El teólogo argentino Bianchi explica los encuentros y desencuentros del Papa con la Teología de la Liberación
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“Bergoglio se inspira en la Teología del Pueblo. Este estribillo ha sido repetido desde el primer minuto tras la elección de Papa Francisco. Pero pocos tienen un conocimiento preciso de los contenidos de la Teología del Pueblo, una de las corrientes de la Teología de la Liberación de matriz latinoamericana (Avvenire, 26 abril).
Una idea concreta la explica el pontífice en el prefacio de "Introducción a la Teología del Pueblo" (EMI) texto (apenas publicado en italiano) del teólogo argentino Ciro Enrique Bianchi, que estudió bajo la guía de Víctor Manuel Fernández, actual rector de la Universidad Católica de Argentina y desde hace tiempo, estrecho colaborador de Papa Francisco.
El texto de Bianchi se presenta (así dice el subtítulo) como el perfil teológico y espiritual de Rafael Tello, pensador argentino al que se le considera uno de los fundadores de la Teología del Pueblo. Y al que Bergoglio estima muchísimo. Evangelizar a partir del pueblo, ver al pueblo como sujeto de la historia inmerso en un proceso histórico, asumiendo la cultura, optar por la centralidad de los pobres, son las líneas teológicas de Tello.
“Tello buscó fielmente caminos para la liberación integral de nuestro pueblo llevando adelante la novedad evangélica sin caer en los reduccionismos ideológicos…”. Son las palabras pronunciadas el 10 de mayo de 2012 por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Argentina por la presentación del libro del padre Bianchi (Avvenire, 26 mayo 2012).
El Buen Pastor
En el prefacio Bergoglio escribe: cuando nos acercamos a nuestro pueblo con la mirada del buen Pastor, cuando nosotros no vamos a juzgar sino a amar, encontramos esta forma cultural de expresar la fe cristiana todavía viva entre nosotros, especialmente en nuestros pobres. Y esto, lejos de un idealismo sobre los pobres, lejos de todo pauperismo teologal. Es un hecho. Es una gran riqueza que Dios nos ha dado” (de Introducción a la teología del pueblo, C.E. Bianchi).
En una perspectiva histórica, prosigue el entonces cardenal de Buenos, “si miramos a estos cinco siglos de historia, vemos que la espiritualidad popular es un camino original sobre el que el Espíritu Santo ha conducido y continua conduciendo a millones de nuestros hermanos. No se trata solo de manifestaciones de religiosidad popular que debemos tolerar, se trata de una verdadera espiritualidad popular que debe ser reforzada según sus propias vías”.
Cita después el Documento de Aparecida 264: “La piedad popular es una modalidad legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros; en ella se sienten las vibraciones más profundas de la profunda América. Esta es parte de la originalidad histórico-cultural” de los pobres de este continente, y fruto de una “síntesis entre las culturas (de los pueblos originales) y la fe cristiana”.
Santidad y Justicia Social
Por tanto se puede decir que “la piedad popular es una fuerza activamente evangelizadora que posee en su interior un eficaz antídoto ante el avance de la secularización y de la Iglesia”, concluye Bergoglio, y “está llamada a acompañar y fecundar incesantemente este modo de vivir la fe de sus hijos más humildes. En esta espiritualidad hay un “rico potencial de santidad y de justicia social” (DA 262) del que debemos valernos para la Nueva Evangelización. Como diría el mismo Tello: el cristianismo popular debe ser reforzado con una pastoral popular”.
Otro de los fundadores de la “Teología del Pueblo”, es decir el jesuita Juan Carlos Scannone, considerado el teólogo argentino vivo más importante, además de profesor de Bergoglio en el noviciado de jesuitas en Buenos Aires, había transmitido al futuro Papa una doctrina centrada en la cultura y la religiosidad de la gente común, de los pobres en primer lugar, con la espiritualidad tradicional y su sensibilidad por la justicia.
(chiesa.espresso.repubblica.it, 5 septiembre 2013).
