es el misterio de la Encarnación. En él Jesucristo se halla presente y encarnado en su seno. Por ello, es mejor decir la esclavitud de Jesús en María, de Jesús que reside y reina en María, según aquella hermosa plegaria de tantas y tan grandes almas:
"Oh Jesús, que vives en María, ven a vivir en nosotros con tu espíritu de santidad, con la plenitud de tu poder, con la perfección de tus caminos, con la comunión de tus misterios! "Domina en nosotros sobre todo poder enemigo, con tu Espíritu Santo, para la gloria del Padre! Amén".
247. 3° Esta manera de hablar manifiesta mejor la unión íntima que hay entre Jesús y María. Ellos se hallan íntimamente unidos, que el uno está totalmente en el otro: Jesús está todo en María y María toda en Jesús, o mejor, no vive Ella sino Jesús en Ella. Antes separaríamos la luz del sol que a María de Jesús. De suerte que al Señor se le puede llamar Jesús de María y al Sma. Virgen, María de Jesús.
248. El tiempo no me permite detenerme aquí para explicar las excelencias y grandezas del misterio de Jesús que vive y reina en María, es decir, de la Encarnación del Verbo. Me contentaré con decir en dos palabras:
* que éste es el primer misterio de Jesucristo, el más oculto, el más elevado y menos conocido;
* que en este misterio, Jesús en el seno de María al que por ello denominan los santos la sala de los secretos de Dios escogió de acuerdo con Ella a todos los elegidos;
* que en este misterio realizó ya todos los demás misterios de su vida, por la aceptación que hizo de ellos: "Por eso, al entrar Cristo al mundo dice: "Mira, aquí vengo; aquí estoy para cumplir tu voluntad"…
* que este misterio es, por consiguiente, el compendio de todos los misterios de Cristo y encierre la voluntad y gracia de todos ellos;
y, por último, que este misterio es el trono de la misericordia, generosidad y gloria de Dios;
Es el trono de la misericordia divina para con nosotros, porque no podemos acercarnos a Jesús sino por María, no podemos ver ni hablar a Jesús sino por María, porque mientras Jesús, nuevo Adán, permanece en María su verdadero paraíso terrestre realizó en él ocultamente tantas maravillas, que ni los ángeles ni los hombres alcanzan a comprenderlas; por ello, los santos llaman a María la magnificencia de Dios como si Dios sólo fuera magnifico en María.
Es el trono de gloria que Jesús tributa al Padre, porque:
En María aplacó El perfectamente a su Padre irritado contra los hombres;
En Ella reparó perfectamente la gloria que el pecado le había arrebatado;
En Ella, por el holocausto que ofreció de su voluntad y de sí mismo, dio al Padre más gloria que la que le habían dado todos los sacrificios de la Ley antigua;
Y, finalmente, en Ella le dio una gloria infinita, que jamás había recibido del hombre.
5. Recitación del Avemaría y del Rosario.
249. Quinta práctica. Recitarán con gran devoción el Avemaría o salutación angélica, cuyo valor, mérito, excelencia y necesidad apenas conocen los cristianos, aun los más instruidos. Ha sido necesario que la Sma. Virgen se haya aparecido muchas veces a grandes y muy esclarecidos santos como Santo Domingo, San Juan de Capistrano o el beato Alano de la Roche para manifestarles por sí misma el valor del Avemaría. Ellos escribieron libros enteros sobre las maravillas y eficacia de esta oración para convertir las almas. Proclamaron a voces y predicaron públicamente que habiendo comenzado la salvación del mundo por el Avemaría, a esta oración está vinculada también la salvación de cada uno en particular, que esta oración hizo que la tierra seca y estéril produjese el fruto de vida y que, por tanto, esta oración bien rezada hará germinar en nuestras almas la palabra de Dios y producir el fruto de vida, Jesucristo, que el Avemaría es un rocío celestial que riega la tierra, es decir, el alma, para hacerle producir fruto en tiempo oportuno y que un alma que no es regada por esta oración o rocío celestial no produce fruto sino malezas y espinas y está cerca de recibir la maldición.
250. He aquí lo que la Sma. Virgen reveló al beato Alano de la Roche, como se lee en su libro De Dignitate Rosarii, y luego en Cartagena: "Sabe, hijo mío, y hazlo conocer a todos, que es señal probable y próxima de condenación eterna el tener aversión, tibieza y negligencia a la recitación de la salutación angélica, que trajo la salvación a todo el mundo". Palabras tan consoladoras y terribles, a la vez, tanto que nos resistiríamos a creerlas, si no las garantizara la santidad de este varón y la de Santo Domingo antes que él, y después, la de muchos grandes personajes junto con la experiencia de muchos siglos. Pues siempre se ha observado que los que llevan la señal de la reprobación como los herejes, impío, orgullosos y mundanos odian y desprecian el Avemaría y el Rosario.
Los herejes aprenden a rezar el Padrenuestro pero no el Avemaría, ni el Rosario. ¡A éste lo consideran con horror! Antes llevaría consigo una serpiente que un rosario.
Asimismo los orgullosos, aunque católicos, teniendo como tienen las mismas inclinaciones que su padre, Lucifer, desprecian o miran con indiferencia el Avemaría consideran el Rosario como devoción de mujercillas, sólo buena para ignorantes y analfabetos.
Por el contrario, la experiencia enseña que quienes manifiestan grandes señales de predestinación, estiman y rezan con gusto y placer el Avemaría, y cuanto más unidos viven a Dios, más aprecian esta oración. La Sma. Virgen lo decía al Beato Alano a continuación de las palabras antes citadas.
251. No sé como ni por qué, pero es real: no tengo mejor secreto para conocer si una persona es de Dios, que observar si gusta de rezar el Avemaría y el Rosario. Digo si gusta porque puede suceder que una persona esté natural o sobrenaturalmente imposibilitada de rezarlos, pero siempre los estima y recomienda a otros.
252. Recuerden, almas predestinadas, esclavas de Jesús en María, que el Avemaría es la más hermosa de todas las oraciones después del Padrenuestro. El Avemaría es el más perfecto saludo que pueden dirigir a María. Es, en efecto, el saludo que el Altísimo le envío por medio de un arcángel para conquistar su corazón y fue tan poderoso sobre el corazón de María que, no obstante su profunda humildad, Ella dio su consentimiento a la Encarnación del Verbo. Con este saludo debidamente recitado también ustedes conquistarán infaliblemente su corazón.
253. El Avemaría bien dicha, es decir, con atención, devoción y modestia, es según los Santos el enemigo del diablo, a quien hace huir, y el martillo que lo aplasta. Es la santificación del alma, la alegría del los ángeles, la melodía de los predestinados, el cántico del Nuevo Testamento, el gozo de la Sma. Virgen y la gloria de la Sma Trinidad. El Avemaría:
* es un rocío celestial que hace al alma fecunda,
* es un casto y amoroso beso que damos a María,
* es una rosa encarnada que le presentamos,
* es una perla preciosa que le ofrecemos,
* es una copa de ambrosía y néctar divino que le damos.
Todas estas comparaciones son de los santos
254. Les ruego, pues, con la mayor insistencia y por el amor que les profeso en Jesús y María que no se contentes con rezar la Coronilla de la Sma. Virgen. Recen también el Rosario y, si tienen tiempo, los quince misterios, todos los días. Ala hora de la muerte bendecirán el día y hora en que aceptaron mi consejo. Y, después de haber sembrado en las bendiciones de Jesús y de María, cosecharán las bendiciones eternas. "Quien hace siembras generosas, generosas cosechas tendrá".
6. Recitación del Magníficat.
255. Sexta práctica. Recitarán frecuentemente el Magníficat a ejemplo de la beta María d’Oignies y de muchos otros santos para agradecer a Dios las gracias que otorgó a la Sma. Virgen. El Magníficat es la única oración y el único cántico compuesto por la Sma. Virgen o mejor en Ella por Jesucristo que hablaba por boca de María. Es el mayor sacrificio de alabanza que Dios ha recibido en la ley de la gracia. Es el más humilde reconocido y, a la vez, el más sublime y elevado de todos los cánticos. En él hay misterios tan grandes y ocultos que los ángeles los ignoran.
"El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón.
7. Menosprecio del mundo.
256. Séptima práctica. Los fieles servidores de María deben poner gran empeño en menospreciar, aborrecer y huir de la corrupción del mundo y servirse de las prácticas de menosprecio de lo mundano que hemos indicado en la primera parte.
B. Prácticas interiores.
257. Además de las prácticas exteriores de devoción que acabo de referir, las cuales no se deben dejar por negligencia ni desprecio, en cuanto lo permiten el estado y la condición de cada uno, he aquí algunas prácticas interiores que tienen gran eficacia santificadora para aquellos a quienes el Espíritu Santo llama a una elevada santidad.