Por tanto esa expresión “Sueño una Iglesia pobre y por los pobres” está estrechamente ligada a esta base teológica del pensamiento de Bergoglio, aunque se ha definido “demasiado rápido como el culmen” de una “absolución de la teología de la liberación en su conjunto, como sostiene el vaticanista Sandro Magister (chiesa.espresso.it, 5 septiembre 2013).
También Il Foglio (12 de septiembre de 2013) concuerda que “no significa decantarse por los partidarios de ese movimiento de pensamiento”. En Francisco, “no encontramos llamadas a la lucha de clase, a la teoría de dependencia, al pecado estructural y social. La suya es solo una lectura evangélica”.
El Papa y la Teología de la Liberación
Tanto es así que Bergoglio no ha escondido en el pasado sus “dudas” sobre la Teología de la Liberación y sus “desvíos” politizados y revolucionarios. No por casualidad se expresó de esta forma el 4 de abril de 2005, en el prólogo al libro: "Una apuesta por América Latina" de Guzmán Carriquiry, actual Secretario general de la Comisión Pontifica para América Latina:
“La vasta producción bibliográfica sobre América Latina (de la sociología comprometida” a la teoría de la dependencia, de la teología de la liberación a los cristianos por el socialismo, de las denuncias a los debates sobre estrategias revolucionarias) se ha ido produciendo desde los años ’80, destacó el futuro Pontífice, y ha dado ciertamente contribuciones de diferentes valores y aportaciones significativas pero, últimamente ha pesado más la connotación ideológica, con su reducida visión de la realidad. Sobre todo después de la caída del imperio totalitario del “socialismo real”, estas corrientes de pensamiento han caído en el desconcierto. Incapaces ya de una reformulación radical que de una nueva creatividad, han sobrevivido por inercia, aunque si no faltan todavía hoy quien las desea proponer de nuevo de forma anacrónica” (Terre d’America, 28 abril 2013).
También en años anteriores, como destaca Magister (chiesa.espresso.repubblica.it, 1 septiembre 2013), por ejemplo en el interrogatorio al que fue sometido por la magistratura argentina el 8 de noviembre de 2010, publicado íntegramente en estos días en el libro “La lista de Bergoglio” (EMI), el entonces arzobispo de Buenos Aires no dejó de criticar en la Teología de la Liberación “el uso de una hermenéutica marxista”. Pero su crítica no se limitaba a esto. Iba más allá. Era la primacía de la fe la que tenía que juzgar la realidad e inspirar la praxis consiguiente.
En 2007, en Brasil, en el santuario mariano de Aparecida, prosigue el vaticanista, los obispos latinoamericanos debatieron sobre esto. Y el arzobispo Bergoglio fue decisivo en el hacer prevalecer la primacía de la fe respecto a lo asignado al pobre en nombre de una lectura “ideologizada” de la realidad. Como Papa, Bergoglio no se ha olvidado de ese encuentro. Es más, durante su viaje a Río de Janeiro, al dirigirse el 28 de julio a los representantes de las conferencias episcopales latinoamericanas, les advirtió que “el reduccionismo socializante” derrotado en Aparecida continua tentando hoy a la Iglesia. En Aparecida, en 2007, Bergoglio fue el presidente de la Comisión que escribió las conclusiones de la conferencia.
En el medio queda un episodio emblemático sucedido en septiembre de 2013: el encuentro entre Bergoglio y Gustavo Gutiérrez, teólogo peruano y padre de la Teología de la Liberación. Encuentro del que no se ha sabido el contenido, pero que ha sido seguramente útil para rebajar las diferencias teológicas entre los dos. Sin embargo, unos días antes, el padre Hugo Sartorio (director del Mensajero de San Antonio) escribía que “con un Papa latinoamericano, la Teología de la Liberación no podía permanecer a la sombra a la que se la relegó durante unos años, al menos en Europa (L’Osservatore Romano, 4 septiembre 2013.