Todo resume en obrar siempre: por María, con María en María y para María a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo.
1. Obrar para María o conforme al espíritu de María.
258. Hay que realizar las propias acciones por María es decir, es preciso obedecer en todo a María, moverse en todo a impulso del espíritu de María, que es Espíritu de Dios. "Todos aquellos a los que conduce el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios". De manera semejante, los que son conducidos por el espíritu María son hijos de María son hijos de María, y por consiguiente, hijos de Dios… Y entre tantos devotos de la Sma. Virgen solo son verdaderos y fieles devotos suyos los que se dejan conducir por su espíritu.
259. Para dejarte conducir el espíritu de María, es preciso que:
1° antes de obrar por ejemplo, antes de orar, celebrar la santa misa o participar en Ella, comulgar, etc. Renuncies a tu propio espíritu, tus propias luces, querer y obrar. Porque las tinieblas del espíritu y la malicia de la voluntad son tales que si las sigues, por excelentes que te parezcan, obstaculizarán al santo espíritu de María;
2° te entregues al espíritu de María para ser movilizado y conducido por él de la manera que Ella quiera. Debes abandonarte en sus manos virginales, como la herramienta en manos del obrero, como el laúd en manos de un tañedor. Tienes que perderte y abandonarte a Ella, como una piedra que se arroja al mar, lo cual se hace sencillamente y en un momento, con una simple mirada del espíritu, un ligero movimiento de la voluntad o con pocas palabras, diciendo, por ejemplo" Renuncio a m í mismo y me consagro a ti, querida MaDre mía" y aun cuando no sientas ninguna dulzura sensible en este acto de unión, no por ello deja de ser verdadero;
2. Obrar con María o imitando a María.
260. Hay que realizar las propias acciones con María, es decir, mirar a María como el modelo acabado de toda virtud y perfección, formado por el Espíritu Santo es una pura creatura, para que lo imites según tus limitadas capacidades. Es, pues, necesario que en cada acción mires como la hizo o haría la Sma. Virgen, si estuviera en tu lugar.
Para esto debes examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó durante toda su vida, y particularmente:
1° su fe viva, por lo cual creyó sin vacilar la palabra del ángel y siguió creyendo fiel y constantemente hasta el pie de la cruz en el Calvario,
2° su humildad profunda, que la llevó siempre a ocultarse, callarse, someterse en todo y colocarse en el último lugar,
3° su pureza totalmente divina, que no ha tenido ni tendrá jamás igual sobre la tierra. Y finalmente todas sus demás virtudes.
Recuerda te lo repito que María es el grandioso y único modelo de Dios, apto para hacer imágenes vivas de Dios, a poco costo y en poco tiempo. Quien halla este molde y se pierde en él, muy pronto se transformará en Jesucristo, a quien este molde representa al natural.
3. Obrar en María o íntima unión con Ella.
261. Hay que realizar las propias acciones en María.
Para comprender bien esta práctica es preciso recordar:
1º que la Sma. Virgen es el verdadero paraíso terrestre del nuevo Adán. El antiguo paraíso era solamente una figura de éste.
Hay en este paraíso riquezas, hermosuras, maravillas y dulzuras inexplicables, dejadas en él por el nuevo Adán, Jesucristo. Allí encontró El sus complacencias durante nueve meses, realizó maravillas e hizo alarde de sus riquezas con la magnificencia de un Dios;
Este lugar santísimo fue construido solamente con una tierra virginal e inmaculada, de la cual fue formado y alimentado el nuevo Adán, sin ninguna mancha de inmundicia, por obra del Espíritu Santo que en él habita;
En este paraíso terrestre se halla el verdadero árbol de vida, que produjo a Jesucristo, fruto de vida; el árbol de la ciencia del bien y del mal, que ha dado la luz al mundo;
Hay en este divino lugar árboles plantados por la mano de Dios, regados por su unción celestial y que han dado y siguen dando frutos de exquisito sabor;
Hay allí jardines esmaltados de bellas y diferentes flores de virtud, que exaltan un perfume que embalsama a los mismos ángeles;
Hay en este lugar verdes praderas de esperanza, torres inexpugnables de fortaleza, moradas llenas de encanto y seguridad, etc.
Sólo el Espíritu Santo puede dar a conocer la verdad que se oculta bajo estas figuras de cosas materiales.
Se respira en este lugar al aire puro e incontaminado de pureza sin imperfección, brilla el día hermoso y sin noche de la santa humanidad, irradia el sol hermoso y sin sombras de la divinidad, arde el horno encendido e inextinguible de la caridad en el que el hierro se inflama y transforma en oro, corre tranquilo el río de l a humildad, que brota de la tierra y, dividiéndose en cuatro brazos, riega todo este delicioso lugar: son las cuatro virtudes cardinales.
262. 2º El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama también a María:
1. la puerta oriental, por donde entra al mundo y sale de él el Sumo Sacerdote, Jesucristo: por ella entró la primera vez y por ella volverá la segunda;
2. el santuario de la divinidad, la mansión de la Sma. Trinidad, el trono de Dios, el altar y el templo de Dios, el mundo de Dios.
Epítetos y alabanzas muy verdaderos, cuando se refieren a las diferentes maravillas y gracias que el Altísimo ha realizado en María.
¡Qué riqueza! ¡Qué gloria! ¡Qué placer! ¡Qué dicha! Poder entrar y permanecer en María en quien el Altísimo colocó el trono de su gloria suprema.
263. Pero, qué difícil es a pecadores como nosotros obtener el permiso, capacidad y luz suficientes para entrar en lugar tan excelso y santo, custodiado ya no por un querubín como el antiguo paraíso terrenal sino por el mismo Espíritu Santo, que ha tornado posesión de él y dice: "Un jardín cercado es mi hermana, mi esposa; huerto cerrado manantial bien guardado". ¡María es jardín cercado! ¡María es manantial sellado! Los miserables hijos de Adán y Eva, arrojados del paraíso terrenal no pueden entrar en este nuevo paraíso, sino por una gracia excepcional del Espíritu Santo, que ellos deben merecer.
264. Después de haber obtenido, mediante la fidelidad, esta gracia insigne, es necesario permanecer el hermoso interior de María con alegría, descansar allí en paz, apoyarse en él confiadamente, ocultarse allí con seguridad y perderse en él sin reserva, a fin de que, en este seno virginal:
1º te alimenten con la leche de la gracia y misericordia maternal de María;
2º te liberes de toda turbación, temor y escrúpulo;
3º te pongas a salvo de todos tus enemigos: demonio, mundo y pecado, que jamás pudieron entrar en María. Por esto dice Ella misma: "Los que trabajan en mí no pecarán", esto es, los que permanecen espiritualmente en la Sma. Virgen no cometerán pecado considerable;
4º te formes en Jesucristo y Jesucristo sea formado en ti. Porque, el seno de María dicen los Padres es la sala de los sacramentos divinos, donde se han formado Jesucristo y todos los elegidos: "Uno por uno, todos han nacido en Ella"
4. Obrar para María o al servicio de María
265. Finalmente, hay que hacerlo todo para María.
Estando totalmente consagrado a su servicio, es justo que lo realices todo para María, como lo harían el criado, el siervo y el esclavo, respecto a su patrón. No que la tomes por el fin último de tus patrón. No que la tomes por el fin último de tus servicios que lo es Jesucristo sino como fin próximo, ambiente misterioso y camino fácil para llegar a El.
Conviene, pues, que no te quedes ocioso, sino que actúes como el buen siervo y esclavo. Es decir, que apoyado en su protección, emprendas y realices grandes empresas por esta augusta Soberana.
En concreto, debes:
* defender sus privilegios, cuando se los disputan;
* defender su gloria, cuando se la ataca;
* atraer, a ser posible, a todo el mundo a su servicio y a esta verdadera y sólida devoción;
* hablar y levantar el grito contra quienes abusan de su devoción; y al mismo tiempo establecer en el mundo esta verdadera devoción;
* y no esperar en recompensa de este humilde servicio sino el honor de pertenecer a tan noble Princesa y la dicha de vivir unido por medio de Ella a Jesús, su hijo, con lazo indisoluble en el tiempo y la eternidad.
¡Gloria a Jesús en María!
¡Gloria a María en Jesús!
¡Gloria a solo Dios!
CAPITULO VI
Práctica de la Consagración Total en la Sagrada Comunión
A. Antes de la Comunión.
266. 1º Humíllate profundamente delante de Dios.
2º Renuncia a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las haga ver el amor propio.
3º Renueva tu consagración diciendo "¡Soy todo tuyo, oh María, y cuanto tengo es tuyo!"
4º Suplica a esta bondadosa Madre que te preste tu corazón para recibir en él a su Hijo con sus propias disposiciones. Le harás notar cuanto importa a la gloria de su Hijo que no entre en un corazón tan manchado e inconstante como el tuyo, que no dejaría de menoscabar su gloria y hasta llegaría a apartarse de El. Pero que si Ella quiere venir a morar en ti para recibir a su Hijo, puede hacerlo, por el dominio que tiene sobre los corazones, y que su Hijo será bien recibido por Ella sin marcha ni peligro de que sea rechazado: "Teniendo a Dios en medio, no vacila".
Dile con absoluta confianza que todos los bienes que le has dado valen poco para honrarla. Pero que, por la Sda. Comunión, quieres hacerle el mismo obsequio que le hizo el Padre eterno: obsequio que la honrará más que si le dieses todos los bienes del mundo.
Dile, finalmente, que Jesús, que la ama en forma excepcional, desea todavía complacerse y descansar en Ella aunque sea en tu alma, más sucia y pobre que el estado en donde Jesús se dignó nacer porque allí estaba Ella.
Pídele su corazón con estas tiernas palabras: "¡Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón"!
B. En la Comunión
267. Dispuesto ya a recibir a Jesucristo, después del Padrenuestro, le dirás tres veces: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa…", como si dijeses, la primera vez al Padre eterno que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que ahí está María, su esclava, que ruega por ti y te da confianza y esperanza singulares ante su Majestad: Porque tú solo me das seguridad.
268. Al Hijo le dirás: "Señor, no soy digno, etc." que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que no obstante, le suplicas tenga piedad de ti, que le introducirás en l a casa de su propia Madre que es también tuya y que no le dejarás partir hasta que venga a habitar en Ella: "Cuando encontré al amado de mi alma; lo abracé y no lo soltaré más hasta que lo haya hecho entrar en la casa de mi madre…" Ruégate que se levante y venga al lugar de su reposo y al arca de sus santificación: "Levántate, Señor, ven a tu mansión; ven con el arca de tu poder". Dile que no confías lo más mínimo en tus méritos, ni en tus fuerzas y preparaciones como Esaú sino en los de María, tu querida Madre como el humilde Jacob en los cuidados de Rebeca; que, por muy pecador y Esaú que seas, te atreves a acercarte a su santidad, apoyado y adornado con los méritos y virtudes de su Sma. Madre.
269. Al Espíritu Santo le dirás; "Señor, no soy digno…" que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus aspiraciones, pero que toda su confianza es María, su fiel Esposa. Dile con San Bernardo: "Ella es mi suprema confianza y la única razón de mi esperanza". Puedes también rogarle que venga a María, su indisoluble Esposa. Dile que su seno es tan puro y su corazón está tan inflamado como nunca y que si no desciende a tu alma, ni Jesús ni María podrán formarse en ella ni ser en ella dignamente hospedados.
C. Después de la Comunión.
270. Después de la Sda. Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a causa de nuestras espesas tinieblas.
271. O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey, quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos habían entre sí, dado que no te necesitan, subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias, adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
272. O pedirás tú mismo a Jesús, en unión de María, la llegada de su reino a la tierra por medio de su Sma. Madre, o la divina Sabiduría, o el amor divino, o el perdón de tus pecados, o alguna otra gracia, pero siempre en María y por María, diciendo, mientras fijas los ojos en tus pecados, añadirás: "Algún enemigo lo ha sembrado". Yo, que soy mi mayor enemigo: yo cometí esos pecados. O también :"Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad; sálvame del hombre traidor y malvado", que soy yo mismo. O bien: "Jesús mío, conviene que tú crezca en mi alma y que yo disminuya. María es necesario que tú crezcas en mí y que yo sea menos que nunca. ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Crezcan en mí! ¡Multiplíquense fuera, en los demás!
273. Haya mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción que acabo de enseñarte. Pero, acuérdate que cuanto más permitas a María a obrar en tu Comunión, tanto más será glorificado Jesucristo, y que tanto más dejarás obrar a María para Jesús y a Jesús para María, cuanto más profundamente te humildes y los escuches en paz y silencio, sin inquietarte por ver, gustar o sentir. Porque el justo vive en todo de la fe y particularmente en la Sagrada Comunión que es acto de fe: "El justo mío, si cree, vivirá".
Artículo originalmente publicado por Mercabá